martes, 9 de octubre de 2012

L'Eliana-Gestalgar



Aún a riesgo de tener un conflicto con la “Zesty” la ruta de hoy iba a ser con una bicicleta de carretera y por carretera. Si, ya sé que siempre digo que no me gusta meterme por carretera. Esa máxima es válida para las rutas con la gorda, pero por motivos evidentes hoy no valía; por eso diseñé una ruta de carretera a mi medida, es decir: poco tráfico. Además estaba el aliciente de salir con un futuro campeón del Tour, y cuando alguien me llame visionario, yo enseñaré con orgullo las fotos de esta ruta con mi sobrino Salva. Pero vamos a desgranar la ruta.

Me calzaba las zapatillas prestadas para comprobar lo difícil que resulta andar con ellas, los resbalones constantes antes de subir a la bici no presagiaban nada bueno, subido en la bici menos aún. La suela lisa y también el pedal hacen que solo tenga apoyo en la propia cala, así que al sacar el pie e intentar apoyarlo en el pedal los resbalones casi me descabalgan de la bici. Luego la posición, la distancia a un manillar hundido más allá de la potencia para complicar la direccionalidad de la bicicleta, la posición de los frenos que se empeñan en no estar en su sitio sino en el último extremo de la cabra del manillar. Y el cambio. Ese cambio de palanca en el cuadro. Buscarlo con la vista y ya de paso comprobar que elijo el desarrollo deseado es arto difícil, para colmo tener que soltar una mano para cambiar y otra para controlar la dirección se complica al ejercer fuerza sobre los pedales que tienden a desestabilizar la bicicleta. En fin, toda una odisea en los primeros 400 metros. Salva, tira para casa que ya se ha acabado la ruta, estaba a punto de decirle si le hubiera hecho caso al pensamiento que cruzaba en ese momento por mi cabeza. En vez de eso pedaleo el siguiente metro de los más de 85.000 que aún me quedan por delante. Para salvaguardar un último atisbo a mis raíces bikers llevo a la espalda la nada cómoda y antiestética mochila con mi bocata, cervecita y un largo etc. de “trastos” varios. Salimos de L’Eliana por la carretera de La Pobla, de allí a Benaguacil donde atravesamos el pueblo dejando La Montieleta a la izquierda y el carril bici que normalmente tomamos hacia Llíria a la derecha. Seguimos la carretera para llegar a la rotonda y tomar la tercera salida en busca de Pedralba. Un alto en el camino para regular la altura del sillín a ver si me permite pedalear más redondo y por tanto menos saltarín sobre el sillín. Ya en esta carretera minimizamos los peligros del tráfico. Ya hemos entrado en el terreno “tranquilo”. La bajada trasera de Santa Bárbara la dejamos pronto atrás así como aquella senda que le enseñé en su día en aquella primera salida. 

El terreno empieza a picar por primera vez hacia arriba y veo las limitaciones de desarrollos que tiene esta bici. Pronto me quedo sin más hierros y la potencia suplirá a la maña, no queda otra. Llegamos a la carretera de Llíria a Pedralba y vamos a la izquierda hacia este último. Otro repecho y luego la bajada. Al frente comenzamos a ver el inenarrable desastre del incendio de Chulilla que llegó hasta la entrada de Pedralba. La bajada me impide fijarme con más detalle. Tras el stop izquierda y seguimos bajando para entrar y cruzar el pueblo en dirección a Bugarra. Pasamos junto a polideportivo para ver que la enorme arboleda junto al río también se ha visto seriamente tocada por el fuego. Incluso aquel paraje de fuente la zorra al que veníamos cuando yo era pequeño ha sido consumido por el fuego a la vista de cómo está el barranco. Comenzamos la subida mientras al otro lado del río el Aliagar muestra la tierra desnuda y ennegrecida por la ceniza filtrada en la misma piel de la montaña. Conforme nos acercamos a Bugarra la magnitud del desastre se multiplica de forma exponencial. Tras subir ahora toca bajar este tobogán hacia Bugarra, uno más de los varios que ya llevamos y de los muchos que aún nos quedan. Pasamos junto al pueblo, apenas rozándolo por la parte de arriba y buscamos la carretera de Gestalgar un poco después. Solo la vegetación de ribera en el cauce del río parece haberse salvado del desastre, las montañas a ambos lados están arrasadas, calcinadas hasta los cimientos; heridas de muerte que no las afectan a ellas sino a nosotros. A las montañas al fin y al cabo les da igual tener un aspecto que otro, oler a romeros o a ceniza, un paisaje exuberante de vegetación y que nos aporte oxígeno y aire limpio o todo lo contrario, a nosotros no nos da igual, por más tontos que seamos y pensemos que sí. A la salida del pueblo dejamos a la derecha la carretera que va hacia la CV-35 y nosotros seguimos hacia Gestalgar entrando en otro tramo de toboganes que me obliga a constantes e incómodos cambios de desarrollo o bien a arrastrar desarrollo desgastando la musculatura, en cualquier caso cansancio acumulado. 

Pegados a la montaña el olor a quemado se instala en la nariz, el panorama es dantesco. Por fortuna la ruta de hoy tiene otro carácter y me obliga a seguir dando pedales, es lo que tiene la bicicleta de carretera, así que me obligo a dar pedales y dejo la observación del panorama en un seguidísimo lugar pues los tramos de bajada me obligan a estar más atento a la trazada que a otra cosa, la posición es tan diferente en esta bicicleta a la de montaña que voy un poco descolocado, a estas alturas ya tengo más que claras las bondades de la “gorda”. Giramos a la izquierda para cruzar el Turia y comenzar la subida fuerte del día. A la izquierda queda el conocido camino a Bugarra de la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2007/12/pedralba-bugarra-gestalgar.html 

Todos los paisajes de esta ruta están hoy arrasados por el fuego, nada queda (excepto la parte del río de Bugarra) de aquellas arboledas ni de la vegetación de monte bajo. Un poco más adelante queda a la derecha el camino de la Peña María también de la ruta mencionada. Al iniciar la subida puedo comprobar con alegría que en esta zona el fuego no llego a entrar, es una zona de bosque y parece ser que se ha salvado esta vez. Otra vez todo metido y Salva esperándome en la subida. El desarrollo de esta bici es muy corto en comparación a la btt, eso me obliga a redistribuir toda la fuerza y tirar más de potencia que de cadencia, aunque es cierto que esa suele ser mi forma de pedalear, es distinto verte en esa tesitura por obligación a que sea esa tu elección. En fin, no queda otra y ya veo que no subiré hasta el Campillo, no quiero forzar más los caballos ya que aún queda toda la vuelta y otra buena subida camino de Cheste.

Poco a poco llegamos al final de esta subida y el desvío hacia el Campillo. Este es mi cuarto paso por este camino y tengo un lugar privilegiado en el que almorzaré mientras Salva hace la subida. Las vistas que presenta aquel trono que sigue presidiendo el bosque y que apuntalé en mi primera visita no son tan espectaculares como lo fueron en las ocasiones anteriores, el espeluznante viaje del fuego por el bosque no tiene nada de bonito y los esqueletos de árboles calcinados infundes escenas de terror ya en vísperas de Halloween. 


Intento ver más allá del desastre, intento pensar que este verdor de este lado de la montaña no tardará en poblar las laderas ahora desoladas al otro lado del río. La naturaleza una vez más ganará la partida, hasta que uno de los rivales decida romper el juego con un órdago a la grande. Miro la línea del camino para ver si Salva ya llega arriba y me sorprendo de ver un puntito que sube y sube y sube. Ya está casi arriba el tío, está tan lejos que la cámara ni lo capta. Cuando vuelvo a mirar en vivo ya está bajando, ni se ha parado a mirar el paisaje, no es eso a lo que ha venido, no es ese el rollo de la bicicleta de carretera. Voy a acercarme a la carretera o no me va a ver, ya que estoy unos metros metido en la montaña. Mientras recojo los trastos del almuerzo y me acerco lo veo que ya está esperándome en la carretera, impresionante como ha bajado el tío. 

Nos hacemos la foto de grupo de toda ruta y ya tengo mi foto con el campeón, uno de estos días le diré que me la firme. Volvemos hacia la carretera, giramos a la derecha e iniciamos el descenso hacia el barranco. Es un tramo corto pero divertido por la pendiente que hay en las últimas curvas. Nada más cruzar el barranco comienza la última subida importante de la jornada, aunque aún quedarán varios repechos y toboganes. La subida me pone a pagar con un dolor en la rodilla izquierda la parada del almuerzo. Volver a encontrar la posición no ha sido tan fácil y al haber enfriado la musculatura esta lo empieza a pagar ahora. Le voy explicando a Salva algunas anécdotas de las rutas por la zona, tanto mías en solitario como con el grupo. 

Y así vamos llegando al final de esta subida, coronamos para encontrar un largo y suave descenso hacia Cheste, un tramo que invita a dar pedales para mantener una buena velocidad de crucero. Encontramos la carretera de Chiva y casi enseguida a la izquierda, junto al barranco Grande, encaramos Cheste. En las rotondas buscamos Vilamarxant y a la salida del pueblo tomamos la carretera de Pedralba. Otra carretera con poco tráfico que nos permite rodar tranquilos sin estar todo el rato pendientes del tráfico. Es la última zona de toboganes, luego vendrá el desvío a la derecha hacia Vilamarxant por la carretera del Mas de Teulada. Encaramos la larga y conocida recta de la caseta mientras comentamos el tiempo que hace que no vamos. Yo sigo sufriendo con mi rodilla mientras él juega a hacer sprints y caballitos para no aburrirse demasiado. Atravesamos Vilamarxant, cruzamos el puente sobre el río y giro a la derecha hacia Benaguacil. Desde aquí ya huelo el final de la ruta y me obligo a pensar que esto se acaba por el mismo camino por el que hemos venido esta mañana. En definitiva constato que la adaptación a la bicicleta de carretera es más complicada de lo que creía y que no cambio mi gorda por una flaca. Ya en casa tocará darle a la Zesty” las explicaciones oportunas y buscarle una ruta para la próxima semana que compense este desaire y buscar así el perdón a través de la redención.