miércoles, 27 de octubre de 2010

PlaLluc-MiradorL'Abella-CerroLaMata-Ventisquero

Desayuno frente a la ventana de la cocina contemplando las montañas que en un ratito estaré subiendo. Miro el termómetro al otro lado del cristal que marca 9º. El frío Sol matinal que acaba de despuntar aún no calienta lo suficiente y la atmosfera está cristalina y en calma. Eso hace que las montañas no tengan relieve, que parezcan enormes dibujos tendidos del cielo, naturaleza muerta inmutable, imperturbable a través de su efímera eternidad. Pero La Calderona no es eso. Su naturaleza geológica la hace estar tan viva como la propia vida que crece y se desarrolla en ella.
Su constante cambio debido a la erosión la hace mostrarse siempre nueva, siempre cambiante, hasta que, por fin, mucho después que nosotros, tan solo sea un recuerdo en la arrugada piel de La Tierra. Hago repaso mental de todo lo que tengo que llevar mientras meto la bici en el ascensor y la cargo en el coche. Un viajecito desde Riba Roja al Pla de Lluc donde empezaré la ruta. Pero sorpresa… el coche se ha quedado sin batería y eso me hace perder más de una hora en el taller y toda la historia alrededor. Antes de salir de casa ya llevo un dineral en gastos. En fin, a lo que íbamos.

Llego al Pla y me dispongo a comenzar la ruta de hoy. Con la bajada de las temperaturas conviene calentar con algo más de intensidad. Luego me pongo en marcha poco a poco para ir adquiriendo una velocidad constante en este tramo casi llano. Sigo las indicaciones del “Treki” cuando este me saca del camino para enfilar la font de L’Abella y el desnivel empieza a dejarse notar. Este camino es paralelo, por el valle de la izquierda al que últimamente tomamos para subir a Tristán. Más a la izquierda queda el camino paralelo al barranco de Villuela y la font de La Gota, pero el penoso estado de dicho camino hizo que dejáramos de transitarlo ya hace algún tiempo. Hoy pruebo este camino nuevo para descubrir una parte desconocida de la sierra. Gano altura rápidamente entre una zona de vegetación de monte bajo y algún pino solitario o bien reducido a pequeños grupos aquí y allá. La altitud comienza a ofrecer impresionantes vistas, ya conocidas, del valle del Turia. No por ello menos apreciada.
Abro la chaqueta para poder refrigerar un poco ya que la sudada comienza a ser importante. No me molesta tanto pasar un punto de calor como pasarlo de frío, pero si puedo refrescarme un poco ahora mejor que mejor. El camino sigue subiendo en zigzag, entre sol y sombra, entre el frescor de la umbría y el calor de las zonas expuestas al Sol que por momentos intenta alcanzar su zenit en este cielo otoñal.
La luz es espectacular, cada otoño pensamos lo mismo. Una luz diáfana y nítida que todo lo ilumina pero que emana de esa solemne melancolía que se derrama por la atmósfera y que todo lo inunda en esos días previos al invierno, cuando las temperaturas bajan para anunciar el inminente cambio. Esa misma luz, o mejor dicho su ausencia, que marcará, como cada año, esos días de tristeza interior que me invade sin remisión y que solo el transcurrir de unas semanas curará al asimilar la nueva rutina. Pero ahora aquí en medio del monte no siento esa carga emocional negativa, todo lo contrario. Me lleno de vida e ilusión en cada pedalada hacia la cima. Descubro a lo lejos en el camino lo que imagino como la fuente.
El juego de piñones y la cadencia, todo lo constante que permite el bacheado del camino, me acercan rápido hasta la fuente. Algo más arriba, siguiendo el camino, el mirador. Corono el alto y sale un camino a la izquierda, lo tomo para llegar, unos metros más allá, al mirador. Rodeado de una barandilla de madera y un par de escalones por encima del llano donde se asienta, el mirador de L’Abella es un lugar privilegiado para observar la llanura aluvial del río Turia.
Hoy se ven todas las montañas alrededor. Desde El Toro hasta El Caroche, desde El Montgó al pico Ropé, y por supuesto el mar, la línea de costa del Saler, La Albufera y la Serra de Les Rabosses. Me pongo otra vez en marcha pero sé que la ruta prevista es inviable por el retraso acumulado por la avería de la batería del coche. Rápidamente recalculo mentalmente la ruta nueva para hoy. Ya que estamos voy a probar un camino que creo que al final se convierte en senda pero que no estoy seguro. Es lo que pasa cuando alguien cuelga un track pero no explica con qué te vas a encontrar. Nada más dejar el mirador, el camino comienza un vertiginoso descenso. Enseguida un camino se abre a la derecha en subida, tiro de freno y cambio de plato y piñones para subir la cuesta. La arboleda se cierra sobre el camino. Los pinos jóvenes alargan sus ramas hacia este camino solitario donde tienen más espacio para crecer. La rampa se endurece por momentos y el firme tampoco acompaña pero poco a poco voy remontando. Veo entre la arboleda una casa, según el mapa son los corrales de La Rosa. Justo ahí se unen una rampa brutal y un tramo de camino descarnado, las escorrentías de las lluvias bajando por la ladera de la montaña han arrasado el camino. Pie a tierra y a subir empujando la bici estos últimos 150 metros. Junto a la casa salen dos caminos. Derecha sube, izquierda baja. Tengo marcado el de la izquierda así que… De momento es un suave ondular por la cresta de la montaña aunque la vegetación se va cerrando y convierte el camino en senda. Algún que otro arañazo pero de momento no pasa a mayores. El firme se empieza a salpicar de piedras y raíces conforme pierde altitud debido al arrastre de las aguas pluviales. Y de repente la rodera que aparece en mitad de la senda hace impracticable la ciclabilidad de la misma. Las ruedas pasarían pero los pedales no, así que pie a tierra otra vez y a seguir.
Ya donde estoy me cuesta más volver que seguir… o eso creo. Este circo se prolonga por más tiempo del que pensaba, además estoy bajando a una cota que al final no me va servir de nada este camino-senda. Por momentos aún empeora más el estado del terreno pero ya no puedo remontar y volver atrás. Llego hasta el fondo del barranco del Saragatillo, este barranco nace entre la font del Poll y Peñas Altas y baja hasta unirse al de Villuela cerca de la font de La Gota. Tras pasar el barranco llego por fin al camino, giro a la derecha y empiezo a remontar todo lo que he bajado por la senda. Decididamente merece la pena ir por la pista; bajar rápido y montado en la bici en vez de arrastrarla todo el rato entre las piedras. Además, por este lado hay una señal que prohíbe específicamente circular por sendas. Por el otro lado que he entrado esta señal no estaba, de ahí que tuviera la duda. El relieve sinuoso de las montañas y de los enormes bloques de piedra que se sustentan en precario equilibrio dejan boquiabierto al que contempla estas maravillas.
La caprichosa naturaleza juega día a día a modelar figuras con estas montañas. Y cada día las pule, las cambia, las retoca en un intento de perfeccionar más su obra, ya de por sí perfecta a mis ojos. Llego a la font del Berro donde leo el dichoso cartel de “agua no apta para el consumo”. Ya se que la aptitud o no aptitud del agua es determinada por los análisis de dicha agua, pero a mi humilde entender, con que nos previnieran de que es agua no tratada ya sería suficiente, lo de “no apta” lo entiendo más como que es directamente mala para la salud. Además, para calificarla como no apta se supone que de vez en cuado la analizan ¿no? Bueno, sea como sea hoy no he necesitado agua que si no… en otras ocasiones casi hemos secado la fuente ante la necesidad por encima de la aptitud. Sea como sea la dichosa fuente está aún a mitad de subida. Por fortuna una vez salido de la senda, el camino vuelve a estar en condiciones optimas para subir sin preocuparse del firme, ahora son las fuerzas las que me hacen avanzar más o menos deprisa en función de la rampa que me encuentro por delante. Llego al cruce y tomo un camino a mi derecha cruzado por una cadena, que sube hasta la torre de vigilancia forestal.
Desde la primera vez que la vimos siempre he tenido ganas de subir allí, hoy es el día. A los pocos metros la pendiente se encabrita de forma brusca, tanto que sufro lo que no está en los escritos aun a pesar de llevarlo todo metido y todo bloqueado. En una curva veo que el camino está encementado, mal asunto pienso, porque no tengo resuello ni para hablar. Intentando salvar los hierros que asoman del cemento doy un giro muy brusco y ese es el final de la subida en bicicleta, a partir de aquí a pie y arrastrando la bici.
De todas formas no hubiera podido llegar muchos metros más allá, la brutalidad de esta rampa no la había visto en ningún sitio. Ni siquiera el Montdúver fue tan cruel. Llego arriba sin resuello y pensando que la bajada va a tener miga si no decido bajarme antes de salir despedido por delante del manillar. Pero ahora toca disfrutar del espectáculo visual que se presenta ante mí. La torre de vigilancia está vallada, pero un agujero en ella me permite llegar a la base. No intento subir ya que el estado de abandono ha llegado a pudrir el hierro de la barandilla en muchos puntos, en otros se ve roto y suelto. De hecho no debería ni estar aquí dentro así que de subir ni hablar, sería una autentica temeridad.
Me conformo con hacer algunas fotos y buscar acomodo para almorzar. En resumen: tengo las mismas vistas que desde el mirador pero desde más arriba, con lo que aún, las panorámicas son mejores. Aquí sentado, con el mundo a mis pies, es como si los problemas desaparecieran. La enormidad de las montañas lo llena todo. La inmensidad del mar lo empequeñece todo. Las ciudades parecen diminutas. Por ende las personas, simplemente desaparecen. Desde aquí uno no puede pensar en problemas. No los hay. Me siento tan pequeño, tan vulnerable que es como arrojar una gota al mar. Por un momento me lleno de tranquilidad y armonía. Que lujo al alcance de todos y que pocos lo utilizan. Aunque sinceramente, mejor así. Si no esto acabaría siendo la misma locura y la misma jungla que es ahí abajo. Me pongo en marcha otra vez. Bajo con suma precaución y cuidado. Los frenos presionados en todo momento chillan y se quejan del esfuerzo. Espero que aguanten. Solo pido eso. En más de una ocasión he pensado que la bici iba a bascular sobre la rueda delantera y no sé donde hubiera acabado. Llego abajo con una mezcla de satisfacción y alegría. Tomo el camino de enfrente hacia la font del Poll. Casi junto a ella surge el camino a la derecha que sube hacia Rebalsadors o baja hacia Serra. Remonto el collado y tomo otro camino a la derecha que es el que sube definitivamente a Rebalsadors. No es broma este tramo de subida. El porcentaje se deja notar en la musculatura y además es la peor parte en lo que al firme se refiere de todo el camino, sin contar la senda. Luego otro camino sigue subiendo a la derecha señalizando el Ventisquero. Allá que voy. Tampoco hemos estado nunca ninguno del grupo. Bueno, pienso mientras estoy subiendo: al menos he encontrado otra ruta opcional con miradores. Llego arriba junto a la antena y las vistas se repiten otra vez, desde más arriba y en versión mejorada.
Es como ver la tele en blanco y negro, en color o en alta definición. Luego visito el Ventisquero. Es de los pocos, por no decir el único pozo de nieve que se conserva en La Calderona.
Desde aquí todo lo que me queda es para abajo. Así que vuelvo a calarme y me dejo llevar por la inercia de la pendiente. Levantado del sillín y apoyando todo el peso en los pedales voy trazando para evitar las piedras y baches en este primer tramo. Intento coger las curvas por la parte externa cuando tengo visibilidad para irme “al otro carril”, no sea que venga algún coche o algún ciclista subiendo. A veces veo algunos que van por donde quieren, y aunque esto sea el monte también hay unas normas de convivencia. Si tú vas por tu sitio y yo por el mío no nos chocaremos. Voy cogiendo velocidad a marchas forzadas mientras esquivo algunas piedras en el camino.
Con toques precisos de freno reduzco lo suficiente para trazar con seguridad, pero cuando surge alguna piedra inesperada hay que exprimir más a fondo el freno, eso hace que pivote sobre los pedales y mi cuerpo se proyecte hacia delante con rapidez. Empujo con los brazos en el manillar para volver hacia atrás mientras suelto freno, la velocidad me devuelve al sitio rápidamente. Este camino de bajada es el que hacemos últimamente de subida, no lo hemos bajado nunca y hoy estoy comprobando lo rápido, cómodo y divertido que es de bajar. Llego a la zona por la que el camino casi dibuja un círculo en la montaña.
Es como una hoya con unas vistas espectaculares. Ya estoy finalizando la bajada y la velocidad me acerca al final de este camino, donde empalmaré con el camino de inicio que me llevará hasta el grandote, que espera pacientemente mi regreso. Al final los 31Km. no han desmerecido para nada ni en dureza ni en emociones. Pero por encima de todo queda el hecho de recorrer este paisaje abrumador de singular belleza que colma, cada vez que lo recorremos, todas nuestras expectativas. Quedan muchas rutas pendientes por realizar, pero poco a poco las recorreremos para seguir contándolas.


Track de la ruta PlaLluc-MiradorL'Abella-CerroLaMata-Ventisquero

jueves, 21 de octubre de 2010

Olocau-CastelldelReal-MasdeOlla

La Calderona. Siempre La Calderona. Y a pesar de ello por unas razones o por otras la tenemos ahí en la distancia. Recorriéndola con cuenta gotas. Me había propuesto ir poco a poco descubriendo caminos como avanzadilla al resto del grupo. Investigar la ciclabilidad de los caminos por los que luego nos aventuraríamos todos y si eso no fuera posible descartar dichos caminos y buscar otros.
Así que me puse manos a la obra y encontré un track de http://es.wikiloc.com/wikiloc/user.do?name=Javier_ . El reto para nosotros es poder realizar una ruta de sábado por la mañana y como mucho a las 15 h. en casa, pues por razones de trabajo no dispongo de más tiempo y no puedo como en otras ocasiones disponer de todo el día. Eso significa casi casi comer mientras me ducho y al sobre para levantarme e irme directo al curro. Por eso las rutas tienen que cumplir con, sobre todo, el requisito del tiempo invertido en recorrerlas. El desnivel, el IBP y la distancia son, en principio, secundarios. Con alguna modificación sobre el recorrido encontrado planteo la salida y llegada en aquella gasolinera abandonada a la entrada de Olocau. Dejo el coche en el mismo sitio y echo a faltar el remolque que transporte las bicis de los compañeros, sin ellas, lógicamente, mis compañeros no me han acompañado hoy. Estiramientos para calentar la musculatura y activar la circulación en una mañana fresquita tal y como ocurrió el sábado pasado en los primeros Km. Me pongo en marcha en bajada hacia el centro del pueblo. Olocau, cobijado a los pies de la Calderona es un pueblo tranquilo y sencillo. Uno de esos pueblos en los que aún se respira la tranquilidad de un pueblo. Mientras recorro sus calles pienso en cuando otros pueblos eran así y vendieron su alma al empuje inmobiliario y la sed de grandiosidad y explosión demográfica que les hizo perder su identidad, su tranquilidad y la buena convivencia entre sus vecinos, muchos de los cuales hoy ni se conocen ni se saludan, y lo que es peor ni se respetan. Pensamientos idílicos y utópicos con respecto a la sociedad en la que vivimos aparte, no dejo de dar pedales en busca de la calle que me saque del pueblo y que ya estoy notando en las piernas. Pica hacia arriba, pasa junto a un parque y se mete por una calle que dejará de serlo para internarse en plena montaña. Me sorprende un letrero que reza: Olocau donde se respira azahar y romero, bueno, no era exactamente esto pero lo vi cuando ya no tuve tiempo de leer todo y me quedé con esta parte en la mente. Bonita frase iba pensando, pero de momento y junto a este parque el único olor que me viene es el de meados de perro, que esta es otra de las cosas de la sociedad moderna. La plaga de perros que sufrimos por culpa de la plaga de dueños de perro maleducados y socipatas que todo les vale con tal de tener un perro, y es que muchos los educan igual que educan a sus hijos, y así les va… perdón, así nos va.

¡Uf! Necesito montaña a saco, en vena. Menos mal que el camino no ha dejado de picar hacia arriba y enseguida la rampa, como leyéndome el pensamiento viene a mi rescate poniendo desnivel y sacando de mi mente este tipo de pensamientos. Concentrado en subir me olvido de los pensamientos que, políticamente incorrectos, me han metido en alguna discusión cuando los he comentado con alguien. Pero hoy solo tengo ante mí el camino y la montaña. Nadie con quien discutir. Sigo pedaleando, me interno en la montaña y por fin. Ahora si que huele a montaña, a romeros y tomillos. A humedad de las umbrías donde el Sol naciente aún no ha llegado y de aquellos recovecos donde nunca llegará. A pinocha y hojarasca descompuesta, a musgo y compost, a vida. El camino describe una curva a derechas y me adentro en una vaguada sombría y fresca. El trino de los pájaros lo llena todo si sabes escuchar, cuando no es el crepitar de las gomas agarrándose al suelo. Con paciencia y con juego de desarrollos voy ganando altura con el camino. Llego a una bifurcación y la señal me lleva hacia el castillo del Real, el “Treki” también dice que es a la izquierda. Sigo remontando el camino aunque desde este punto ya tengo una primera impresión de la fortaleza coronando el peñasco.
Como un Km. después salgo del bosque a una explanada con algunos olivos. El camino se bifurca otra vez. A la derecha los mapas no indicaban camino pero ahí está. Se pone en lista de espera parar otro día y cojo el otro que lo seguiré solo un poco para coger distancia con la montaña del castillo y así tener una visión completa del paraje. Unas pedaladas más allá la postal llena todo mi campo visual dejándome satisfecho. Tras la contemplación es hora de volver hacia el primer cruce y seguir ruta. La bajada es más rápida de lo que había supuesto en la subida que no me había planteado ninguna dificultad. Eso me lleva a la salida de una curva a tener que exprimir frenos ya que la contra curva y la gravilla del suelo me hacen perder adherencia y estoy a punto de salirme. Me recuerdo mentalmente que tengo que explicar este incidente para que no le pase a otro si lee esto. Luego, llegado al cruce izquierda y continúa la subida. El camino se retuerce perezoso y blanquecino entre el verdor del bosque que atraviesa, aunque conforme gano altura el terreno rojizo empieza a adueñarse, lentamente, del entorno.
La pinada es preciosa y tupida. Más de lo que esperaba. Lo suficiente para llenarme de alegría y ganas de recorrer más y más Km. y caminos por esta joya que cada día, los amantes de los montes, valoramos más. Tan solo llevo 4 Km. pero ya se que esta ruta tiene que ser una de las de Roda i Pedal. Veo montañas rotas que colocan piedras de rodeno en precario equilibrio unas sobre otras. El musgo crece y tinta de un verde grisáceo la rojiza piedra. Los huecos entre las piedras y el color oscuro parecen crear cuevas inexistentes en mi imaginación. El camino llega ahora a una múltiple bifurcación, una señal que indica Tristán i La Mina será el camino a seguir. Una bajada para oxigenar las piernas y vuelta hacia arriba. Es la parte más rota de lo que llevo de rodada. Aun así el camino está en unas condiciones envidiables. Transito junto a un valle de una frondosidad digna de otras latitudes. De aparecer aquí de repente pocos dirían que esto son los montes de Valencia. Tan solo el color del camino que ha cambiado a rojo daría una pequeña pista de donde estamos ya que las vistas se pierden poco más allá de las montañas en la bruma, sin dejar identificar el horizonte.
Entro en una zona de rompe piernas, con suaves bajadas y subidas. El constante cambio de desarrollos hace que no tenga que exprimir la musculatura que en la primera subida me recordó que el dolor del cuadriceps del sábado no había desaparecido del todo, tan solo estaba en reposo. Ahora que lo pienso ya hace rato que el dolor si no ha desaparecido del todo si está muy mitigado, no me extraña con estas vista. Y es que: el deporte y la naturaleza son salud, y cuando no te matan. Para no entrar en discusión conmigo mismo decido parar a fotografiar un aljibe junto al camino. Poco después inicio un descenso que me lleva a un cruce de caminos. El camino a seguir sigue bajando pero decido girar a la izquierda en una pequeña subida de la que se ve el final. Allí arriba veo que baja un poco y creo que allí tendré una buena panorámica. Un centenar de metros más adelante paro junto al cortado y contemplo con reverencia el paisaje que se ofrece antes mis ojos. A mi izquierda una montaña en forma de cono a la cual sube este pseudo camino en avanzado estado de abandono que he cogido. Más a la derecha otro cono más pequeño con los restos del castillo arriba.
Luego un gran valle y más montañas. La basta pinada que se extiende de un lado al otro del valle trepa por las laderas de todas las montañas que se divisan. Un camino también medio abandonado discurre por abajo, junto a lo que parece el cauce de un barranco, y remonta hacia la derecha donde se pierde entre la vegetación. Justo a esa altura se ve la olvidada aldea del Mas de Olla. Un poblado morisco que todavía mantiene algunas piedras en pie en forma de casas y una torre de planta cuadrangular. Parece un esqueleto entre las montañas. Algo desubicado y perdido en el espacio y el tiempo. Presto atención al sonido del viento ululando entre las coscojas y lo romeros, intento escuchar ecos de aquel pasado cuando los primeros habitantes del poblado no tuvieran miedo de quedarse sin pilas en el GPS para saber que camino coger o no pudieran hacer la foto que corroborara que ellos habían estado allí. El progreso y la eterna discusión sobre si cualquier tiempo pasado fue mejor. Con matices sobre cualquier lado de la balanza yo pondría una x.
Vuelvo atrás para iniciar ahora sí la bajada que me llevará hasta el poblado. Antes paso junto a un gran deposito contra incendios y luego llego al lecho del barranco que había visto desde arriba. La poza de agua me confirma que es, en efecto, el curso del barranco de Olla que nace directamente a los pies de la vertiente Este del Gorgo, una preciosa arboleda se acomoda al arrullo de esta corriente y pone un pintoresco punto de interés en el camino.
 Me encuentro ahora con que el camino remonta una loma con la que no contaba. Es una rampa dura. Enseguida busco el cortado para tener panorámica sobre la poza y me encuentro con que también se ve el castillo. Magnifico. Remonto este tramo y el camino pasa entre “las costillas” del cadáver del poblado.
 Ya es hora de parar a dar un bocado. Decido continuar un poco más a ver si se abre el paisaje hacia el valle que recorre de norte a sur este lado de las montañas y que estará paralelo a la carretera y al barranc del Carraixet, que se llevó el pueblo de Marines en la riada. Rodeo un barranco por el camino que gira con la curva de nivel y llego a otro cruce. Ya está bien, aquí paro. Además, acomodado entre los pinos tengo una vista deliciosa del los muros del castillo. No tiene que faltar mucho para iniciar el descenso final hacia la carretera, así que este es el momento. Almuerzo con el pensamiento vagando en cuando podremos hacer esta ruta todo el grupo. Intentando recordar cada dificultad para poder anticipar el aviso y prevenir posibles accidentes. No es que haya ningún peligro destacable pero en algo tengo que distraerme cuando hago rutas en solitario. Claro que también me dejo llevar por los paisajes e incluso me pierdo en no se qué y no se donde porque ya he terminado el almuerzo y tengo que seguir pedaleado, pero no sé donde he estado todo este tiempo.
 Un poco más allá otro viejo aljibe y casi enseguida una zona con grandiosos alcornocales y una senda a la izquierda que aconseja que solo pasen senderista. Le hago caso y casi de inmediato comienza la bajada. La pista en perfecto estado me hace ganar velocidad rápidamente. Las curvas son, en su mayoría, de radio amplio y no presentan mayor problema, de todas formas las tomo por el lado de fuera sin intentar acortar la curva por el vértice. La caída de la montaña de enfrente con un impresionantes despliegue de verdes entre la inmensa pinada intenta captar mi atención, lo consigue pero no más de lo necesario para poder centrarme en los posibles obstáculos del camino.
 Menos mal que estaba atento porque a la salida de una curva y bajando rápido me subía un coche de frente que lo he podido esquivar gracias a la anticipación pues este subía a una velocidad nada moderada para este terreno. Tras esto llego a la carretera. Carretera. Ya sabéis que ni yendo solo ni con el grupo somos amigos de ir por carretera. Solo lo imprescindible. Este caso está, creo, justificado. Para evitar la carretera hubiera tenido que subir hasta Gátova y bajar o bien por Tristán o bien por el Collado del Lobo a no ser que haya otro camino que de momento desconozco, y por tanto desde aquí no tengo otra salida. Pero es que esta carretera tiene muy poco tráfico y además voy a ir de bajada con lo que aún reduzco más el número de coches que me puedan adelantar. Pasado Marines viejo hay un camino a la derecha que deja la carretera y se interna en la montaña hacia la base militar. Ese largo rodeo me evitaría los dos últimos Km. de esta tranquila carretera pero tiene unos desniveles dignos de pensarlo dos veces a falta de tan poco para terminar. Así que decido seguir adelante y acabar de bajar hasta Olocau. Ya estoy pensando en la crónica y en traer a todos a esta ruta corta pero intensa tanto en pedaladas como en emociones y paisajes. Hasta pronto.

Track de Olocau-CastelldelReal-MasdeOlla