miércoles, 30 de junio de 2010

Calles-desvío Ropé-V.G.ElAlto-Domeño

Segunda tentativa nula de esta ruta en la que intentaba subir hasta el 5 Pinos desde Calles. Esta vez el intento era más audaz que en la anterior ocasión. Ya que iba a pegarme la paliza había planeado una ruta de órdago a la grande. Después de subir hasta el V.G. tenía pensado volver dando “un pequeño” rodeo. Adentrarme en la cordillera e ir pegado al barranco del Reatillo remontando hacia Villar de Tejas, pasar por fuente de los Moros e ir hacia la ermita y fuente de la Hoya del Rayo, corrales de Ricardo y volver a subir la cresta de estos montes que sería como la subida hacia el Ropé pero desde el otro lado de la cordillera. Desde allí bajar hacia la fuente de Chelva e incorporarme al camino Benageber- Chera hacia la izquierda, subir hacia los Visos para bajar por el Tiñoso y cerrar el circulo hacia Calles, ahí es nada. 70 Km. del ala y un desnivel que no quiero ni mencionar por miedo a que pueda ser cierto cuando por fin pueda completar la dichosa ruta, si es que algún día me animo a morir en el intento. Tras este segundo fiasco he decidido que esta ruta hay que acortarla sea como sea. Y la mejor manera que se me ocurre es subir en coche hasta el desvío del Ropé- Villar de Tejas y hacer el resto de la ruta, esto, por si solo ya acorta en más de 17Km. la ruta, pero es que le quita un desnivel positivo de unos 650 metros. Esto lo facilitaría todo un montón, aparte de 2 horas menos de pedaleo. Así que ya estoy preparando la “nueva” ruta para cuando se den las circunstancias apropiadas. Pero voy a relataros en que ha quedado la ruta de hoy.
Hasta el Ropé era todo conocido; una subida del 7 pero tendidita y sin grandes rampas. Eso si, sin un solo descanso prácticamente en todo el ascenso. El único descanso es la bajada hacia La PuenteAlta que previamente has subido desde Calles con lo que el desnivel ganado es cero pero el acumulado ya son más de 200. Las sensaciones son buenas en el inicio del camino de tierra. La llegada a Jórgola para almorzar y poner algo de gasolina al cuerpo sin contratiempos. Pero después del almuerzo y a diferencia de lo que me suele pasar, empiezo a notar las piernas cansadas. El agobiante calor tampoco ayuda en nada a paliar la cada vez mayor sensación de cansancio. Tanto es así que pasado el desvío de las Marianetas no veo la hora de parar a descansar bajo una de las sombras que manchan el camino. Casi sentado en el suelo veo como la vista me juega una mala pasada inventando colores en el luminoso cielo azul. ¡Uf! Esto es el principio de una pájara. Agua casi a borbotones para refrigerar el sistema y equilibrar la paleta de colores en mis ojos y en todo el disco duro interno. Recuperadas las fuerzas me pongo a pedalear pero ya estoy pensando que esto es una locura. Decido darme un margen antes de tirar la toalla. Quiero llegar al desvío del Ropé con el camino de Villar de Tejas, allí decidiré qué es lo que hago.
Voy subiendo tranquilo, sin forzarme para intentar recuperar sensaciones de pedaleo, pero las piernas son de corcho pan desde hace un buen rato y las posaderas ya ni sienten ni padecen. Llego al desvío. Me tiro de cabeza a la sombra de los pinos para decidir, mientras seco la camel back, si continúo o si me vuelvo. La decisión ya estaba tomada pero no quería admitirlo sin haber luchado un poco. Un nuevo amago de desfallecimiento me dará la puntilla para corroborar la decisión que había tomado mientras hacía este inútil esfuerzo. La inteligencia del cuerpo en avisar con estos amagos es sorprendente. Lo estúpido es no hacerle caso. Vale, mensaje recibido con acuse de recibo y por duplicado. Paro el GPS y le pongo la alternativa en pantalla. Esta alternativa era por si tenía tiempo y ganas de otra aventura algún otro día, pero visto lo visto o es hoy o no será mañana. Retrocedo hasta el desvío de las Marianetas, camino de bajada que me hace disfrutar de la bajada técnica en que se ha convertido este tramo de camino por culpa de la gravilla. Ya en el desvío, por este camino hacia la Balsa de Cargas. Llego al siguiente desvío en mitad de una larga recta hacia la fuente de Juan Gijón. Entro en un camino bastante más deteriorado que este por el que venía. Llego a otro cruce y este si que es (creo), el indicado hacia la fuente. Lo dejo a mi derecha y continúo recto, enseguida otra bifurcación que tomo a la derecha. Según “Treki” el de la izquierda es por donde volveré después de visitar el V.G. de El Alto.
El camino va empeorando por momentos, el firme, a fuerza de no transitarlo está siendo tomado por la vegetación autóctona en un intento de recuperar lo que siempre fue suyo y que los humanos tomamos al asalto por la fuerza bruta. Ya veo al frente la inconfundible silueta del mojón blanco coronado por cilindro del mismo color.
Las montañas ondulan a un lado y otro de los innumerables barrancos que nacen a esta altitud y se despeñan ladera abajo en busca de un río taponado por un embalse en este lado de la montaña. Llego al camino de acceso al V.G. La pendiente y, sobre todo, el bosque de matorrales que pueblan el camino y las orillas del mismo, hacen imposible subir con la bici así que pie a tierra y a subir andando. Tan solo son unos cien metros sin mayor dificultad que algún arañazo en las piernas con los matorrales. Llego arriba para contemplar extasiado la panorámica que se ofrece del pantano de Loriguilla.
La “barrigona” montaña no permite una vista de caída libre o cortado sobre el pantano o sobre el barranco, el desnivel se desliza progresivamente por la ladera de una montaña que se corta unos metros más a mi izquierda en aquel acantilado que descubrí el año pasado cuando subí desde la Balsa de Cargas; entonces no llegué hasta aquí por desconocimiento pero las vistas del cortado eran espectaculares aunque no se veía claramente el pantano.
Hoy sin embargo tengo visión periférica de 360º. Y la claridad del día permite ver bastante bien en la lejanía. La Carrasquilla hacia el Sureste tapando el Pico Hierbas, el Ropé al Sur, a su izquierda el Tejo indicando la línea del embalse de Buseo, el Negrete al Oeste con sus antenas sobresaliendo por encima de la cordillera del Tiñoso y los Visos. El Remedio de Chelva, el Castellano, Javalambre o el Toro hacia la parte norte, y La Calderona deslizándose hacia el mar completan mi rápido recorrido del paisaje. Bajo mis pies el embalse de Loriguilla es una mancha azul intentando rellenar el verde vacío entre las montañas.
La capacidad del lago con las aguas de este invierno y la primavera ha aumentado hasta cotas olvidadas desde hace años. Aún podría ser mayor de no ser porque la presa no puede, por problemas técnicos, albergar todo el caudal que ha soltado el pantano de Benageber, aguas arriba del río Turia. Una rapaz me sobrevuela como si quisiera asegurarse de quien ha venido a contemplar su territorio. Se desliza por el aire con exquisita delicadeza orgullosa de su vuelo y de su territorio. Me encaramo al pilar para gozar de todo este paisaje, allí sentado y contemplando casi el infinito pasaré unos minutos escuchando la naturaleza que bulle a mi alrededor.
Casi adormecido por el cansancio y el fustigante calor, me sumerjo en la sombra de los potentes aromas que emanan de la vegetación recalentada por el Sol y que todo lo cubre. Salgo de mi ensoñación, pues toca volver. Sigo el camino marcado en el GPS y que le da la vuelta a esta montaña. Bajo hasta la bici y continúo hacia delante en una bajada rota que me muestra otro tremendo barranco a mi derecha. Llego a un lugar sin salida para comprobar que me he pasado unos metros el desvío a la izquierda. Retorno para tomar el desvío en un camino aún más roto y deteriorado que este. Pronto se vuelve intransitable pero como va de bajada me animo a sortear baches, piedras y ramas en mitad del “camino”. Tras una bajada un tanto loca, y viendo lo que me espera al otro lado del barranco, decido dar media vuelta y volver por donde he venido. En la otra ladera se ve un camino a lo lejos, pero por donde llegar hasta allí es lo que resulta complicado.
Arrastro un tramo la bici y llego otra vez hasta la base de la montaña, desde aquí ya es otra vez ciclable el camino. Voy dejando atrás los cruces y por fin llego de nuevo al camino principal, lo tomo a la derecha, hacia las casas de Romero que es donde está aquel “mirador” que me inventé sobre el barranco. Hoy no voy a parar otra vez allí. Continúo hacia la bajada de la Balsa de Carga. Cuando empieza la bajada me sorprendo del estado del camino. Nada tiene que ver con aquel pedregal que subí a duras penas el año pasado. Ahora es casi una autopista forestal. Ancho, sin baches, con buen firme y con la gravilla muy prensada, lo que da seguridad bajando. Desde la primera curva la vista del valle es imponente.
Tengo que tirar de freno ante la aceleración de la bici que no ve peligro alguno en las curvas. En un suspiro llego al canal principal del Turia que aquí se hace visible durante un buen tramo. Desde Benageber viene horadando la montaña y haciéndose visible solo en algunos tramos. Junto al canal tomo el camino de la derecha hacia la Balsa. Un poco más allá una puerta de hierro me cerrará el paso dejándome con las ganas de comer en un lugar tan especial. Así que media vuelta y todo para abajo en una bajada vertiginosa que solo romperé para contemplar la imagen del Turia abriéndose paso entre la vegetación.
Llego hasta el río y lo cruzo para ir a comer a la zona de Las Riberas. Fuente, comedor y refugio en una zona de arboleda junto al río, donde los eucaliptos mecidos por la brisa dejan andanadas aromáticas que saturan el lugar. Cuando no, los pinos, recalentados por el intenso Sol, son los encargados de aportar un toque de fragancia a la pesada atmosfera que se respira ahí afuera lejos de este vergel de frescor y paz entre los pies de las montañas y el río.
Después de comer sigo la rutina del grupo y me acomodo sobre los bancos para una ligera siesta. Pero mi cabeza flota en la paz del lugar, más interesada en captar el momento que en desconectar de él. Así que me levanto y paseo un poco por la zona capturando alguna imagen para el recuerdo.
Mi dilema ahora es: voy hacia la PuenteAlta remontando el río y luego subo hacia el radiofaro y me marco una bajada memorable, previo pago de la subida, o bajo junto al río hasta la Cola de Caballo y desde allí rodeo Domeño para remontar el río Tuejar, casi llano, hasta Calles. Con lo justo que voy de fuerzas me decido por la opción más llana que además tiene la mitad de distancia. Admiro en este paseo de regreso a casa la belleza del cañón del Turia y la fuerza que aún atesora a pesar de ser un río domado y completamente vertebrado para uso principalmente agrícola.




Me fascino con las paredes de “ladrillos” que hacen de la montaña un muro en el que poner pieza tras pieza para una finalidad totalmente desconocida para mí. No sé que se propone la naturaleza a no ser demostrar que es mejor arquitecto que los hombres. Por fin voy acercándome a casa pensando únicamente en la cerveza fresquita que me voy a tomar metido dentro de la piscina mientras mis piernas descansan de esta tortura a la que las he vuelto a someter. Flashes de lo que he visto hoy me asaltan en la última rampa para hacer más llevadero este desnivel que ya huele a cerveza. No veo el momento de volver y retomar la aventura que hoy no he podido culminar.

miércoles, 23 de junio de 2010

Serra de Chiva. Cheste-PicoHierbas

Por fin. Hoy he podido culminar esta ruta que, con el paso del tiempo, se estaba atravesando. El único pero, la calima que tapaba todo el paisaje. Pero es lo que hay. Así que os lo voy a contar.
En los años 90 los incendios forestales se cebaron en la zona calcinando más de 10000 ha. Desde entonces la vegetación de monte bajo se abre paso poco a poco entre las piedras. La “desnudez” de las montañas nos muestra todo su relieve, toda su piel. Todos y cada uno de los pliegues que conforman su fisonomía y que los árboles no pueden ocultar. Estéticamente prefiero las montañas peladas, aquellas que nos muestran tal como son, pero indudablemente, por lo que representan, prefiero las montañas boscosas por la variedad de vida que ofrecen y por la salud medioambiental del entorno. Para mí no están reñidas las unas con las otras, si hay árboles y bosques los disfrutaré y admiraré, los oleré y contemplaré con placer y reverencia, pero no diré que no a un paseo por el monte aunque este monte solo cuente con vegetación rala y arbustos que apenas dan sombra al suelo, permitiendo así poder contemplar las curvas y pliegues en el manto de la tierra, de esas montañas que tanto me/nos gustan. Y eso es lo que ha sido hoy, un paseo por un paisaje casi sin árboles, ni en mi peor pesadilla intentaré traer al grupo a esta ruta.
Esta ruta es casi un homenaje…o una deuda, pendiente con estas montañas, tan cercanas y a la vez tan olvidadas por nosotros. Montañas que en mi niñez veía cada semana cuando iba al chalet a pasar el finde. Montañas que, como las de La Calderona, parecían estar en el fin del mundo visto desde los ojos de un niño. Montañas que parecían llamar e invitar a vivir aventuras extraordinarias como en las películas de Tarzán que nos calzábamos cada sábado por la tarde. Montañas que tan solo en una ruta hemos recorrido y de la que no guarda precisamente buen recuerdo el grupo. Esta vez, en solitario y con la guía de “treki”, las recorreré para intentar alcanzar la cima de este macizo y poder cerrar el anfiteatro montañoso que contempla la cuenca del Turia.
El caso es que ya hacía tiempo que venía mirando la sierra de Chiva de otra manera. Era como si me llamara. El pico de las Hierbas con su peculiar forma y su observatorio me atraían como un faro. Vamos, que les tenía ganas. Así que preparé un exhaustivo estudio de la zona y me estaba preparando para abordar la ruta cuando el trabajo por fin llamó a mi puerta. Varios aplazamientos y la promesa de que el primer sueldo iba destinado a un GPS se vieron recompensados con un nuevo miembro en la familia pedalística de R&P. La dificultad de hacer rutas todo el grupo, por cuestiones profesionales, hacían que tuviera la necesidad de emprender aquellas aventuras que semana tras semana se acumulaban en la creciente carpeta de “rutas pendientes”. Y en eso estoy para contaros hoy la primera de esas rutas. La incompatibilidad de horarios con el resto del grupo me obliga, por mi forma de entender las aventuras, a estas salidas en solitario, sobre todo en esas rutas que sé de antemano que no son especialmente de su agrado y que yo no quiero por eso dejar de sufri-disfrutarlas.
Inicio esta ruta desde el polideportivo de Cheste. Por camino conocido hacia Chiva, enseguida voy hacia el barranco Grande que más tarde será el barranco del Poyo. Pedaleo pegado él, giro hacia fuente Incolla y unos Km. más allá empiezo a rodar junto a las montañas, por el lateral sur, internándome poco a poco en la cara oculta de estos montes. Es este momento me interno, por el camino del Enebro, en una garganta entre las montañas.

Más adelante tendré la única abertura a la izquierda en la forma del barranco de la Parra. Subida tendida pero constante con algún que otro bache y piedra suelta, pero en general el camino está en muy buenas condiciones. Paso junto a una zona de chalets en los que alguien practica, con una “dolçaina”, el himno de Valencia. Esta cantinela ocupará mi mente en este duro tramo. Con el último chalet a la izquierda pasaré el camino de senda mala o algo así, estaba demasiado cansado para retener el nombre. El cansancio ha sido una constante desde la primera pedalada. Uno de esos días que no te encuentras del todo bien, dolor en las piernas como si fueran de madera. Pero ya se pasará pensaba iluso de mí. Cruzaré un par de veces el cauce del barranco dejando una estela de agua tras mis ruedas. En la subida también dejaré atrás la Fuente del Enebro, bueno, no la dejaré atrás porque será este el primer punto de avituallamiento. Sigo el camino indicado por un centenar de metros atravesando una espesa arboleda que refresca el ambiente. La fuente, junto al barranco es un rincón bonito, lastima que esté tan lejos de Manises porque aquí si que hay árboles y sería un buen lugar para venir, pero claro, esto ya está a 625 metros de altitud. Sigo subiendo con las montañas atentas y observando mi lento avance. Aquí abajo me siento como un peón rodeado de inmensas y poderosas torres de piedra, o de reinas tocadas con coronas que aún las hacen más grandiosas.

No importa, este peón tiene la intención de coronar y convertirse en el rey de la cumbre. El camino dibuja la ladera de la montaña y se asoma peligrosamente al barranco que alegre y cantarín baja sus limpias aguas bajo una amalgama de plantas que se nutren de ella.
Recorrer el barranco grande es como entrar en el túnel del tiempo; las viejas montañas se erosionan y desvanecen ante el asedio inexorable del tiempo implacable. Cada día minúsculas micropartículas de inmaculada piedra saluda al nuevo día, hoy lo hacen también conmigo ingenuas a si es o no algo habitual mi paso por estos lares. Eso es tener el alma al desnudo. Cada día nos cuentan una historia nueva, diferente e invariablemente igual a la de ayer o anteayer, remontándose así hasta los confines del tiempo humano. Ellas ya estaban aquí mucho antes que nosotros. Adueñándose del paisaje, mejor dicho perfilando este para nosotros. Creando los abrigos y cuevas, los torreones, los cañones y laderas, los manantiales y barrancos. Intento absorber tantos instantes en uno que me supera, y al final, solo puedo dejarme llevar y disfrutar el momento de placer sublime de recorrer estas montañas.

Sigo subiendo por el camino de la Marjana, llegaré a Fuente Alhóndiga. Precioso paraje que merece la pena disfrutar unos momentos sentado en los bancos bajo la sombra de los enormes árboles que allí crecen.
Estas fuentes están activas, parece ser, todo el año, por lo que nos pueden sacar de un apuro sobre todo los calurosos días veraniegos donde el Sol carece de clemencia para con los bikers. Al poco una curva en herradura me pone alerta sobre el siguiente cruce de caminos. ¡Ah no! Ya no tengo que preocuparme por memorizar los mapas, “treki” marca fidedignamente el camino a seguir. El caso es que con esto de la tecnología poco a poco dejaré de estudiar los mapas con tanto detalle, lo mismo pasa con los móviles, ya no nos sabemos de memoria los números de teléfono.
Bueno, sigo pedaleando encontrando pequeños respiros a la subida, que en los últimos metros ha puesto alguna rampa fuera de lugar. Miro adelante, unas cuantas curvas hacia arriba esperando encontrar la silueta de Carlos abriéndonos el camino a todos los demás. Pero no, hoy no aparece por allí delante. Llego a una especie de mirador que pone bajo mis pies toda la longitud del barranco.
Poco después llego al refugio de Oratillos. Una explanada en medio del valle que forman estos colosos de piedra. Las figuras megalíticas de piedra blanquecina crean figuras inverosímiles. Ya estoy casi arriba. Enseguida encontraré un cruce de caminos. Estoy en una zona abierta que me deja ver hacia el Este la Sierra de En medio y el Tarrac, aquel V.G. que no subimos en su día en la ruta de Buseo.
A mi derecha la subida no ha terminado todavía, más bien parece que acaba de empezar. Es como mirar la Luna por detrás, nunca la vemos y, cuando tenemos ocasión, nos sorprende y hechiza con su magia y belleza. También, con ese halo de misterio y leyenda. Me siento igual. Veo estas montañas de forma totalmente distinta, ahora son montañas conocidas, cercanas, próximas, no solo en distancia que a fuerza de ignorarlas parece que hemos acrecentado sino en ocupar un lugar destacado en el recuerdo. Giro a la derecha en el cartel que indica fuente Viñas. El paisaje aquí arriba se adivina barrido por los vientos. La vegetación cambia y se traduce en un aumento de pequeñas carrascas y coscollas. Me recuerda aquel tramo arriba del Collado del Lobo en Olocau http://rodaipedal.blogspot.com/2009/04/cronica-olocau-molino-de-la-ceja.html el camino ondula suavemente hacia arriba, allá, al borde de las montañas intuyo una caída hacia el valle de Valencia. Pedaleo con algo más de intensidad por las ganas de ganar esa visión lo antes posible, aunque imagino que el plomizo día de calima no dará para muchas alegrías. La pequeña de las Carrasquillas a mi izquierda eleva su antena intentando igualar en altura a su hermana mayor que, a mi derecha deja ver el V.G. en su cumbre. Estudio con detalle en busca de un camino para subir pero no lo hay, esto me lo confirmará el forestal que encontraré en lo alto del Pico de las Hierbas. Veo un camino que intuyo es el que salía desde el mirador que he encontrado justo antes de llegar a Oratillos. Podría ser interesante bajarlo para no repetir este tramo de meseta. Esto lo decidiré cuando baje según lo cansado que esté. Si estuviera aquí Luis podríamos mirar el trazado del camino en el GPS, pero yo no voy a tocar nada, no sea que la líe y me quede sin el track a seguir. Un poco más allá me encuentro con el ansiado espectáculo de ver, o mejor dicho intuir todo un mundo a mis pies. Prácticamente no se adivina ni el Aliagar ahí en Pedralba, de las Rodanas casi no veo ni las formas, el resto es una difusa gasa blanca que cubre el paisaje. El forestal me comenta que el domingo, con viento de poniente se veía la estela de los barcos surcando la mar. Solo de imaginarlo ya estoy preparando otra subida. Bordeo el acantilado viendo bajo mis pedales los nada despreciable 500 metros de caída hasta el fondo. Sin embargo el camino no es peligroso si no te acercas excesivamente al borde. Algunas carrascas sirven de quitamiedos. Un giro del camino a la derecha me dejará la primera vista de la caseta forestal.
Bajo una pendiente y llego al cruce que se dirige, aunque han quitado los carteles, hacia fuente Viñas. Quiero llegar al final de este camino y quedarme junto al inicio del sendero que algunos bikers han bajado hasta incorporarse al camino de abajo. Por lo que vi en la ruta que hicimos por estas montañas y que llegamos justo hasta el inicio del sendero desde abajo, me parece una temeridad a juzgar por el estado del terreno. Inicio una fuerte bajada para encontrarme con una subida contundente en la otra ladera. Llegado arriba otra vez lo mismo… y el camino continúa subiendo y bajando a lo largo de las siguientes laderas. Con lo cansado que estoy y el remate de la última rampa que veo al fondo, decido abortar este tramo de camino y no llegar al inicio del sendero por más que me pese, pero no tengo el cuerpo para tantas alegrías y en la vuelta aún me quedan algunas subidas por hacer. Doy la vuelta y me encamino hacia el verdadero objetivo de la jornada. Este intento me costará una rampa más de subida. Por fin tengo aquella conocida vista del Monte Gordo y pico Hierbas, rematada con la caseta, que veo desde mi casa.
Por fin la tengo al alcance de los dedos. Solo falta subir. Me pongo a ello sabiendo que será el esfuerzo a pagar por un sueño. La subida no es excesivamente larga pero tiene un porcentaje interesante y el camino aunque con gravilla suelta no está en muy malas condiciones, así que vuelco el peso en el manillar y piso con fuerza los pedales. Parece que no se acaba nunca conforme empieza a girar el camino sobre si mismo. Llego arriba del todo y desaparece la pendiente bajo mis ruedas. La montaña se postra bajo mis pies cuando bajo de la bici y culmino otra cumbre con el inconfundible sello de Roda i Pedal. Deuda cumplida.
Por fin tengo la sensación de haber pagado la deuda contraída con estas montañas a lo largo de las interminables subidas a otras cumbres dejando de lado este coloso.
Espero mi recompensa en forma de majestuosos paisajes que admirar, pero la calima lo cubre todo. Tan solo las montañas hacia el Oeste se ven algo más despejadas. El pico Ropé, el 5 Pinos, el Negrete. Del valle de Valencia me puedo olvidar por completo.
Doy cuenta de la comida refugiado en la pared de la caseta forestal con el permiso del inquilino que, apiadándose de mí bajo este Sol de justicia me permite cobijarme a la sombra de la caseta.
La comida la disfruto en medio de un mar de tranquilidad solo rota por el incipiente viento que se está levantando y como no, por el trinar de las aves que se acercan a felicitarme por la imponente subida que me acabo de marcar. Bueno también suena de fondo el dialogo enlatado en la frecuencia de los forestales que patrullan las cumbres valencianas en prevención de incendios. Por desgracia poco hay que preservar, pero esperemos que lo que queda dure muchos años y que otras montañas peladas vayan formando los maravillosos bosques que algún día albergaron. Cuando sea así también las recorreré. Me despido de mi anfitrión e inicio el descenso. Tranquilidad en la bajada saturada de gravilla y piedras sueltas. Moderación en una bajada loca que emprende la bici y que tengo que sujetarla a golpe de freno. En los tramos más rectos me dejo llevar por la emoción de la velocidad y veo pasar por mi lado, a toda velocidad, las coscollas que me arañan las piernas en algunos tramos en los que tengo que decidir entre bache o rama. Llego como un tiro al desvío. Izquierda y un suspiro después estoy en Oratillos.
Que magnificas formaciones rocosas. Echándole un poco de imaginación, en Cuenca hicieron una ciudad, esto podría dar para una aldea.
Giro a la derecha y me encamino hacia la última subida importante de la ruta, después solo quedará algún repecho sin importancia. Abandono aquí el camino conocido por el que he subido y encaro otra subida. A ritmo. No he sido capaz en todo el día de encontrar ese puntito de alegría al pedaleo. Voy subiendo viendo por delante lo que me queda aún por subir, esto desmoraliza a cualquiera. Paso un depósito de incendios y continuo ascendiendo para encontrar la rampa más dura de este tramo. La hostilidad manifiesta del camino se traduce en innumerables baches y piedras sueltas, amén del portentoso desnivel que parece haberse colgado a la subida conforme me iba acercando a ella. El giro de la carretera me pondrá de frente a lo que he dejado atrás. Los picos se elevan majestuosos contra el cielo azul. Hace un momento estaba allá arriba. Dejo atrás el camino del Caballo Sánchez que me sale por la izquierda y que se asomará al precipicio casi sobre la vertical de la fuente Alhóndiga, sigo de frente y subiendo hasta encontrar el cartel del alto del Cuco. Allí a la izquierda en dirección a la Nevera y fuente del Fresno. Esta es la cabecera del barranco de la Parra que se une al barranco Grande allá por las casas donde sonaba la “dolçaina”. Paso una casa de labranza y el camino comienza a bajar, suave al principio pero cogiendo inclinación poco a poco. Esta parte de la ruta si tiene algunos árboles. Una excelente pinada cubre la parte derecha del camino y la ladera hacia el barranco de Ballesteros. Es en este punto de se encuentra la Nevera.
Un agujero cilíndrico en la tierra y forrado de piedra que servía en otros tiempos para acumular la nieve y poder hacer hielo. No son muchos los neveros que hay en esta zona cuando en teoría sería un lugar magnifico para tal fin. En la Serra Mariola ya pudimos comprobar que estas construcciones eran más habituales. Al otro lado del barranco Ballesteros los molinos eólicos de Buñol se alzan como fantasmas entre la bruma, inertes e inútiles ante la falta de viento.
Discurre ahora el camino entre los dos barrancos ofreciéndome magnificas vistas de uno y otro. El de la Parra encierra rincones como el Caballo Sánchez, donde la piedra se orada para seguir caprichosamente modelando figuras a su antojo, o bien cuevas y abrigos.
Salva estaría plasmando de forma gráfica lo mejor de estos inabarcables rincones para el recuerdo. Yo en cambio, no sé qué foto hacer ni cuando, no encuentro el instante justo.
Abordo algunos repechos que no hacen más que acercarme al punto de inicio de una bajada trepidante a tenor del desnivel que tengo que salvar. Pero la prudencia me dicta que este camino no está para dejarse llevar por la velocidad. El camino no está del todo mal, pero tiene mucha piedra suelta y eso no te deja trazar por donde quieres. Bajo a buen ritmo pero sin dejarme llevar del todo. ¡Frena burrica que te embalas! Paso por las inmediaciones de la fuente del Fresno pero no hay ningún cartel que indique donde se encuentra. A estas horas ya casi voy racionando el agua, no me queda mucho para llegar abajo y volver a pasar por fuente Incolla, pero prefiero tener una pequeña reserva de agua por si acaso. Lástima que en muchos de los carteles de las fuentes no ponga a que distancia están; a veces puedes gastar más agua para llegar a ellas de la que vas a poder rellenar. Paso junto a una casa verde que parece un refugio y que está en un enclave privilegiado por las vistas que tiene. Desde aquí todo para abajo a buen ritmo. Antes de darme cuenta estaré otra vez en el camino asfaltado que dejé atrás hace unas cuantas horas. Hasta el coche solo destacar el paso por la fuente para reponer un poco de agua y echar un último vistazo a la bajada imponente que acabo de disfrutar. Hasta el coche iré haciendo un repaso mental de lo vivido en esta excelente jornada de pedaleo por un lugar que considero, a pesar de la falta de sombras, un enclave privilegiado para practicar nuestro deporte, o simplemente para disfrutar de la naturaleza con cada pliegue de nuestra piel. Simplemente espectacular.
TRACK DE CHESTE-PICOHIERBAS

miércoles, 16 de junio de 2010

RibaRoja-FuenteCanaleta-LaCumbre

Una semana más tocaba aplazar la ruta. Llevo casi dos meses posponiendo la ansiada ruta por la Sierra de los Bosques. La lluvia de ayer tarde me hizo dejarla definitivamente para otra semana. Los 1500 metros de desnivel positivo no tienen porqué empeorarse con barro añadiendo peso a las ruedas y quitándoles tracción. Así que dispongo una ruta circular para ir en busca de tres fuentes y un V.G.
Salgo de casa hacia el camino de Les Plantaes y de allí a Vilamarxant. Voy por el camino de la Cossa hacia el Mas de Teulada. El barranco a mi izquierda. No lo cruzaré, pues esto me llevaría a la carretera del Mas de Teulada, prefiero ir por esta otra carreterita interior y con menos tránsito. Poco después giro a la derecha para incorporarme a la carreterita que pasará por entre las casas del Mas. En este camino me aguijonea todo el rato la visión directa del alto de la Carrasquilla y el Pico Hierbas con su caseta de observación forestal.

Bastante agua en el barranco, cosa que no me extraña con lo que llevamos estos últimos meses. Los acuíferos deben estar a tope y los barrancos bajan con caudal continuo, ya casi se han ganado la categoría de ríos. Llego a la Masía y me saludan cansinamente dos perros. Giro a la izquierda hasta la carretera deTeulada y allí a la derecha, por el primer camino de tierra a la derecha otra vez y me dirijo hacia donde tengo marcada la fuente de Teulada. Ni rastro de ella. Pregunto a un trabajador de la comunidad de regantes y tampoco tiene ni idea. 2-0 para la fuente. Al poco pregunto a un agricultor y esto ya es una goleada. Partido perdido y a por otro. Seguiré buscándola en otra ocasión. Cruzo el barranco otra vez. Sigo el camino que serpentea entre los naranjos hacia la carretera de Cheste a Pedralba. La cruzo y continúo hacia la balsa de la Serratilla por un camino exactamente igual que el anterior. Más naranjos y poco más que ofrecer esta antaño tierra de secano. El riego por goteo y sobre todo los pozos de la zona han obrado el milagro de cambiar piedras por tierra fértil, apta para todos los cultivos, o casi. Los montes, a estas alturas ya, mis montes, me tientan obsesivamente con su apabullante proximidad. Llego a un tramo con una bajada impresionante que me dejará al pie de la carretera de Chiva a Pedralba. La tomo a la derecha y unos 500 metros después a la izquierda en dirección al barranco de la Cuchilla. Voy a la izquierda que es donde tengo marcada la siguiente parada del día. Cruzo un puente sobre el barranco y comienzo a ver vegetación creciendo en el fondo. Esto me anima ya que un caudal de escorrentía es más difícil que pueda abastecer esta demanda arbórea. Sigo las indicaciones de “trekki” para llegar junto a una antigua casa de piedra abandonada. Pero de la fuente tampoco hay rastro. Menos mal que no necesito agua. Vuelvo a preguntar a unos agricultores, la fuente de la Teja que es la que venía buscando no la conocen, me indican que por aquí está la fuente de la Canaleta, sin muchos ánimos de celebraciones tras haber perdido ayer la liga ACB frente al Baskonia, regreso hasta el puente y esta vez cojo el camino que quedaba antes a la derecha y recto ahora. Llego hasta el cauce del barranco y mojo las ruedas para limpiarlas del barro de los últimos charcos. A la derecha el camino se acaba a unos metros dentro de un campo de naranjos. Al volver atrás me acerco andando entre la vegetación hasta el cauce del barranco y descubro al otro lado la dichosa fuente. El paraje es más bonito por el hecho de tener agua que por otra cosa. La enmarañada vegetación dificulta el poder acercarse hasta la fuente y tampoco hay un mal sitio donde sentarse a almorzar. En fin, que si estás de paso puedes acercarte a ver este lugar, pero traer al resto del grupo desde Manises se me antoja un suicidio, me van a matar a blasfemias y recordatorios familiares. Segundo fiasco del día. Bueno, eso de segundo; cuando miro a mi derecha y veo allí las montañas y el Sol luciendo ahí arriba… Vamos a por el V.G. a ver si a la 3 va la vencida. Decido recortar un poco por la carretera ya que antes he tenido que pasar por un charco inmenso y no tengo ganas de repetir. Será poco más de un Km. y lo tranquilo de esta carretera me anima a intentarlo. Giro a la derecha para volver a encararme al barranco del Cuchillo. Lo vuelvo a cruzar en el punto donde este camino enlaza con la ruta de Pedralba-Cheste-Pedralba que ya hicimos todo el grupo hace un par de años. Desde aquí será terreno conocido todo el rato hasta el albergue de la Cárcama, el paseo se mete por terreno pedregoso dejando a un lado los excelentes caminos que venía rodando. Llego a un chalet en mitad del monte con visión directa de todo que me deja alucinado.

El paisaje desde aquí es para coger una tumbona y pasarse las horas contemplando el infinito. Justo enfrente una curva del barranco que deba dar miedo con una crecida de agua bajando a toda velocidad. Giro a la derecha obligado por el barranco que invita a bordearlo y observar su tremenda fuerza. Un poco más arriba, junto a un criadero de conejos a modo de vivero, empieza una pronunciadísima bajada que me lleva hasta el cauce del barranco de la Cuchilla, justo a mi izquierda la peña Pardal, a mi derecha se alza la Cumbre; en lo alto de sus casi 400 metros está el V.G. que no tiene acceso por camino, así que, después de haberlo buscado por si acaso, inicio la subida por el otro lado. Tampoco desmerece este lado del valle. Subo al tran tran para no hacer patinar las ruedas en la gravilla y perder tracción en esta rampa del 10% de media. Llegado arriba las primeras gotas se desprenden de unas amenazadoras nubes que han crecido a velocidad vertiginosa. En el desvío decido ir a la derecha hasta el refugio por previsión de lo que pueda caer. Me viene al pelo llegar y empezar la tromba. El refugio está cerrado pero un tejadito de madera de estos que contienen los paneles señaléticos por el monte me servirá de resguardo. La cortina de agua opaca las cercanas cumbres que titilan y bailan en el interior de cada gota. Un minuto después vuelve a lucir un sol radiante.

Me pongo en marcha otra vez ahora sí, en la dirección correcta. Llego al desvío y lo tomo a la derecha hacia la carretera de Chiva. La cruzo para encarar la urbanización Los Visos. Un viejo “catxirulo” en piedra seca aguanta el paso del tiempo a la entrada de la urbanización ahogado por la cercanía de un chalet. Pequeño tramo de asfalto que abandonaré tras la siguiente curva a la derecha para entrar en un tramo de piedras sin calificación de camino, su estado de abandono y deterioro le hacen perder la categoría. Desde lo alto de esta loma se observa un mar de naranjos en la parte de abajo. Descenso técnico debido a las piedras y la considerable pendiente que me lleva más por escalones que por camino. Ya abajo a la izquierda, por camino asfaltado hacia la cooperativa agrícola de Cheste. Antes sin embargo me toparé al otro lado de los campos cultivados la construcción que el sábado nos puso en jaque con su peculiar e inconfundible silueta. Desde la ermita de La Virgen del Castillo de Chiva pudimos ver la cúpula que corona esta casa.

Desde la distancia no lo teníamos del todo claro, pues parecía que la cúpula abarcara todo el edificio, por lo que nos dejó la duda de un edificio religioso o algo así, pero no, es un observatorio astronómico en toda regla. Me queda por buscar la fuente de la Safa, a estas alturas ya pienso en otro fiasco. No tendré ocasión de comprobarlo puesto que las pilas de “trekki” han dicho basta y viendo la hora que es creo que lo mejor es tirar para casa antes de parar a cambiar pilas y de encontrarme otra decepción. Tiro para adelante confiando en llegar a Cheste, y desde allí terreno conocido hasta casa. Efectivamente llego a la cooperativa y me pongo a tirar como un loco para llegar a casa a tiempo de una ducha rápida y comer mientras veo el decepcionante inicio de mundial de la roja. El miércoles que viene, si el tiempo no lo impide rendiré cuentas a la sierra de Chiva.


jueves, 3 de junio de 2010

RibaRoja-CastilloBenissano-LagoVallesa

Las rutas cerca de la base suelen ser por caminos muy repetidos, lo que las hace, a veces, algo monótonas por lo conocido del paisaje. En esta ocasión y aprovechado el estreno de “Treki”, el flamante nuevo miembro de R&P, había dibujado una ruta sobre el mapa buscando nuevos caminos y así aprovechar para ir familiarizándome con el funcionamiento del GPS que tanto juego espero me de a partir de ahora. No voy a perderme por las inmediaciones de casa pero lo pondré a prueba en caminos que no he recorrido muchas veces y que voy a ir enlazando.



Salgo de casa y bajo hacia el río. Empezamos mal dirían mis compañeros, pero un miércoles por la mañana el camino del río es una bendición comparado con lo de los últimos sábados que nos hemos internado en territorio “river” o “terriver” como lo llamo últimamente.

Me desvío en masía de Traver a la izquierda para subir hacia L’Eliana. Caminito de asfalto hacia la rotonda y de allí por la urbanización Monte Alcedo en una larga calle recta y picando hacia arriba. Callejeo un poco buscando la salida hacia la carretera Riba Roja-L’Eliana, la cruzo y giro a la izquierda para bajar primero por asfalto y luego coger un camino que cruza, esta vez, la carretera de La Pobla. Continuo de frente por el camino y llegado a unos chalets a la izquierda. El camino se estrecha por la vegetación que desde las orillas invade poco a poco este camino poco transitado. Siguiendo por él iré a parar a la carreterita que va hacia Benaguacil entre las huertas. La masía de la Trinidad y su balsa de riego serán el punto de referencia para girar a la derecha. Ahora avanzo de frente a la Calderona y San Miquèl. Paso el Molí de Baix y subo a la carretera por el siguiente camino. Podría callejear por el pueblo pero esta vez prefiero llegar hasta la rotonda dado el escaso tráfico de esta carretera. A la derecha dejo el puente que cruza por debajo las vías del metro y que va hacia La Pobla. Cuando las obras en la carretera estén acabadas será mejor meterse por dentro del pueblo. Rotonda a la izquierda y primera calle a la derecha hasta que se acaba y tengo que hacer un campo a través, luego izquierda y otra vez derecha. Que mareo con tanto giro. Encima de la bici es más fácil. Llego a la carretera de Benissanó y voy hacia la vía. De allí a la izquierda hacia el polideportivo; tanto da cruzar la vía ahora como después. Una vez pasado el poli, veremos el paso elevado de la CV 50, allí mismo, en la rotonda, un camino cruza por debajo de la autopista. Al salir a la derecha y enseguida izquierda, otra vez entre huertas hasta el camino asfaltado que tomaremos a la derecha, y atentos en el segundo camino de la izquierda a las señales amarillas y blancas del PR. Este nos conducirá hacia Benissanó, no tienen perdida pues lo tenemos de frente. Desembocamos en la avenida y hacia la izquierda encontraremos a unos 100 metros el Castillo aupado en un pequeño montículo. La arboleda nos servirá para encontrar un buen lugar a la sombra donde dar un bocado y descansar un poco. Hasta aquí el aparatito se porta de maravilla. Aunque aún me tengo que acostumbrar a ir mirándolo más a menudo. El conocimiento de los caminos ha hecho que lo consulte menos de lo que sería necesario de no conocer el camino. Como estoy muy habituado a guiarme por la orientación y los recuerdos de por donde va el camino, en rutas nuevas veremos si no me toca volver atrás más de una vez por no haber mirado el mapa en pantalla. La pinada que he encontrado junto al barranco es una gozada para aliviar la solana que está cayendo. Tras el bocata me pongo en marcha otra vez. Esto de ir solo hace que los descansos sean más breves de lo acostumbrado pero, como no tengo con quien hablar, no hay necesidad de demorar más la parada. Rodeo todo el castillo para verlo desde todos los ángulos.

Estéticamente es una autentica maravilla. Con torreones y almenas al más puro estilo de las películas, pero este es real y está a un tiro de piedra. Lástima que muchas veces valoremos más aquello que tenemos lejos y no demos más importancia a nuestro cercano e imponente patrimonio. Llego hasta la puerta principal y con ello a la plaza de la iglesia.


Foto de postal y me dirijo por esa calle recto hacia el portal de Valencia. Este pequeño pueblo fue en otros tiempos amurallado y hoy en día quedan 3 de las puertas de la ciudad. Cuidado porque la calle es contra dirección. No hay tráfico pero es una zona casi peatonal y si circulamos con precaución y cuidado no tendremos problemas, espero. Todo recto se sale del pueblo hacia la zona industrial marcada por la presencia de una fábrica de materiales de construcción, fácilmente identificable por el polvo blanco que decora esta parte del pueblo. Todo recto llegaremos a orilla de la autopista nuevamente, esta vez la cruzamos por arriba y bajamos hacia la fábrica de ladrillos, giro de 180º y bajamos pegados a la autopista. Enseguida giro a la izquierda junto a la acequia y luego a la derecha hasta una balsa de riego. Estamos en el camí fondo, un camino agrícola que por las obras de la CV 375 tiene ahora algo más de tráfico. Voy hacia la izquierda, hacia La Pobla. En las rotondas a la derecha por el carril bici y luego por la senda que va hacia la parada de metro de La Pobla. Allí giro a la izquierda por el camino de la depuradora, justo al pasarla derecha y cruzamos la vía. Toda esta zona no es bonita pero tampoco es tan fea como parece. Discurre entre campos de cultivos y huerta aunque cada vez esté más asfixiada por la creciente expansión de los pueblos que encierran este pequeño gran oasis de huerta entre el río y la CV 35 y CV 50. Una mirada a la pantalla me hará ver que no tengo track que seguir, lo dejo para que al menos vaya grabando el camino que hago, pero no sé como conseguiré borrar la última parte del track de hoy; hasta que aprenda a utilizar el aparatito las voy a pasar moradas, ¡¡¡LUISSSSSS, ayuda!!! Debido a este incidente, una parte del track es editada aunque está perfectamente contrastada y los caminos son fiables. Ahora es momento de adentrarse en las urbanizaciones de L’Eliana. Paso junto al colegio Iale; hay niños practicando deporte en las canchas y algunos me miran como deseando cambiar de modalidad deportiva. Las urbanizaciones suelen estar menos transitadas que los pueblos, en cambio, los coches suelen ir algo más rápido también, por lo que conviene estar atentos a los coches con los que nos encontremos. Voy buscando la aproximación a la estación de metro del pueblo. De allí giro a la izquierda junto a la masía del Pilar y pegado a la vía. Cuando la calle nos aleje de esta seguiremos la curva natural de la calle e iremos intuyendo el barranco a nuestra izquierda, al otro lado de los chalets. La calle Serra, trayéndome el recuerdo de la Calderona, será el giro por el que cruzaré el barranco de la Granolera y también la vía. Subo a su nivel y continúo de frente pegado a ella. Un par de tramos de senda junto a bonitas arboledas hasta la estación de el Clot. Enseguida cruzo la carretera para meterme en el bosque de La Vallesa. Entro por un portalón de hierro que marca el inicio de una nueva zona urbanizada comida al bosque a golpe de excavadora, y quien sabe si de talonario. Unos 5 campos de futbol menos de bosque más allá me interno, ahora sí, en el fantástico bosque de la Vallesa. El penúltimo pulmón de la zona metropolitana de Valencia junto con Les Rodanes, El Saler y poco más. Estas actuaciones, o las de Porxinos, o … nos hacen un flaco favor a (casi) todos; pero como los bosques tienen polen en primavera, para que no nos moleste respiraremos humo de tubo de escape que es más sano.
Bueno sigo pedaleando que es el asunto por el que estamos aquí. Este bosque es un autentico laberinto de caminos y sendas. Todos los caminos conducen a todas partes, solo hay que seguir una dirección e ir orientado en ese sentido con los giros del camino, e ir cambiando de camino para corregir la desviación. Ni rampas ni subidas ni cuestas en prácticamente la totalidad de esta ruta. En este bosque tampoco hay nada destacable en ese sentido. Eso sí, hay ciertos caminos muy machacados y en piedra viva, por lo que se hace algo incómodo rodar por ellos, pero es que estamos haciendo btt no un castillo de naipes, por lo que esos caminos, después de rodar por asfalto los abrazo a manos llenas, ya está bien de un poco baches y de diversión. De vez en cuando me salgo del camino marcado para introducirme en lo profundo de la arboleda y rodar por pequeñas sendas cubiertas de pinocha y descubrir magnificas umbrías en el corazón de la masa boscosa. Incluso pasaré junto a trincheras y Bunkers de la guerra civil. Hoy, en lugar de recorrer aquel camino más directo hacia el río junto a la vía, voy a dar un rodeo por el bosque para llegar junto a una propiedad vallada y con un portalón de hierro salido de la película “el señor de los anillos” en las puertas de Mordor. Es enorme y precioso, de hierro forjado y con filigranas y escudo heráldico y todo. Luego sigo hacia una zona que baja, en ligera pendiente entre Colinas de San Antonio y La Cañada hacia la CV 35 y el centro de rehabilitación. Este tramo de senda es, no sé porqué, una autentica delicia. La primera vez que lo hice me sorprendió por lo inesperado de bajar una senda técnica sin dar pedales entre pequeñas plantas que acariciaban las piernas. Era a comienzos de la primavera, ahora, ya metidos en el verano, esas plantas agostadas arañan más que acarician, así que habrá que posponer este tramo hasta pasado el verano para volver a recorrerlo. Lo malo de este tramo es que escondidas tras las altas hierbas hay quien pone unos pedruscos tremendos en medio de la senda para que no podemos ciclarlos, yo me pregunto si es que unos tienen más derecho que otros a pasear por aquí, o si es que su forma de pasear es mejor que la nuestra. Otra cosa sería que con las bicis degradáramos el terreno o fuéramos como locos, o algo así, pero si no es el caso no entiendo esa actitud de ciertos caminantes que vienen a pasear a su perro. Bueno, terminado el tramo junto a una casa en ruinas, giro a la derecha para enfilar hacia La Cañada y entrar por la primera calle, es inconfundible por sus torres de alta tensión. Todo hacia arriba en la rampa más dura de la jornada. Ya al final se acaba el asfalto y continúa el camino de frente hacia la vía. Bajo un tramo de muchas piedras y entro hacia la derecha en un camino estrecho entre la arboleda hacia el paso a nivel, lo cruzo y me dirijo hacia el camino del río, que lo habíamos subido todo el grupo varias veces pero que es la primera vez en sentido inverso. Sigo hasta dejar atrás el desvío a la izquierda y continúo hasta la entrada hacia el lago. Me interno en la frondosidad de este tramo que hasta hace poco, o quizá aún lo sea, era propiedad privada, como aquí no hay valla paso “al otro lado” y sigo en bajada hacia el lago. Este es un sitio mágico. El tupido verde del techo arbóreo oscurece la fuerza de los rayos del Sol amortiguando tanto su calor como su luz. Hay que quitarse las gafas de sol para poder ver bien todos los matices y colores de la vegetación. Los aromas. Los sonidos. El intenso olor a pino recalentado en la parte de arriba, y fresco y húmedo aquí abajo; la pinocha sirviendo de manto, y, atesorando la humedad y nutrientes de su, en este caso, nada asquerosa putrefacción. Ese penetrante olor de savia que sabe a vida. Todo este conjunto golpea con fuerza los sentidos.

Y entonces la visión del lago. A diferencia de hace año y medio que vinimos por aquí, hoy es todo una mancha verde. Una espesa capa de hojas cubre el lago y no deja ver el agua que, a buen seguro, hay debajo de la vegetación. Parece una mullida capa de musgo luminiscente, una nube de algodón verde reflejada en el estanque.

Me quedo fascinado de la visión y el aroma. Y para completar todo el conjunto los sonidos. Mil y una especies de pájaros cantan a mí alrededor trasportando el sonido bajo la bóveda arbórea en ecos inacabables que rebotan sin cesar en cada rincón de este santuario. Tras un breve descanso para desconectar del mundo exterior me pongo en marcha para seguir el camino un poco más abajo. Llego hasta el acueducto que canaliza el agua del lago hacia el otro lado del barranco de Mandor. Un acueducto de dos ojos, viejo, desvencijado, dejado de la mano de Dios y del hombre, atacado por la intemperie y el olvido.

Se me empieza a hacer tarde así que me pongo en marcha. Llegaré hasta el camino y bajaré hasta el río. Desde allí cruzo el Turia por el puente junto a la acequia de Moncada y subo hacia la parte de atrás de la potabilizadora de La Presa. Podría haber vuelto por el río pero como estoy cerca del otro camino decido hacerlo y no “enharinarme” con tanto polvo como tiene el camino del “riíto ese”. Vuelvo por el antiguo camino para sumergirme en la densa chopera de masía de Traver y recorrer este paraje junto al río, viendo al otro lado como se aleja el camino que tomé hace unas horas cuando comencé la ruta. Llego al P.I. y de allí a casa a reponer líquidos en forma de cerveza fresquita que tanto y tan bien quita la sed y repone los minerales perdidos por el camino en este precioso día de calor y paisajes a lomos de mi infatigable compañera de viajes.