miércoles, 30 de junio de 2010

Calles-desvío Ropé-V.G.ElAlto-Domeño

Segunda tentativa nula de esta ruta en la que intentaba subir hasta el 5 Pinos desde Calles. Esta vez el intento era más audaz que en la anterior ocasión. Ya que iba a pegarme la paliza había planeado una ruta de órdago a la grande. Después de subir hasta el V.G. tenía pensado volver dando “un pequeño” rodeo. Adentrarme en la cordillera e ir pegado al barranco del Reatillo remontando hacia Villar de Tejas, pasar por fuente de los Moros e ir hacia la ermita y fuente de la Hoya del Rayo, corrales de Ricardo y volver a subir la cresta de estos montes que sería como la subida hacia el Ropé pero desde el otro lado de la cordillera. Desde allí bajar hacia la fuente de Chelva e incorporarme al camino Benageber- Chera hacia la izquierda, subir hacia los Visos para bajar por el Tiñoso y cerrar el circulo hacia Calles, ahí es nada. 70 Km. del ala y un desnivel que no quiero ni mencionar por miedo a que pueda ser cierto cuando por fin pueda completar la dichosa ruta, si es que algún día me animo a morir en el intento. Tras este segundo fiasco he decidido que esta ruta hay que acortarla sea como sea. Y la mejor manera que se me ocurre es subir en coche hasta el desvío del Ropé- Villar de Tejas y hacer el resto de la ruta, esto, por si solo ya acorta en más de 17Km. la ruta, pero es que le quita un desnivel positivo de unos 650 metros. Esto lo facilitaría todo un montón, aparte de 2 horas menos de pedaleo. Así que ya estoy preparando la “nueva” ruta para cuando se den las circunstancias apropiadas. Pero voy a relataros en que ha quedado la ruta de hoy.
Hasta el Ropé era todo conocido; una subida del 7 pero tendidita y sin grandes rampas. Eso si, sin un solo descanso prácticamente en todo el ascenso. El único descanso es la bajada hacia La PuenteAlta que previamente has subido desde Calles con lo que el desnivel ganado es cero pero el acumulado ya son más de 200. Las sensaciones son buenas en el inicio del camino de tierra. La llegada a Jórgola para almorzar y poner algo de gasolina al cuerpo sin contratiempos. Pero después del almuerzo y a diferencia de lo que me suele pasar, empiezo a notar las piernas cansadas. El agobiante calor tampoco ayuda en nada a paliar la cada vez mayor sensación de cansancio. Tanto es así que pasado el desvío de las Marianetas no veo la hora de parar a descansar bajo una de las sombras que manchan el camino. Casi sentado en el suelo veo como la vista me juega una mala pasada inventando colores en el luminoso cielo azul. ¡Uf! Esto es el principio de una pájara. Agua casi a borbotones para refrigerar el sistema y equilibrar la paleta de colores en mis ojos y en todo el disco duro interno. Recuperadas las fuerzas me pongo a pedalear pero ya estoy pensando que esto es una locura. Decido darme un margen antes de tirar la toalla. Quiero llegar al desvío del Ropé con el camino de Villar de Tejas, allí decidiré qué es lo que hago.
Voy subiendo tranquilo, sin forzarme para intentar recuperar sensaciones de pedaleo, pero las piernas son de corcho pan desde hace un buen rato y las posaderas ya ni sienten ni padecen. Llego al desvío. Me tiro de cabeza a la sombra de los pinos para decidir, mientras seco la camel back, si continúo o si me vuelvo. La decisión ya estaba tomada pero no quería admitirlo sin haber luchado un poco. Un nuevo amago de desfallecimiento me dará la puntilla para corroborar la decisión que había tomado mientras hacía este inútil esfuerzo. La inteligencia del cuerpo en avisar con estos amagos es sorprendente. Lo estúpido es no hacerle caso. Vale, mensaje recibido con acuse de recibo y por duplicado. Paro el GPS y le pongo la alternativa en pantalla. Esta alternativa era por si tenía tiempo y ganas de otra aventura algún otro día, pero visto lo visto o es hoy o no será mañana. Retrocedo hasta el desvío de las Marianetas, camino de bajada que me hace disfrutar de la bajada técnica en que se ha convertido este tramo de camino por culpa de la gravilla. Ya en el desvío, por este camino hacia la Balsa de Cargas. Llego al siguiente desvío en mitad de una larga recta hacia la fuente de Juan Gijón. Entro en un camino bastante más deteriorado que este por el que venía. Llego a otro cruce y este si que es (creo), el indicado hacia la fuente. Lo dejo a mi derecha y continúo recto, enseguida otra bifurcación que tomo a la derecha. Según “Treki” el de la izquierda es por donde volveré después de visitar el V.G. de El Alto.
El camino va empeorando por momentos, el firme, a fuerza de no transitarlo está siendo tomado por la vegetación autóctona en un intento de recuperar lo que siempre fue suyo y que los humanos tomamos al asalto por la fuerza bruta. Ya veo al frente la inconfundible silueta del mojón blanco coronado por cilindro del mismo color.
Las montañas ondulan a un lado y otro de los innumerables barrancos que nacen a esta altitud y se despeñan ladera abajo en busca de un río taponado por un embalse en este lado de la montaña. Llego al camino de acceso al V.G. La pendiente y, sobre todo, el bosque de matorrales que pueblan el camino y las orillas del mismo, hacen imposible subir con la bici así que pie a tierra y a subir andando. Tan solo son unos cien metros sin mayor dificultad que algún arañazo en las piernas con los matorrales. Llego arriba para contemplar extasiado la panorámica que se ofrece del pantano de Loriguilla.
La “barrigona” montaña no permite una vista de caída libre o cortado sobre el pantano o sobre el barranco, el desnivel se desliza progresivamente por la ladera de una montaña que se corta unos metros más a mi izquierda en aquel acantilado que descubrí el año pasado cuando subí desde la Balsa de Cargas; entonces no llegué hasta aquí por desconocimiento pero las vistas del cortado eran espectaculares aunque no se veía claramente el pantano.
Hoy sin embargo tengo visión periférica de 360º. Y la claridad del día permite ver bastante bien en la lejanía. La Carrasquilla hacia el Sureste tapando el Pico Hierbas, el Ropé al Sur, a su izquierda el Tejo indicando la línea del embalse de Buseo, el Negrete al Oeste con sus antenas sobresaliendo por encima de la cordillera del Tiñoso y los Visos. El Remedio de Chelva, el Castellano, Javalambre o el Toro hacia la parte norte, y La Calderona deslizándose hacia el mar completan mi rápido recorrido del paisaje. Bajo mis pies el embalse de Loriguilla es una mancha azul intentando rellenar el verde vacío entre las montañas.
La capacidad del lago con las aguas de este invierno y la primavera ha aumentado hasta cotas olvidadas desde hace años. Aún podría ser mayor de no ser porque la presa no puede, por problemas técnicos, albergar todo el caudal que ha soltado el pantano de Benageber, aguas arriba del río Turia. Una rapaz me sobrevuela como si quisiera asegurarse de quien ha venido a contemplar su territorio. Se desliza por el aire con exquisita delicadeza orgullosa de su vuelo y de su territorio. Me encaramo al pilar para gozar de todo este paisaje, allí sentado y contemplando casi el infinito pasaré unos minutos escuchando la naturaleza que bulle a mi alrededor.
Casi adormecido por el cansancio y el fustigante calor, me sumerjo en la sombra de los potentes aromas que emanan de la vegetación recalentada por el Sol y que todo lo cubre. Salgo de mi ensoñación, pues toca volver. Sigo el camino marcado en el GPS y que le da la vuelta a esta montaña. Bajo hasta la bici y continúo hacia delante en una bajada rota que me muestra otro tremendo barranco a mi derecha. Llego a un lugar sin salida para comprobar que me he pasado unos metros el desvío a la izquierda. Retorno para tomar el desvío en un camino aún más roto y deteriorado que este. Pronto se vuelve intransitable pero como va de bajada me animo a sortear baches, piedras y ramas en mitad del “camino”. Tras una bajada un tanto loca, y viendo lo que me espera al otro lado del barranco, decido dar media vuelta y volver por donde he venido. En la otra ladera se ve un camino a lo lejos, pero por donde llegar hasta allí es lo que resulta complicado.
Arrastro un tramo la bici y llego otra vez hasta la base de la montaña, desde aquí ya es otra vez ciclable el camino. Voy dejando atrás los cruces y por fin llego de nuevo al camino principal, lo tomo a la derecha, hacia las casas de Romero que es donde está aquel “mirador” que me inventé sobre el barranco. Hoy no voy a parar otra vez allí. Continúo hacia la bajada de la Balsa de Carga. Cuando empieza la bajada me sorprendo del estado del camino. Nada tiene que ver con aquel pedregal que subí a duras penas el año pasado. Ahora es casi una autopista forestal. Ancho, sin baches, con buen firme y con la gravilla muy prensada, lo que da seguridad bajando. Desde la primera curva la vista del valle es imponente.
Tengo que tirar de freno ante la aceleración de la bici que no ve peligro alguno en las curvas. En un suspiro llego al canal principal del Turia que aquí se hace visible durante un buen tramo. Desde Benageber viene horadando la montaña y haciéndose visible solo en algunos tramos. Junto al canal tomo el camino de la derecha hacia la Balsa. Un poco más allá una puerta de hierro me cerrará el paso dejándome con las ganas de comer en un lugar tan especial. Así que media vuelta y todo para abajo en una bajada vertiginosa que solo romperé para contemplar la imagen del Turia abriéndose paso entre la vegetación.
Llego hasta el río y lo cruzo para ir a comer a la zona de Las Riberas. Fuente, comedor y refugio en una zona de arboleda junto al río, donde los eucaliptos mecidos por la brisa dejan andanadas aromáticas que saturan el lugar. Cuando no, los pinos, recalentados por el intenso Sol, son los encargados de aportar un toque de fragancia a la pesada atmosfera que se respira ahí afuera lejos de este vergel de frescor y paz entre los pies de las montañas y el río.
Después de comer sigo la rutina del grupo y me acomodo sobre los bancos para una ligera siesta. Pero mi cabeza flota en la paz del lugar, más interesada en captar el momento que en desconectar de él. Así que me levanto y paseo un poco por la zona capturando alguna imagen para el recuerdo.
Mi dilema ahora es: voy hacia la PuenteAlta remontando el río y luego subo hacia el radiofaro y me marco una bajada memorable, previo pago de la subida, o bajo junto al río hasta la Cola de Caballo y desde allí rodeo Domeño para remontar el río Tuejar, casi llano, hasta Calles. Con lo justo que voy de fuerzas me decido por la opción más llana que además tiene la mitad de distancia. Admiro en este paseo de regreso a casa la belleza del cañón del Turia y la fuerza que aún atesora a pesar de ser un río domado y completamente vertebrado para uso principalmente agrícola.




Me fascino con las paredes de “ladrillos” que hacen de la montaña un muro en el que poner pieza tras pieza para una finalidad totalmente desconocida para mí. No sé que se propone la naturaleza a no ser demostrar que es mejor arquitecto que los hombres. Por fin voy acercándome a casa pensando únicamente en la cerveza fresquita que me voy a tomar metido dentro de la piscina mientras mis piernas descansan de esta tortura a la que las he vuelto a someter. Flashes de lo que he visto hoy me asaltan en la última rampa para hacer más llevadero este desnivel que ya huele a cerveza. No veo el momento de volver y retomar la aventura que hoy no he podido culminar.

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