miércoles, 21 de julio de 2010

RibaRoja-Benissanó-LaManguilla-Vallesa

Esta es otra ruta de estas rutas de continuación en busca de nuevos caminos que nos aparten un poco de los tan trillados de Les Rodanes y Llíria en todas sus versiones. Por eso, desde hace unas semanas me he puesto a recorrer caminos cercanos pero no rodados anteriormente, bueno, en algunos casos si que los conocía pero no había ido muchas veces por ellos. Son caminos que les enseñaré al grupo, aun sabiendo que algunos no les gustarán pero, ¿quién sabe? A veces, el camino que menos te esperas te sorprende con algún aliciente o un tramo divertido, esto es tan subjetivo y personal que hasta que no recorres el camino no lo sabes. De momento los estoy recorriendo en solitario y ya veremos. Esto es lo que me he encontrado hoy.
Otra vez bajo hasta el río. Esta vez voy hacia Manises y después del primer puente salgo a la izquierda para coger el camino asfaltado que tomábamos hacia Benaguacil. Llegaré hasta allí por el camino de la balsa de riego y el Mas de la Trinidad. Lo bonito de este camino, a pesar de ser asfalto y tener algún que otro coche, es la vista siempre de frente a La Calderona con San Miquèl a la izquierda.
El aroma de azahar en primavera y los colores del fruto en invierno, amén de un sin fin de variados y coloridos cultivos; las alcachofas comienzan a florecer en un estallido de color con sus pétalos en forma de cepillo redondo e intenso morado, dejan su impronta en el recuerdo. Dejo atrás el Molí de Baix que hoy no baja con agua, es la primera vez que lo veo seco. Subo hacia la carretera y sigo el mismo camino que la última vez hacia Benissanó. Haré el mismo camino, así que llegaremos rápido hasta allí pues los campos entre Benaguacil y Benissanó son similares a estos. Ya en el pueblo rodearé el castillo para volver a verlo por detrás, no me canso de verlo cada vez que vengo aquí.
Luego bajaré por el portal de Bétera con la intención de continuar recto, pero han cambiado el sentido de las calles y es bastante estrecha como para no querer ir contra dirección, hay tan poco tráfico en las otras calles que aquí no merece la pena ir contra sentido. Este hecho me hará dar un poco de rodeo y pensándolo bien, desde el castillo, podría haber recortado unos metros. Bueno, al fin salgo por el camino de Olocau, paso junto al P.I. Turianova, cruzo por encima de la CV 35 y paso junto a una enorme granja donde unos pobres pollos buscan el fresquito del Sol, no quiero imaginarme la temperatura de dentro… ahora entiendo mejor el concepto de hornos industriales, o quizá son altos hornos. Doy unas cuantas pedaladas rápidas para poner tierra de por medio o me quedaré a comer aquí. El camino serpentea por encima de una colina. Arriba paro para observar las panorámicas que voy dejando atrás.
Hacia delante comienzo a bajar una cuesta no muy pronunciada pero divertida que me llevará junto al campo de tiro de La Pobla, sigo y dejo atrás algunas urbanizaciones que quedan a un lado y otro de este camino que ahora baja hacia el curso del barranco de Pedralvilla. Lo cruzo y al poco me interno en una urbanización que tendré que cruzar para llegar a la zona de recreo que estoy buscando. El recinto vallado, o mejor, delimitado, con postes de madera a media altura y un portalón al estilo de rancho de película del Oeste.
Justo enfrente un parking de bicicletas a un lado y otro de la fuente; detrás el merendero cubierto junto a un parque de juegos. Diseminados por el paraje bancos y mesas de madera bajo la pinada. Tengo la mala suerte de haber llegado en plenas obras de mantenimiento y el ruido de las cortadoras de maleza es insoportable. Busco un banco lo más adentro posible por el camino señalizado y balizado de piedras a un lado y otro. Es un sendero de circular de poco más de un Km. de longitud que serpentea entre los árboles y nos enseña las virtudes de este paraje municipal protegido. Será tarea inútil intentar huir del ruido, puesto que los bancos están todos concentrados en la zona cercana al merendero, así que la vuelta me servirá de reconocimiento del lugar. Almuerzo en el más alejado que encuentro. Antes la caída de rigor de todas las semanas. Al intentar bajar de la bici, ya con un pie en el suelo pierdo el equilibrio y no puedo salvar el desplomarme hacia un lado. Lo vivo como si lo viera desde fuera a cámara lenta…uuuuuuuuuu, puf. Me veo en el suelo con los ojos como platos y no dando crédito a lo que me acaba de pasar. Encajado entre la maleza y con la bici encima es más fácil pensar en levantarse que hacerlo, mirada rápida para comprobar que nadie me ha visto ya que hay un grupo de chavales en una excursión del colegio o algo así, un grupito de 10 ó 12 chavales, si me llegan a ver se enteran hasta en Japón de mi caída, aún estoy oyendo las risas.

Después de almorzar me pongo en marcha por un camino rumbo al Este, es un escenario parecido al tramo entre Guarda y el Pla de Lluc, no muy lejos de aquí, de ahí la similitud. Cruzaré otra vez el barranco de Pedralvilla para cambiar la fisonomía del paisaje; ahora transito “entre naranjos”, y ¿hay algo más típicamente valenciano que una barraca entre naranjos?
Iré tomando varios caminos, abandono el camino de Bétera y zigzagueando entre los campos dejo atrás un par de pozos, el de los santos de piedra y el de la sagrada familia, hasta llegar a una gran balsa de riego con un V.G. El recinto vallado no me deja localizar la señal geodésica, quizá haya un camino por el otro lado. Otro día lo buscaré, hoy continúo para pasar al ratito junto a otro de los monumentos típicos de esta zona, los “catxirulos” o casetas de piedra seca.
Entro en una urbanización y giro a la derecha, una bajadita y me encuentro con que el camino a seguir tiene una puerta y una valla cerca el campo. Consulto la pantalla de “Treki” y llego a la conclusión de que volviendo atrás haré menos camino que si sigo hacia delante rodeando el campo. Poco a poco voy acercándome a la carretera de San Antonio a Bétera. A lo lejos se ve el centro de rehabilitación. Llego a la carretera y estoy un buen rato hasta poder cruzarla, los coches vienen de un sentido cuando se paran del otro, paciencia. Por fin al otro lado me encamino hacia el parque tecnológico, pero al llegar allí no hay forma de poder entrar en lo que sería el recinto, así que la salida natural es hacia el hospital. Allí tomaré la pasarela para cruzar nuevamente la autopista y llegar, por carril bici, o al menos eso intentan que nos creamos, al pintar el arcén de rojo, hasta la rotonda del parque tecnológico con La Cañada. A ver, un arcén pintado de rojo o verde como cualquier carril bici, si no tiene una zona de separación de la carretera sirve de poco, si además está tan sucio como cualquier arcén y tienes el peligro de pinchar o enredarte con cualquier rama de arbusto o árbol que crece en los márgenes, sirve de poco. Pero, entre eso o que no haya nada, al menos este color hace que, de alguna manera, los conductores sean más conscientes de nuestra presencia y de que se pueden encontrar tráfico ciclista. Digamos que los ciclistas ganamos un punto con esto, solo un punto, pero entre esto y un cero prefiero ir sumando. Ya en la rotonda giro a la derecha hacia La Cañada intentando coger un camino a la izquierda, pero la velocidad a la que vienen los coches me hará desistir de intentar cruzar y quedarme en medio de la carretera esperando que me dejen pasar, así que me tiro para abajo y llego al carril bici de abajo junto a la rotonda, cambio de sentido y para arriba hasta meterme en la urbanización, ya retomaré el camino al final de esta. Luego veré que es un error pues tengo que cruzar la carretera de abajo por un sitio más peligroso que si lo hubiera hecho por la rotonda. Otra vez paciencia hasta encontrar el hueco. Me acuerdo de aquel video juego de la rana cruzando entre los coches, aunque ella lo que intentaba era no caerse de ellos. Después de cruzar me pongo paralelo a la A 7 y llego por un camino de tierra que cruza el barranco de La Fuente, que es el que atraviesa La Cañada, hasta la vía del metro. Las obras que encuentro allí harán que desista de cruzarla y me voy paralelo a ella hasta La Cañada, allí cruzo y llego hasta el pueblo, ya solo tengo que seguir recto y meterme en el bosque de La Vallesa. Siempre pegado a la vía saldré junto a la estación de metro del Clot, por allí cruzo la vía y bajo hacia el río pasando el barranco de Granolera por el Clot de Navarrete. Ahora a Masía de Traver y al lavadero a dejar a la “dilin” como una rosa antes de llegar a casa y castigarme con un zumo de cebada fresquito y una refrescante y reparadora ducha, los 62 Km. de hoy bien lo merecen.

miércoles, 7 de julio de 2010

SantViçent-Castellet de Bernabé: (por Bodegas las Veinticuatro)

Tenía un par de rutas desde Llíria que se adentraban en la zona de la Concordia y luego tocaban algo de montaña. En esta primera incursión, además, se daba la circunstancia de rodar algunos tramos de otras rutas realizadas por el grupo, así que conseguía ir enlazando caminos tocados por el grupo. Saliendo desde el parque de Sant Viçent me dirigí hacia el camino de Abanillas y desde allí hacia las Bodegas las Veinticuatro, luego a las de Torres y desde allí hasta el Castellet de Bernabé, después tocaría regresar al punto de partida para cerrar la ruta, esta es la cronología de esta rodada.
El día amaneció caluroso y despejado, las previsiones daban el máximo calor para mañana jueves, así que me adelanto al temido calor africano y me pongo en marcha un día antes. Llego al parking de Sant Viçent y dejo el coche bajo la sombra de una “garrofera”, algarrobo en castellano confiando que su sombra perdure hasta mi regreso. Unos estiramientos y me pongo en marcha poco antes de las 9. Retrocedo un poco por el carril bici hasta cruzar la CV 25 y remontar por la urbanización San Gerardo bordeándola por la izquierda, luego un poco de callejeo y el camino vira a la derecha, llegaré junto a una granja abandonada en serio estado de deterioro y continuaré junto a una pared a mi derecha que me dará sombra por un largo centenar de metros hacia la urbanización El Romeral. Paso junto al pozo de Sant Agustí, una placa de azulejos con la figura del santo identifica el lugar. Al poco de eso giro a la izquierda ya en la urbanización y me encamino hacia el pozo de la Olivereta, enseguida giro a la derecha por el camino de Calbo y un poco después a la izquierda para transitar junto a la rambla Primera o Escarihuela que muestra la fuerza del agua erosionando su pétreo fondo hasta formar pozas y agujeros en la misma piedra. La cruzaré poco después por este camino que pasa por el fondo del barranco, no podrá ser así en época de crecida de agua ya que el camino estará cubierto y si baja mucha agua lo hará con fuerza. Comienzo a alejarme de la zona urbanizada y por lo tanto los campos de cultivos empiezan a adueñarse del paisaje cercano. La variedad de cultivos pone color al lienzo de esta fértil tierra regada por las aguas del Turia y los numerosos pozos existentes en la zona. A lo lejos La Calderona impone su silueta. Bueno, no tan a lo lejos. Las montañas que antes parecían estar dibujadas en el horizonte comienzan a cobrar volumen y se hacen tridimensionales a ojos vista.
Ya tienen esa cercanía que permite identificar barrancos y caídas, peñas y montículos en su propia fisonomía.
Toda esta zona está regada por las aguas del canal principal de Turia que, saliendo desde el mismísimo pantano de Benageber trae sus aguas hasta aquí, y junto con los numerosos pozos de la zona convierten estos parajes en un mosaico de diversos cultivos. Nuevo giro a la derecha y me encamino hacia el canal. Lo cruzaré para recorrer un camino ya ciclado en la ruta Olocau-Molino de la Ceja, pasando por aquel mar de naranjos junto al Mas de Moya. El camino sigue con tanta gravilla suelta como en aquella ruta pero no es un gran obstáculo para poder avanzar. Al rodear los naranjos hacia la izquierda me encuentro con la primera de una serie de rampas cortas pero intensar, rampa descansillo, rampa descansillo, así hasta en siete ocasiones hasta llegar a la zona más alta de esta montaña. Aprovecho que estoy arriba para hacer una parada y gozar de las magnificas vistas que ofrece este privilegiado enclave.

Lastima de la bruma que vela el paisaje a lo lejos. Una pequeñita bajada da un respiro tras el esfuerzo de las sucesivas subidas que, a pesar de ser cortas, han necesitado una buena dosis de energía para subirlas, máxime con el estado del terreno muy roto en algunos puntos y con piedras sueltas que dificultaban la trazada. Justo abajo me encuentro con el cruce de caminos: a la derecha, junto a la rambla Primera se inicia el camino de subida hacia el alto del Romero. A la izquierda será camino nuevo para mí hacia el Mas de Abanillas. Me interno en territorio desconocido. Una rapaz de grandes dimensiones sobrevuela mi lento avance por este camino que en ciertos tramos parece un campo de minas recién explotadas. Algunas rampas de considerable porcentaje acuden para poner mayor dificultad al avance. Me dirijo hacia el depósito contra incendios de las Boqueras. Lo dejaré atrás en el último tramo de subida luego de una rampa asfaltada que a diferencia de otras no es por el desnivel si no para recoger las aguas de escorrentía y llevarlas hacia una charca acondicionada como bebedero de animales y hacia el propio depósito que queda en un nivel inferior a esta. Sobrepasado esto ya tengo vista del otro lado de la montaña. Me sobrevuela otra ave de grandes dimensiones pero mucho menos natural que la de antes, poco después me cruzaré con un pequeño convoy militar por estos caminos.

Desde arriba de la montaña una profunda depresión deja ver desde muy abajo el camino de Abanillas y de Cucalón y las Bodegas de las Cerveras que seguro vivieron tiempos mejores. Me incorporo al camino de Abanillas y recorro apenas 100 metros en sentido contrario para llegar a tener vista directa sobre esta bien cuidada y conservada Masía. Luego doy media vuelta y empiezo a bajar el camino con una tremenda rodera en medio que me hará tirar de freno más de lo que me gustaría. A la altura de las Cerveras sale un camino a la derecha que deja ver a lo lejos, mimetizadas entre las laderas, las viejas bodegas de las Veinticuatro.
Este nombre se debe a las veinticuatro casas idénticas que se levantaban en la zona. A la vista de este paisaje cuesta creer que en algún tiempo aquí se cultivaban vides. Hoy, los olivos y el monte bajo se adueñan del entorno. El abandono de este cultivo y poco a poco del caserío, se debió a la plaga de la filoxera a principios del siglo XX.

Busco un lugar a la sombra en el que almorzar y descansar un rato. Lo encontraré en el “camino” empedrado que sale de estas casas hacia las vecinas Bodegas viejas de Torres que se ven en lo alto de la colina de enfrente. Almuerzo sentado en una de las piedras que sobresalen del camino a la sombra de un pino. La sudada que llevo es impresionante. El pañuelo con que me cubro la cabeza está para escurrirlo y lo dejo tendido al sol sobre una coscolla, lo recogeré seco en los apenas 15 minutos que estaré parado. Soledad y paz es lo que encuentro en este entorno aislado del resto del mundo. Es difícil imaginar las duras condiciones de vida de la gente que vivía aquí en otros tiempos sin los adelantos tecnológicos que hoy nos facilitan tanto la vida. Acabado el almuerzo reanudo la marcha bajando por una escalinata de piedras que es más apropiado que llamar camino a esta locura. De repente desaparece el ancho del camino y se convierte en una senda que volverá a ser camino unos metros más allá. Luego el camino remonta hacia las Bodegas de Torres.
En el pequeño poblado contrastan las casas de piedra en ruinas con las casas lucidas y pintadas de blanco, puertas metálicas, placas solares y antenas de televisión completan el impacto visual.

Desde aquí descenderé hacia el camino también conocido de la ruta de Balsas-Molinos de Alcublas que sube hacia el puntal del Llop, aquel precioso mirador sobre el valle del Turia. Una vez incorporado al camino girando a la derecha, queda el tramo más duro de la jornada ya que la subida tiene los mayores desniveles y el camino sigue en condiciones penosas de piedras sueltas. Paso junto al depósito de incendios y remonto la peor rampa hasta la curva de 180º que marcará el final de la subida, el último tramo viendo el final se sube solo. Hoy no subiré hasta el mirador. En cambio me lanzo de frente hacia un tramo de camino nuevo. La bajada se hace rápida pero con la precaución de conocer los caminos de la zona. No están para muchas alegrías dada la cantidad de piedras y algunas roderas que he ido encontrando por los caminos colindantes. Desciendo por el camino del cavalló de L’Olivera, enclavado en un pequeño y cerrado valle entre las montañas que superan los 500 metros de altitud. Llego abajo y giro a la izquierda. Salgo de la montaña a zona de cultivo. Al poco giro a la derecha que me lleva hacia la carretera de Alcublas. La tomo a la derecha por unos doscientos metros, luego a la izquierda hacia el Castellet de Bernabé, un poblado Ibero habitado entre el siglo V y III a.C. Ya se ve de frente aupado en un altozano que domina la zona.
La excavación arqueológica vallada y cerrada impide el paso en un primer momento. Pero fijándome bien veo que el candado no está cogido a los dos vástagos y que girándolo un poco se puede abrir la puerta. Leo con detenimiento los carteles y me dispongo a visitar las ruinas intentando no dejar huella de mi paso por este lugar. Tan solo quiero ver los vestigios de un pasado tan lejano como los más de 2000 años que contemplan este lugar. La simetría de las medias paredes de piedra a los dos lados de la única calle principal y el pozo en el centro llaman poderosamente la atención.

Desconozco si las piedras que quedan son de la época o si es una reconstrucción de lo que fue este asentamiento. Un par de fotos después desciendo nuevamente la rampa de acceso para cerrar tras de mí la puerta y dejar el lugar como si nunca hubiera estado aquí. Bebo un poco de agua sentado a la sombra de la pinada mientras contemplo el recinto amurallado antes de partir. Solo me queda volver al parque de Sant Viçent y beber la fresca agua de su fuente. Aprovechando el escaso tráfico de esta carretera decido bajar hasta el desvío del camino del canal por la carretera y aprovechar el desnivel a favor para llegar rápido. Tan solo dos coches me adelantarán en este tramo que bajaré a casi cuarenta por hora dando pedales. Llego al desvío y giro a la izquierda adentrándome en el camino del canal. El agua ruge a mi lado y corre veloz encajonada entre los muros del canal. Dejo atrás la balsa de riego junto a Casa Carlos, una masía que domina una gran extensión de cultivo.

Esta balsa a parte del riego supone un recurso de vida para muchas aves que se aprovechan de este reducto para saciar su sed. El camino discurre junto al canal y llega hasta el Mas del Espinar que protegido por una muralla de árboles aún deja ver su tejado por encima de estos. El sofocante calor me hace parar para refrescarme los brazos con las aguas del Turia que no han perdido su frescor en estos Km. de canal desde Benageber; aún recuerdo el gélido viento que salía del túnel bajo la montaña allá por Chelva antes de volver a sumergir sus aguas bajo la montaña.
Pese al calor, y aún con los avances técnicos que mejoran las condiciones de trabajo, el campo no da tregua y exige su cuota de esfuerzo día tras día, no debe ser fácil trabajar en un día como hoy.
A partir de aquí volaré por el camino de tierra y luego por los caminos asfaltados hasta llegar a la CV 25. Antes de esto y tras pasar por el vivero de El Palmeral, notaré un desfallecimiento. Lo achaco al calor, pero esto va a más y justo antes de tomar el carril bici junto a la carretera busco una sombra donde detenerme y descansar un poco. Decido morder una barrita a ver si me aporta algo de energía, pero conforme llega a mi estomago sale otra vez junto con todo el almuerzo. Descanso un rato y continúo a la vista de lo poco que me queda para llegar al coche. La fuente de Sant Viçent es mi única meta y mi salvación ahora mismo. Me refresco la cabeza, brazos y piernas y bebo lo que no está en los escritos. Pero me da el tiempo justo de meter la bici en el coche y volver a tirar, esta vez, toda el agua que había bebido. El camino en coche hasta casa es un suplicio de proporciones bíblicas. Estoy tan cansado que tengo miedo de parpadear por si no vuelvo a abrir los ojos. Pensando en que puede haber sido esto descarto un golpe de calor y me inclino más por un incidente que me había pasado desapercibido con el fragor de la ruta pero que en su momento me dio un buen susto: cuando estaba entrando en las Bodegas de Torres, justo después de almorzar, oí un ruido como si se moviera algún pajarillo entre la maleza, pero es que justo después la rueda de atrás se quedó trabada mientras algo me tocaba la pierna derecha y detenía la bici de un tirón brusco. El susto de no saber lo que estaba pasando hizo que casi se me saliera por la boca el corazón. Casi me tiré de la bici para poder coger perspectiva de lo que estaba agarrando la rueda trasera. Al final no fue más que una enorme enredadera que, haciendo honor a su nombre se había enredado en el cassette y ya no daba más de sí bloqueando el giro de este, el otro extremo, en uno de sus giros había subido hasta tocarme la pierna. Ahora supongo que el susto me ha cortado la digestión y el calor y el esfuerzo de las subidas posteriores han hecho el resto para que al final me haya dado este “yuyu”. Llego a casa casi por automatismo de conocer la carretera. Es una sensación parecida al día de Aras, solo que ahora no tengo frío pero el inmenso cansancio me dificulta hablar y casi no puedo explicarle a Teba lo que me pasa. Me meto en la ducha y dejo que el agua caiga sobre mí a ver si puede arrastrar junto con la suciedad y polvo del camino el sudor y el cansancio que me impide hacer cualquier movimiento. La crónica y los datos que me dará “Treki” y las fotos los dejaré para mañana, hoy no tengo ganas de hacer nada hasta la hora del futbol en el que espero será un gran día para la roja, al menos, y a pesar del desfallecimiento, tanto como para mí.


TRACK DE SANTVIÇENT-CASTELLETdeBERNABÉ