lunes, 12 de agosto de 2013

Burriana-Almazora-Vila Real (ruta de las Ermitas)


Durante varios años he tenido la suerte y el placer de recorrer bastante a fondo la zona de Los Serranos. Teniendo el pueblo de Calles como base de operaciones para realizar mil y una rutas por la zona y descubrir las maravillas que atesoran nuestras montañas, con el eje vertebrador del río Turia y en menor medida el río Tuejar. Ahora esa base de operaciones ha cambiado a un escenario diametralmente opuesto, el mar. Con la playa de Almardá (Sagunto) como punto de inicio de las rutas, he ido realizando rodadas para conocer otra zona. Personalmente me gusta más la montaña que la playa pero en estas rutas, mucho más suaves que las anteriores,  estoy buscando una perspectiva más cultural debido a la enorme cantidad de monumentos que hay en la zona. El río Palancia es una fuente casi inagotable de bonitas sorpresas, y la línea de costa hasta las montañas encierra una marjal que desconocía totalmente y tiene mucho que ofrecer. Esta ruta nació tras diseñar una ruta que me llevará desde Almardá al grao de Castellón ida y vuelta con sus casi 100Km. de recorrido, pero eso será más adelante. En el diseño de esa ruta topé con la ruta de las ermitas, el caso es que esa ruta ya la conocía a través de la página de mi buen amigo Vicente http://www.ermitascomunidadvalenciana.com/cpbbur.htm un vistazo después ya había visto la posibilidad de juntar estas  6 ermitas con las 5 de Almazora en un bonito paseo por la desembocadura del río Mijares (el otro río Mijares: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/05/las-moratillas-fresnal-rio-mijares.html) y la ermita de Vila Real. Así que me puse a diseñar toda la ruta. Los 22Km. de la ruta de las ermitas se quedaban muy cortos, así que extendí  la ruta hasta  poco más de 60Km. el problema eran las muchas paradas fotográficas que tendría que hacer para conocer todos los lugares por los que iba a pasar. Pero con el gusanillo metido en el cuerpo no había vuelta atrás, así que a pedalear se ha dicho.

Hasta Burriana con el grandote, otra ruta en la que juega un papel fundamental. 

Aparco en el P.I. junto a una elaborada y bonita puerta de forja. Rodeo la nave por detrás para llegar a la carretera por la que he llegado, acercarme a la rotonda y tomar el camino de la izquierda para, pasados unos metros, tomar otro camino también a la izquierda. Entre los naranjos destaca una pequeña pinada con un par de edificios, más viejos cuanto más cerca están. Es la ermita de la Sagrada Familia. 

Un pequeño edificio con una curiosa espadaña en ladrillo cara vista rompiendo la sencilla estampa de toda la construcción. Continúo el camino recto que me llevará hasta un cruce de carreteras, a la izquierda y un poco más adelante a la derecha, esta misma operación la repetiré tres veces en los siguientes Km. para llegar a la ermita del Ecce Hommo que ya visité la semana pasada y consiguiendo, de esta manera, enlazar las dos rutas. Sigo de frente hacia el Puerto de Burriana. Los trabajos de recogida de algún escenario del Arenal Sound Festival me impiden llegar hasta el paseo marítimo desde su inicio. Lo hago un poco más adelante junto a lo que parece ser una zona de acampada. La playa queda a mi derecha llena de arena, como debe ser, para deleite de todos aquellos que disfrutan con una buena “empanada” previo paso por el rebozado, con la crema solar y el sudor que proporciona una buena “torrada” bajo el sol. Terminado el paseo marítimo me reincorporo a la avenida y continúo hacia el Clot de la Mare de Deu, en la desembocadura del río Anna, también llamado Ana, Veo, Sec y Sonella. 

Este pequeño río, a pesar de ser un cauce estacional mantiene una lámina de agua en su parte final, parece ser que, debido a manantiales subterráneos, junto a la ermita, creando un precioso paseo a ambos lados del “río”. La entrada al paraje la domina una torre de vigilancia del siglo XVI para alertar de la presencia de piratas en la costa. El camino se adentra bajo una inmensa arboleda donde la vegetación de ribera tiene un oasis a su disposición y agradece esta bonanza con magníficas estampas llenas de colorido. Al poco encuentro la ermita de la Misericordia adosada a una casa. Solo la campana enrejada da una pista de la función del edificio. Vuelvo al camino para seguir rodeándolo y gozar de este fresco y tranquilo espectáculo. Al completar el círculo giro a la izquierda para seguir rumbo norte por la costa. Desestimo un primer camino y sigo entre viejas casas abandonadas. Otro camino se adentra hacia el interior y lo recorro hasta topar con las abandonadas paredes de la ermita de San Gregorio. El edificio podría pasar por una más de las muchas alquerías en estado de semi abandono que hay en la zona. Solo su torre cuadrada sobre el edificio hace que llame la atención, y el camino que llega hasta ella y el cartel que nos indica la ermita hacen el resto para identificar este objetivo. Sigo adelante adentrándome más en los extensos campos de naranjos que, como un puzle, se acoplan por la inacabable red de caminos que surca esta zona de la Plana, solo la eficaz guía del GPS me lleva de un lugar a otro ante la constante aparición de caminos y más caminos. Así veo, adentrada entre los naranjos, la Torre de Tadeo, otro elemento de la época pirata, bastante deteriorada en su estructura, por lo que decido no acercarme hasta allí y continuar camino. Llego hasta el pozo de San Isidro; el rumor del agua de la acequia y la sombra de la pinada me incitan a parar y almorzar aquí. Tras el descanso salgo otra vez al camino inundado de sol para dirigirme a la última de las ermitas de Burriana, la más lejana. Antes pasaré por pequeñas alquerías que aún conservan sus hornos y sus pozos, pero lo que ya domina el paisaje desde lejos es la grandiosa ermita de Santa Bárbara. 

Su colosal tamaño me saca de la idea preconcebida de que las ermitas son pequeñas, cuando en realidad este hecho no marca la diferencia y si la frecuencia de culto entre otras consideraciones. La poderosa estructura me lleva a pensar en la catedral de Palma de Mallorca, es lo que tiene haberla visto cientos de veces; aunque la forma no tenga nada que ver, los contrafuertes laterales llaman poderosamente la atención y el hecho de verla primero y en todo su esplendor por detrás fija mi mente en el recuerdo. Como la imaginación y los recuerdos que despierta cada cosa pertenecen a cada cual pues con eso me quedo, a otro igual le recuerda más a… La inacabada construcción despierta un sentimiento contradictorio de emociones, entre la ruina y la devastación o el trabajo a medio terminar de una obra en construcción. El camino continúa hasta llegar a una carretera, a la izquierda y pedaleo para cruzar la alquería de Santa Bárbara o de Millars, un conjunto de casas a ambos lados de la carretera que más parece una zona de veraneo que un poblado permanente. Al final la carretera hace un cerrado giro a la izquierda, a la derecha el asfalto llega hasta El Palaciet, una soberbia casa palaciega como su nombre indica. 

La profusión de elementos decorativos confunde al observador que no sabe donde enfocar la atención que necesitan tantos detalles. Otra joya que regala mis retinas y enriquece el recuerdo. Vuelvo al cruce y tomo el camino de la derecha sin asfaltar hasta el río. 

El Mijares, a la altura del Pas de la Cossa, presenta un cauce seco y de piedras blanquecinas. Enseguida llego a un camino que tomo a la derecha y que parece transitar por mitad del río, pero el escaso aporte de aguas a esta altura de su curso ha dejado al río en la mínima expresión. Esta estampa cambia al llegar al mirador de la Gola. Una pequeña elevación que domina el brazo dominante del pequeño delta del río. 

Al fondo el cordón litoral, cubierto de cantos rodados, casi separa estas aguas dulces de las saladas marinas. El paisaje es digno de admiración. Un exuberante cañaveral tiñe de verde un único universo azul que riza su líquida superficie ante el embate de las pausadas olas. Por allí delante, entre el cañaveral estaría, antiguamente, el embarcadero de El Palaciet. Continúo hasta llegar a la lengua de piedras que me separa del mar. 

Cruzaré andando esta duna móvil de piedras frente al segundo de los brazos secos del río y retrocederé por otro camino para ahorrarme el último tramo de esta pedregosa y difícil travesía. Concluida la travesía por la desembocadura transito pegado a la playa por el Grao de Almazora, con las instalaciones marítimas del Grao de Castellón al fondo empequeñecidas por las rotas agujas de Santa Águeda. 

En este “paseo marítimo” encontraré las dos primeras ermitas de Almazora; la de San Juan Bautista, edificio que más parece un contenedor que una ermita y Roser del Mar, una curiosa construcción con una cúpula muy llamativa adentrada en un jardín con una bonita fuente. Sigo adelante para tomar una calle a la izquierda que se adentra en la urbanización y dejar definitivamente atrás, por hoy, la playa y el mar. Muchos caminos inconexos se adentran en la huerta, pero solo hay una posibilidad clara de llegar a la siguiente ermita; es una carretera estrecha, con poco tráfico incluso ahora en verano, pero bastante más del que me gusta encontrarme. Me dirijo al oeste por la carretera y con la compañía de una acequia que baja sus rápidas aguas en sentido contrario al mío. Pongo ritmo de contra reloj en este tramo para quitármelo de encima lo antes posible. La ermita de San José aparece enseguida pegada a la carretera, al lado izquierdo, bajo una pequeña pinada. Lo engalanado del lugar sugiere la cercanía de alguna fiesta. El contraste con las anteriores ermitas es notable así como su ubicación en un lugar alejado. Sigo la carretera que poco después dejo para girar a la izquierda en el primer cruce importante que encuentro. Un tramo de camino que me lleva a otro cruce, este más importante si cabe, en este entramado de carreteras y caminos. 

La preciosa ermita de San Antonio de Padua, de fachada de piedra con dos arcos frontales, parece recortada en una cartulina pues las formas curvilíneas que la rematan son casi incompatibles con una fachada tan dura y tosca. Una preciosidad de edificio que sube la media de las visitas de forma notable. Sigo recto el camino para llegar otra vez al río Mijares. Sobre el camino a la derecha para encontrar, enseguida, el área recreativa de Las Lagunas. 

Una zona de aguas embalsadas en medio de un cauce seco que derrama sus aguas por las huertas circundantes. El camino continúa, perfectamente señalizado, hasta la ermita de Santa Quiteria en otro espacio natural recuperado y puesto en valor para el uso disfrute de todos. 

El paso inferior por la CV-18 es llamativo; los dos puentes casi unidos representan dos formas distintas de construcción, de mentalidad, de arquitectura y estética, de medios tecnológicos y económicos, tradición enfrentada o encarada a la modernidad y, a la vez, una tradición que ya fue un grito a la modernidad precursora de esta post modernidad de hoy, un ayer y hoy unidos hacia el mañana. Sigo el camino para entrar en las primeras calles de Almazora. Siguiendo la señalización entro en el camí del Estret. Un camino polvoriento como pocos he tenido el horror de transitar en mi vida. Para colmo una furgoneta entra delante de mí al camino y lo vuelve impracticable, “another one bites the dust” deben de estar pensando al mirar por el espejo, yo también lo pienso pero esta vez el “another one” que no “the special one” soy yo. Pedaleo mientras The Queen resuena en mi cabeza y afloran a mis labios sus pegadizas estrofas. 

Tras esto llego nuevamente a orilla del río previo paso por La Casa de les Reixes, luego un mirador sobre Les Rebaixadores, uno de los muchos azudes en esta parte del río. Para conocer mejor esta enrevesada historia de litigios por el agua y la lucha contra el río, mejor dirigirse a Internet donde hay abundante información detallada y específica sobre los aspectos más relevantes en cuanto a nombres, fechas y ubicaciones. Continúo río arriba para salir del camino minado de cacas de perro por culpa de sus cerdos dueños, y por asfalto dirigirme hacia la ermita. Poco antes de llegar a ella un desvío a la izquierda me acerca a la presa de Castellón y Almazora; hay que desviarse un poquito para llegar hasta aquí pero merece la pena; la perspectiva del río y la lámina de agua deslizándose sobre la piedra son un espectáculo impresionante. 

Al fondo el puente medieval de Santa Quiteria con la ermita a la que me dirijo a la derecha, tras la masa de árboles. Sigo por la arboleda, llego a una escalinata y arriba la ermita. 

Destaca la amplia fachada que se abre a una pequeña plaza con hermosas vistas al puente por el que voy a cruzar. 

Tras una de las reconstrucciones se colocó una cruz que fue destruida por un rayo, esta curiosidad ha quedado grabada en piedra en un monolito, a modo de miliario, en mitad del puente. 

Desde aquí se aprecia perfectamente el poderoso caudal que regula “el Pantanet”. Ya sobre la margen derecha del río accedo al paseo botánico Calduch en honor al farmacéutico y botánico de Vila Real. 

La senda es un estrecho camino en el que, debido a las vallas de madera, en ocasiones no tendré espacio para pasar con la bici e incluso andando parecen encerrarte en una cueva a merced de la montaña. Las vistas sobre el río, el puente, la ermita, las acequias, y molinos son espectaculares y merecen una travesía pausada para saborear todo el conjunto en su máximo esplendor. Llego a la ermita por su parte trasera; una preciosa escalinata con un viejo pozo son la carta de presentación de este monumental edificio que muestra varias dependencias a distintos niveles. Rodeo todo el edificio llegando hasta un pequeño mirador, hacia arriba una pinada me lleva hasta la parte delantera de la ermita bajando otra escalinata. 

Sigo adelante para dejarme caer, por el camino del calvario, hasta la puerta de la ermita. 

La magnífica fachada presenta diversos motivos de atención, pero es su espadaña, con tres campañas dispuestas en dos pisos, el centro de todas las miradas. El paraje de El Termet, donde está la ermita y el bosque que la rodea, se halla en un pronunciado meandro del río, a la entrada del cual se encuentra el azud de Vila Real y un monumental puente que une ambas orillas. Desciendo ahora hacia la entrada del pueblo por una calle recta y larga con grandes chalets a ambos lados y donde destaca, como primer edificio del pueblo, el antiguo convento carmelita de Vila Real y, a continuación, el estadio de El Madrigal. Callejeo para acercarme hasta la Basílica y luego hacia la plaza mayor, admirando algunos de los edificios del centro de la ciudad. Sigo callejeando pues quiero llegar hasta la acequia mayor, que cruza el pueblo, desde el inicio. Un carril peatonal, que no bici: lo digo porque pintar de verde una acera que ya se supone es para peatones y pintar un muñequito andando me parece algo absurdo pero en fin, que sigan malgastando nuestro dinero y que no quede para señalizar otras cosas. 

La acequia deja bonitas postales a través de las calles y el canal resulta muy pintoresco y refrescante en todo su recorrido. Llegado a una avenida con el centro comercial detrás, el camino junto al canal desaparece y me obliga a entrar en una gran rotonda, es el fin de este paseo que entre el parking y hoteles me lleva, por carretera, a cruzar bajo la N-340. Luego tomo un camino a la izquierda para pasar al otro lado de las vías y, por un camino entre naranjos, llegar hasta la parte de atrás del hospital y tomar la vía de servicio junto a la CV-185 hacia Burriana. Al otro lado de la carretera hay un carril bici que arranca en el Km. 0 de esta carretera, llega hasta el hospital y luego sigue hacia Burriana, pero un poco más adelante muere en la carretera ya que al otro lado hay un guarda raíl y después una valla, no sea que los ciclistas que no quieran ir por la carretera jugándose la vida, se puedan escapar a la vía de servicio y molesten a algún labrador que vaya a su campo, en fin. Luego ese mismo carril bici vuelve a aparecer en una gran rotonda junto a una no menos gran fábrica, pero el tramo intermedio en que se podría aprovechar la infrautilizada vía de servicio pues no, ¡aquí no pedalea ni dios hasta que hagamos un carril bici como dios manda! ¡A ver qué es eso de poder utilizar caminos alternativos sin una comisión por las obras de por medio, a mí se me va a escapar! El caso es que tomo el carril para huir de la carretera, llego a otra gran rotonda donde el último Km. hasta Burriana tampoco tiene carril bici, eso sí, dando un rodeo por el cementerio si lo hay, una forma rápida de dejarnos en la misma puerta, con un par. Hay hordas de ciclistas que van al cementerio en sus bicis (esto va con doble sentido). Momento calentón, y es que  ver como estos carriles aparecen y desaparecen como el Guadiana, o como los ríos valencianos, a lo largo de todo el día y de todas las rutas, me calienta la sangre tanto como este sol de agosto. Una vez llegado a donde habría llegado desde la rotonda sigo recto hasta cruzar el río, giro a la izquierda y paso frente a la última ermita que me quedaba por visitar, la ermita de San Blas. 

La imponente estructura arquitectónica parece un juego de las construcciones en el que alguien haya montado diferentes conjuntos geométricos sin pensar en cómo encajarán y lo haya logrado. Tras rodear todo el edificio me adentro en el pueblo hacia la recién declarada Basílica, donde la mezcla de estilos aún dota de mayor fuerza al soberbio edificio. Ya solo me queda volver al coche cruzando todo el pueblo hacia poniente en una casi línea recta. Casi 65km. de pedaleo en lo que he ido más rápido de lo que pensaba. Un momento de relax antes de coger el coche y volver a casa donde un buen café con hielo y mucho azúcar será la recompensa antes de la dorada, espumeante y fresca cerveza.


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=5193305

miércoles, 7 de agosto de 2013

Almardá-Puerto Burriana-Vila Vella-Montañas Xilxes


Esta ruta sigue prácticamente el mismo camino que la ruta Almardá-Estany Nules: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/05/almarda-estany-de-nules.html  en su tramo de ida, pocos cambios en el trayecto salvo que esta vez me alejaba un poco más de la línea de costa para evitar algunos pasos algo más complicados. Esta ruta es un paso intermedio para conectar caminos; la semana próxima tengo prevista una ruta por las ermitas de Burriana, Almassora y Vila Real, y para no dejar desconectada esa ruta, esta servirá de nexo de unión allá en la zona del Port de Burriana.
Así que salgo rápido para hacer algo de media que luego bajaré con las visitas a los monumentos. Como el camino de ida lo conozco casi todo no tengo previstas muchas paradas salvo que algo excepcional se presente y sea digno de una parada, como la verde luminiscencia de la acequia. 

Paso por la aberrante nueva urbanización de Belcaire norte, ante la falta de espacio los promotores optan por torres de hasta 15 plantas de altura. La crisis ha paralizado las obras pero si, mejor dicho cuando, estas sigan adelante esto será otro Benidorm, un fantástico sitio donde desconectar de la rutina de la gran ciudad, de la gente, de las aglomeraciones, de los atascos de la carretera, ahora habrá que hacer cola para llegar a la playa. No es que esté en contra de la promoción turística de un pueblo y de la creación de puestos de trabajo, estoy en contra de esta locura urbanística que creo mejor con pequeñas urbanizaciones más cuidadas y respetuosas con el entorno que no con estos monstruos que no aportan casi nada más que un pelotazo al promotor previo paso por “la caja” del ayuntamiento. 

Una vez pasado el estany de Nules, hasta el port de Burriana me adentro por una carretera entre Els Poblats Maritims por donde llego hasta la zona portuaria. Allí me acerco hasta la lonja que está en plena actividad. El mismo puerto no me presenta un lugar cómodo y tranquilo para el almuerzo así que me adentro entre los campos de naranjos alejándome de la línea de costa en busca de la ermita del Ecce Hommo. 

La ermita está pegada a una pequeña carretera que, si bien no presenta tráfico tampoco ofrece toda la tranquilidad que esperaba, pero es lo mejor que he visto hasta el momento. Tras el almuerzo zigzagueo un poco entre las huertas para llegar hasta un camino recto como una vela, una diagonal entre el Port y La VilaVella que antiguamente era la vía del ferrocarril  que unió el Puerto de Burriana con la cantera de San Sebastián de La VilaVella, de donde se extrajo la piedra para el puerto. 

Este camino, en el que ya no queda rastro de la vía, se cruza con muchos otros que recorren la huerta, un laberinto de caminos y de acequias, un tapiz de cultivos antes de la zona industrial, un puzle de tradiciones y modernidad, un choque entre economía tradicional y capitalismo desbocado, pero también se cruza con la AP-7 que tendré que cruzar por un puente sobre la autopista en un giro a la derecha, la referencia será una estación de servicio al otro lado de la autopista. Tras el paso a la izquierda para volver a la recta que había abandonado. Poco más adelante Mascarell aparece entre los naranjos a la derecha. Tomo el camino que pasa junto al cementerio para llegar a la muralla perimetral. El origen de esta pedanía de Nules se remonta a 1310, aunque las murallas datan de mitad del siglo XVI, cuando Jaime I expulsó a los musulmanes de Burriana  y éstos fueron a establecerse en una zona despoblada entre Burriana y Nules. 

El pueblo es casi un rectángulo con cuatro torres, una en el centro de cada lado, y con dos puertas, una al este, portal de L’Horta y otra al noroeste, portal de Valencia, junto a sus respectivas torres. Cruzo el pueblo de un portal a otro, a la salida por el parque a la izquierda hasta la rotonda, esta me lleva a cruzar bajo la CV-18 hasta otra rotonda, enfrente veo la N-340 a nivel y decido girar a la izquierda para intentar sortearla, no solo no tendré esa suerte sino que me tocará recorrer el tramo hasta el cruce, aunque sin mayores problemas. Izquierda y ya sigo otra vez el trazado recto del tren. Paso entre enormes fábricas y de frente se acaba el asfalto, el camino de tierra llega hasta el barranco de la Serraleta que se encauza antes de entrar en Nules. 

El “Treki” me dice que el camino está al frente, y lo veo, pero no puedo cruzar. A la derecha el mapa no me muestra ningún paso, aunque haberlo “haylo”, así que a la izquierda hasta Nules que lo bordearé lo más próximo posible al barranco. En la carretera a la derecha para encarar la VilaVella a los pies de las montañas. Ningún camino se adentra remontando el barranco hasta el camino que debía seguir, así que no tengo más remedio que seguir por carretera y cruzar bajo la A7 y seguir junto al P.I. con el track marcado unos metros a mi derecha. Me adentro en el pueblo con la rabia de haber perdido el track y con la sensación de dejarme algo por el camino. 

La cantera, el castillo y la ermita son visibles desde la carretera. La abandonada cantera supura ese color a tierra, a herida abierta que jamás cicatriza y que muestra al mundo el trozo que le hemos arrebatamos a la montaña, las ruinas del castillo del siglo X son los restos de lo que un día fue castillo musulmán, hoy sus viejas piedras se funden con la montaña hasta casi mimetizarlo como si nunca hubiera existido, y la blanca ermita, apenas visible sobre los edificios del pueblo, se mantiene a media altura de la montaña y supone un balcón abierto al mar al que me quiero asomar. 

Me adentro en el pueblo buscando calles que suben hacia la ermita,  el calvario es una preciosa cuesta con las escaleras pasando de un lado a otro del camino en cada curva, dando una sensación de zigzag  aún mayor. 

La ermita realza su silueta con una pintura ocre que añade fuerza al edificio. Junto a ella un recinto cerrado que es la reproducción de la gruta francesa de Nuestra Señora de Lourdes. Salgo del pueblo pasando entre la iglesia y el balneario viendo los preparativos para las fiestas, las calles se cierran con rejas para los toros y muchas casas también tienen estas rejas de forma permanente en las puertas. La carretera hacia La Vall está poco transitada cuando accedo a ella, será casualidad o las vacaciones de agosto pero voy sin encontrar ningún coche, un centenar de metros después a la izquierda, por la vía Augusta que recorreré unos metros, luego, siguiendo las indicaciones del GPS, me adentraré en la huerta en una red de caminos que me irán acercando a cruzar el cauce seco del río Belcaire junto a la N-225. 

Ya veo al frente la montaña que la otra vez que estuve por aquí http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/05/almarda-alfondeguilla-vall-duixo.html me quedé con las ganas de subir, hoy tomo el camino que pronto muestra una rampa de las que pica en las piernas. El  poblado íbero de La Punta d'Orleyl es indicado por un cartel pero no lo veo. 

Si veo en cambio la enorme balsa de riego del Belcaire, tras ella La Vall D’Uixo  y el pico Pipa son fantasmas comidos por la bruma en este pesado día de calor que al menos tapa un poco la fuerza del sol. Arriba del todo una zona de chalets, luego acabo de subir para descubrir un antiguo aljub de piedra seca. 

La cota máxima coincide con las vistas hacia el lado de Levante, justo encima de una de las horribles canteras que ya mencionaba en la anterior ruta. Comienzo la bajada, rápida y segura que me lleva a cruzar la carretera de Xilxes a La Vall. Casi enfrente un camino asfaltado va de frente a una pequeña elevación, arriba los depósitos de Segarra y una extraña carretera de la que no quedan más que los antiguos quitamiedos a modo de almenas de castillo. Por suerte el camino de subida estaba mejor que el de bajada donde la machaca, que se ponía en las carreteras de antes, ha aflorado a la superficie ante la falta de la capa de asfalto. 

Esta carretera me recuerda aquella cerca de Requena para bajar al puente de Jaboneros: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/06/requena-hortunas-montotepor-el-rio-magro.html son carreteras fantasmas de la que no he encontrado ninguna información ni apenas referencias, tan solo alguien que ha pasado por allí, pero nada más. La “carretera” acaba abruptamente en una pequeña pinada con una casa abandonada, la cerrada puerta de la izquierda, que es por donde seguiría la carretera, me obliga a ir a la derecha para adentrarme en una corta senda que me deja sobre la carretera, ya en ella a la izquierda para llegar a La Llosa.
Justo antes de publicar esta ruta recibo una interesante información de Ximo, al que agradezco su interés, diciéndome que la carretera era para subir a Industrias Segarra, también me envía este enlace: http://www.territorioabandonado.org/2009/07/industrias-segarra.html donde se encuentra una detallada descripción de lo que queda de dicha industria, ya de paso dejo pendiente una ruta para conocer este atractivo lugar con mayor profundidad. 

Cruzo el pueblo desde poniente pasando frente a la iglesia y continúo bajando hasta la piscina municipal, allí me desvío a la izquierda para ver el lavadero que queda unos metros más allá. 

Retrocedo para llegar al parque donde la acequia forma una pequeña balsa, para deleite de los patos, antes de salir hacia la huerta. Ya veo al fondo el puente por el que tengo que cruzar la vía del tren y la autopista para acercarme al estany de Almenara. 

Hasta allí un camino asfaltado entre acequias, huertas y la marjal bulle de actividad ante la recolección del tomate que tiñe de rojo esta fértil y vulnerable tierra cada día más codiciada por la codiciosa maquinaria de la construcción. Cruzaré la carretera para entrar de frente por el estany y seguir el camino recto, como un pasillo entre agua, que me hará nuevamente disfrutar de este maravilloso espacio, de su floresta y sus reflejos metálicos en un agua agitada por la suave brisa. 

El ya conocido camino hasta Almardá me hará buscar algún tramo nuevo entre la multitud de caminos que recorren esta parte de la marjal. La ruta no ha sido muy dura pero sí larga, pero sobre todo el calor agobiante ha sido lo peor… nada que no pueda arreglar una buena cerveza.



martes, 6 de agosto de 2013

Jérica-Teresa-Masía Ribas-Emb.Regajo


Esta ruta conforma la parte final de la aventura del río Palancia. Con este track estará completa la serie de eslabones que conformarán la ruta del Palancia, de igual modo que, en su día, completé la ruta del Turia: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2012/04/todo-turia-proyecto.html
La ruta se inicia en Jérica, un pueblo con mucho encanto y gran interés. De ahí, siguiendo la margen del río remontaré hasta el vecino pueblo de Teresa para girar a la izquierda y adentrarme en los montes hacia el alto de Yuste, de ahí giro a la izquierda para dejar la Cueva Santa a mi derecha, que será visible en la distancia en algunos momentos, para dirigirme al este. En la masía de Ribas giro hacia el norte para rodear la muela de Jérica y bajar hasta el embalse del Regajo, desde donde, rodeándolo por el norte llegaré otra vez a Jérica.

Dudaba sobre si ir con el coche o en tren hasta Jérica, pero la ruta, que suponía dura, me obligaría a ir constantemente pendiente del reloj para poder coger el tren, de todas formas tenía que ir hasta Sagunto para coger el  tren o sumar 30Km. más de ruta, así que estaba clara la elección; el grandote sería, una vez más, cómplice de otra gran aventura. Madrugón, desayuno, viaje y a pedalear antes de las nueve de la mañana. El coche lo dejo en la estación del tren e inicio allí mismo el pedaleo bajando hasta el pueblo. Llego hasta la plaza y callejeo un poco sin rumbo fijo pero acercándome con pausa hacia la torre. Mil rincones que recorrer, conocer y disfrutar en este pequeño pueblo de la comarca del Alto Palancia. A lo tonto ya son 3 las veces que hemos pasado por aquí, las dos anteriores con Roda i Pedal, una en la ruta de la vía verde de Ojos Negros: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2007/11/ojos-negros-i-torres-torres-jrica.html y la otra en la ruta de la Torrecilla: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2010/02/cronica-de-jerica-la-torrecilla.html  Por fin llego al pie de la imponente Torre de la Alcudia, campanario y símbolo de Jérica. 

En la parte opuesta de la plaza las murallas del castillo, de posible origen musulmán, donde se asienta la ermita de san Roque. Tras este conjunto se eleva la Peña Tajada, la montaña que alberga en su cima la torre del homenaje, y que sería el gran bastión defensivo de la ciudad en tiempos más beligerantes. 

Bajo hacia el puente de Navarza en el lado este del pueblo, para cruzar el río y tener una primera visión del profundo y estrecho cañón que ha labrado el río Palancia entre esta montaña y la muela; es la espectacular Vuelta de la Hoz, que a estas horas se mantiene fresca a la sombra de la propia montaña. Entro en el meandro del río que tendré que volver a cruzar por un puente casi a ras del agua. En la parte más meridional hay una pequeña y bonita área recreativa y algunos miradores se asoman al río que muestra pequeños saltos de agua así como azudes y acequias. 

Al otro lado las escarpadas montañas son el hábitat de cabras montesas, lo que ya no sé es si están en total libertad o son un rebaño dentro de una finca. El camino se torna senda bajo la pinada. Es un tramo que no pueden recorrer los coches pero que es perfectamente ciclable hasta los Chorradores, un pequeño y bonito azud que eleva agua a una acequia, allí hay unos escalones y un paso estrecho que obliga a bajar de la bici aunque sin más dificultad. El panorama es precioso, sumergido entre dos luces y sumido en la dormida calma de la presa o enardecido por la rompiente del agua contra las rocas, una postal de intensos contrastes. 

Sigo adelante para llegar al puente por el que cruzamos el Palancia en la ruta de Roda i Pedal hacia la Torrecilla, luego la fuente de Randurias donde giro a la derecha para llegar a la carretera de Viver, izquierda y unos metros más adelante otra vez izquierda para salir de la carretera y recorrer el margen del río entre huertas regadas por sus aguas. Alguna subidita intensa, que al sol, ya hace aparecer los primeros chorretones de salado y pegajoso sudor. Tras los campos encuentro un camino asfaltado de bajada, y menos mal porque las subidas de antes eran de risa comparadas con esta pendiente. Es corta, pero pienso en la ruta del río Palancia que hoy estoy completando y que en esa ruta será de subida, bonita bienvenida la que nos brindará Viver. 

Poco después llego a las cuevas del Sargal, un conjunto de pequeñas grutas y formaciones rocosas en la pared formadas por el agua. Enfrente una espectacular arboleda da sombra a las mesas de picnic y un poco más adelante la fuente Seronero ofrece su fresca agua para beber así como la ofrece el río, en sus pozas, para bañarse. Enseguida llego a un desvío que indica cueva del Gallur. Son apenas doscientos metros para llegar a una cueva en la que los vándalos están acabando con el pilar central de la cueva que hace dos años casi llegaba al techo. El siguiente tramo es una sucesión de vegetación de ribera en un lado y pinada en el otro hasta que por fin esta última desaparece y solo queda una grandiosa alameda regada por el río. Paso por el puente del río y decido que, bajo su sombra, junto a la fuente del Río o la del Sapero será un buen lugar para almorzar. Ni rastro de las fuentes ni del río que en este tramo aparece casi seco y estancado. 

Me deja anonadado este contraste con las hermosas balsas que había hace apenas un par de kilómetros en el paraje del Sargal; este cauce seco es lo habitual en la parte baja del río, al pasar Sot de Ferrer por la toma de aguas para las acequias, pero en este tramo me extraña muchísimo. Tras el ágape subo otra vez al camino y continúo recto, al poco paso un sifón de una acequia con bastante caudal, al menos parte, si no toda el agua del río, ya sé donde está. Ahí mismo giro pronunciado a la derecha y el asfalto empieza a empinarse sobremanera bajo un sol de justicia que no hace más que aumentar la dificultad de la subida. A la derecha de la subida el alto de las Quinchas y la Peña de los pajaritos ocultan la maravillosa hoz del Rabo de la Sartén. Mucha calma y mucho desarrollo después corono esta cuesta que me deja ante el espectacular mirador sobre Teresa. 

El dantesco panorama nada tiene que ver con el magnífico bosque que encontramos hace  menos de 3 años. 

El fuego se paró a mi derecha en los campos de cultivo, pero las zonas de bosque y matorral están arrasadas hasta los cimientos. Ahora la terrible fealdad de las granjas llena un espacio que antes suavizaba la vegetación. La preciosa hoz del río intenta llenar un espacio de tremenda soledad, incluso en su más despiadada sequedad el cauce es el verdadero protagonista de este paisaje con su serpenteante baile a través de las montañas. En este tramo no dejamos al río llevar sus aguas debido a las infiltraciones de su cauce natural, estas se canaliza para el riego y luego el sobrante vuelve a retomar su fluir por el río.
Otra bajada rápida, casi feroz por el zigzag que dibuja el camino hasta cruzar el puente sobre el río seco. Me adentro hacia el pueblo cruzando las granjas feas y pestilentes. Luego el pueblo que tampoco ofrece nada que me haga detenerme. Posiblemente el impacto visual de los bosques calcinados me ha dejado un poco apático y no disfruto del pueblo que sé que tiene varios lavaderos, así que cruzo el pueblo viendo como mucha gente baja hacia la zona del Batán para disfrutar de una jornada de baño en su playa fluvial antes de robarle el agua al río. Ni siquiera veo una fuente en el camino y no tengo ganas de desviarme, craso error a la vista del caluroso día que hace. 

Sigo para llegar al desvío del área de La Sonsida, esta también baja, por una senda, hasta el Batán pasando por unas bonitas pozas. Poco después llego a un desvío a la izquierda; al cruzar el puente dos caminos, a la derecha el camino de Sacañet, un viejo conocido que hice en sentido contrario en la primera ruta por estas tierras, pasando por las cuevas de Jalbe; a la izquierda el camino que tomo para remontar el barranco de Medilla. La pendiente es llevadera pero el firme está roto con alevosía. Pero lo más cruel es el dantesco panorama de un bosque quemado que grita su rabia en un escandaloso silencio saturado de chicharras; los pájaros no tienen donde refugiarse y el verde se muestra tímido, temeroso de que le vuelvan a infligir tanto mal y destrucción. 

Las coscojas y carrascas asoman sus verdes brotes a través de la calcinada piel de los viejos troncos. Algunos focos de arboleda que milagrosamente se salvó de la quema asoman aquí y allá vergonzosamente mientras el sol agosta las plantas bajo el tórrido calor del mediodía. 

Arriba llego al camino de Sacañet y giro a la izquierda, por él llegaría a los cinglos de Benaval y el mirador sobre Teresa. En cambio, un poco más adelante, giro a la derecha para emprender una colosal bajada, rápida y divertida por una pista ancha aunque con algo de graba suelta. Un viejo corral me dice que estoy en terreno conocido y mirando a la derecha puedo ver el blanco Santuario de La Cueva Santa sobre una mancha de verde pinar en medio de un calcinado paisaje. 

Sigo esta bajada hasta un navajo artificial que por las huellas alrededor debe tener bastante tránsito de animales. Empiezo aquí una pequeña rampa que al finalizarla me ofrecerá la posibilidad de volver a Jérica por un conocido camino a la izquierda, sigo recto para trazar la curva del camino hacia el sur y acabar de bajar hasta la Masía de Ribas. A la izquierda sobre la carretera de Altura para dejarla en la siguiente intersección también a la izquierda. Lo que creía sería una bajada se torna en un terreno pestoso, un rompe piernas que me tiene más tiempo subiendo que bajando, hasta la bajada final que, además, no está en muy buenas condiciones y no me permite dejarme llevar con velocidad. 

En esta bajada encuentro una curiosa capilla indicando la dirección hacia la Cueva Santa, al parecer alguien se perdió y quiso evitar que otros sigan su misma suerte. 

Ya empiezo a ver en la distancia la mancha azul del embalse del Regajo al abrigo de la impresionante pinada que lo rodea. Llego a la vía verde de Ojos Negros tras un lapso de indecisión sobre si ir por ella o por la N-234 en un camino apenas más corto, por tan poca diferencia al final opto por la comodidad de ir sin tráfico y la belleza de una vía verde a una carretera de negro asfalto. Sigo las indicaciones del “Treki” para salir convenientemente y encontrar el camino que baja hasta las mismas aguas del pantano. Junto a la vía del tren y la presa encuentro un sitio elevado y con vistas que me servirá de acomodo en la parada de la comida. La cerveza, que traía congelada, ya es caldo con el que regar mi fatigado cuerpo. Desde el Sargal no he encontrado ninguna fuente y me vendría de maravilla, tanto para beber como para darme un bañito. 

La placidez del entorno es tremenda y veo como en la orilla opuesta hay gente disfrutando del baño y la sombra de la arboleda. Solo un tren rompe mi merecido descanso cuando después de comer echo una cabezadita adormecido por los rigores del calor vespertino. Me vuelvo a poner en marcha tras la marcha del tren, cruzo la presa y busco la fuente que vi entre la pinada en la ruta que hace unos días me trajo hasta aquí desde Sot de Ferrer. Es hora de vengar ese baño que quería antes de comer bajo la fuente. Sigo la carretera que bordea el pantano hacia el norte hasta el brazo de la rambla de Gaibiel, allí un puente salva el barranco y el pantano, donde termina uno y empieza el otro es difícil definirlo. La carretera pasa junto a una enorme y preciosa masía, más adelante en la bifurcación a la izquierda y bajo hacia las áreas de recreo que veía desde el lugar donde he comido. 

Antes me paro a observar la enorme extensión de olivos que, por lo pequeños y juntos que están, deben de ser para trasplantarlos. 

Sigo esta larga recta que me adentra en la pinada y me lleva a visitar dos áreas de recreo en un entorno privilegiado, entre sol y sombra y “aguas tranquilas en las que fondear”, o disfrutar del baño o la pesca. 

En el segundo paraje que visito algún dominguero “responsable” cuelga las bolsas de basura de los árboles porque no hay contenedores, y para evitar que los animales rompan las bolsas y saquen la basura “el tonto del culo” opta por abandonarla en lugar de llevársela a su casa y tirarla en su contenedor habitual, y lo peor es que su irrespetuosa lección magistral ha sentado cátedra y tiene “guarroseguidores”, hay guarros tan imbéciles que hasta tienen que copiar a otros, aún más imbéciles, porque la neurona no les da para más.

Perdón por la horrible foto que rompe la espectacular dinámica que llevaba esta entrada, pero nada mejor para ilustrar la guarrería humana. 
A ver, digamos esto poniendo vocecilla de José Mota: sitoloquehay en la bolsa lo has traío tuuu, siahora pesa menos queannnntes, si ocupa menosiitio, si inclusoesmejoor que no seas, pero que sepas que ser…eres, un guarro. Ay Dios, llévalos pronto.


Tras la visita y las, casi todas, idílicas vistas vuelvo a la carretera y giro a la izquierda para afrontar la parte final de la ruta. Al salir del túnel que pasa bajo la autovía el segundo camino a la derecha me sube hacia un cerro al norte de Jérica desde el que espero disfrutar de unas buenas vistas. Ante el intenso calor y el rumor y frescor del agua corriendo por una regadera, decido darme un último homenaje antes de afrontar los últimos metros de subida de la jornada. Una rampa corta pero intensa que me deja cresteando la montaña y con unas vistas soberbias del pueblo, su campanario y su torre del homenaje, su Peña Tajada y su camino de Navarza cerca de los cinglos de la Vuelta de la Hoz. 

Solo me queda bajar hasta la estación por un camino del que doy gracias no tener que subirlo, la pendiente es una locura de bajada y en algún momento temo que los frenos dejen de responder ante el calentón que se están llevando. Ahora sí, con todos los tracks por el río Palancia ya puedo editar la ruta completa Todo Palancia, pero eso será al llegar a casa.