miércoles, 8 de mayo de 2013

Río Juanes-Pico Nevera



Segunda incursión por la zona de la sierra Malacara. Tras la anterior ruta por El Fresnal, Las Moratillas y fuente Umbría me han entrado las prisas por seguir recorriendo estas montañas. La ruta de hoy me iba a llevar a coronar el pico de La Nevera, que con sus 1118msnm. es la cumbre más alta al sur de la A3 hasta el pico del Caroig treinta y siete Km. más al sur. La aproximación con el coche, hasta la urbanización del río Juanes junto al antiguo balneario en la carretera de Buñol a Yátova. Empezamos a pedalear.
Unos estiramientos y comienzo a dar pedales por la carretera en dirección a Yátova y en ligera subida. Un poco después tomo un camino asfaltado a la derecha que sigue subiendo; se acaban de abrir las vistas hacia el sur y el este. El Motrotón muestra su calcinada piel en contraposición a la exuberante vegetación de monte bajo que inunda esta parte del valle. Un manto de matorrales cubre de rabioso verde la rojiza tierra que veo junto al camino. Continúo el camino para entrar en una zona de cultivo de olivos, luego un camino surge por la izquierda, este camino baja hacia Yátova pasando por la restaurada ermita de san Vicente, lo dejo y tomo un segundo camino a la izquierda, a escasos metros de este y que me saca del asfalto. Vuelvo otra vez a subir, si es que había dejado de hacerlo en algún momento, de forma moderada pero constante por un terreno que agarra más que el asfalto. Los olivos se convierten en pinos en los márgenes del camino y sigo el camino principal desechando las diversas opciones que se presentan y que no van más allá de entradas a campos o chalets. Voy acompañado a mi derecha por un pequeño barranco del que pronto alcanzaré su cabecera, en una curva de herradura que endurece la pendiente y consigue hacerme sudar por primera vez. Al coronar este repecho encuentro un cruce de caminos y giro a la derecha por el camino de Pardenillas que parte en dos un campo de olivos. Luego encuentro más monte, que está siendo limpiado por brigadas forestales. A buenas horas, aunque más vale tarde que nunca y, por supuesto, los brigadistas no tienen la culpa de donde o cuando los mandan acondicionar el monte para prevenir catástrofes como la que asoló, el verano pasado, la otra parte del valle, donde allá al fondo, de encuentra la CV-429 que sube hacia Hortunas y La Portera. Unos metros más allá el camino se ciñe mucho al cortado de la montaña y decido que este será un buen sitio para almorzar. Sentado en una piedra al borde del cráter veo como la vegetación se esfuerza por colonizar la ennegrecida piel de la montaña de enfrente. Veo pequeños grupos de árboles que misteriosa y/o milagrosamente han sobrevivido al fuego y pienso que esta montaña se libró del fuego al quedar al norte del infierno que corría de oeste a este. Pienso en que solo a unos pocos Km. al oeste de aquí están los impresionantes bosques de Las Moratillas y El Fresnal que se libraron por los pelos. No me quiero amargar con tan negros pensamientos, así que intento mirar el verde que crece entre la ceniza, ese verde incansable que siempre vuelve más pronto que tarde, pero que tardará en alcanzar la magnitud y el tamaño de antes, si es que se/nos lo permitimos. 

Veo como la bruma tapa la albufera y el mar, y como entre ella aflora la cumbre de la serra de Les Rabosses y las afiladas montañas que corona el Montdúver. Continúo sobre la bici por el camino para llegar al corral de La Galena. Una ruina de lo que antiguamente sería un corral de ganado. En esta zona unas gotas empiezan a caer haciéndome temer lo peor. Y es que la primavera sigue revuelta como una peonza y la climatología no da tregua, sucediéndose las lluvias con días de mucho viento y al día siguiente el calor que da paso a otro ciclo de inestabilidad. Del corral no queda más que los muros exteriores con lo que tampoco da para cobijarse, aunque las cuatro gotas que han caído, y que han parado, tampoco inquietan más. 

A lo lejos el embalse de Forata dibuja una pequeña mancha azul entre el incipiente verdeo que pinta la gris montaña. Un poco más adelante el mapa indica que por aquí está fuente Umbría pero nada hace pensar que por aquí hay una fuente y si está se esconde bien. De todas las fuentes marcadas en el mapa no he visto ninguna excepto la de La Condesa. Luego un camino baja hacia la izquierda hacia el valle que veía desde la atalaya del almuerzo, sigo adelante olvidando este camino y centrándome en el bacheado firme que corta la vegetación de monte bajo que en este tramo de la ruta es la protagonista.  

Sigo subiendo este camino que exige más por el firme que por la subida. Llego a una bifurcación, con señales del PRV- 148, que tomo a la derecha, dejando a la izquierda el camino que baja hacia Forata. Rodeando la montaña que tengo a mi derecha el camino se convierte en pista forestal y esta baja hacia la fuente de la Condesa que visitaré luego, en la parte final de la ruta, pero ahora me toca girar a la izquierda y seguir por un camino tan bacheado y “pestoso” como este por el que venía. Tras este giro, lo que queda ahora a la derecha es el pico Pardenillas con su V.G. 

Llego a los Cortijos del Pobre: aquí bajo la pinada un viejo aljibe de piedra seca queda como testigo mudo de una historia más reciente y menos tecnológica de lo que podemos imaginar. Un camino de cemento baja hacia la izquierda hacia las casas de Pardenillas. La bajada es corta pero intensa y la vegetación es una amalgama de colores y texturas que ponen un punto de interés a un paisaje más monótono de lo que esperaba al iniciar la ruta. Tras cruzar el barranco y pasar junto a las casas giro a la izquierda, otra vez en subida, para encontrar una zona de cultivo de cerezos. Luego otra vez a izquierdas para seguir junto a los cerezos que ya dejan ver las verdes picotas que maman la savia de una tierra agradecida y que hoy se riega a través de modernos sistemas de goteo cuando hace pocos años era un árido secano. Dejo a la izquierda un camino y enseguida una curva de herradura a la derecha, arriba otra herradura a la izquierda y una bifurcación que tomo a la izquierda. 

A escasos metros a la derecha, casi oculta entre los arbustos, está la sima del Corral del Zurdo, cubierta por un enrejado para evitar accidentes. A partir de aquí la mole del Nevera será visible en todo momento a mi derecha. Es brutal ver hasta donde tengo que subir, pero antes me queda un aperitivo para ir abriendo el apetito. En dirección oeste el camino se acerca, llaneando esta pequeña meseta, hacia la subida al Pintao, que ahora queda oculta por una cercana montaña. Pero tras dejar atrás esta montaña las antenas cobran protagonismo de forma repentina y brutal, si el Nevera asusta al otro lado del valle, esto acojona ante el inminente mirar al cielo en que se torna el camino, con una brutal pared final junto a la línea de alta tensión. 

No queda otra mas que subir. Todo bloqueado y todo metido al servicio de la subida. Por suerte el encapotado día ayuda a mitigar la sensación de calor que genera el esfuerzo. El agua la sudo casi antes de beberla. Me lo tomo con calma pues sé que poco a poco, a ritmo, me haré con la subida y conquistaré la cumbre. Y así, antes de darme cuenta estoy metido en plena pared y el orgullo de no verme superado por la montaña me empuja a seguir dando pedales. Ya arriba pienso que no ha sido tan malo y pienso con algo de maldad, como dice Salva, que a esta subida le falta una rampita más. Desde la casa de Panella a 945 metros de altitud las vistas son espectaculares incluso a pesar de la bruma, en un día despejado debe de ser lo máximo. Visito la zona de las antenas mientras recupero pulsaciones y oxígeno y bebo un poco de agua, alegrándome de que no esté esa rampa que faltaba. 

Las vistas se cierran bastante ante la bruma que ya no se ciñe a la línea de costa y gana terreno a marchas forzadas, haciendo que las no tan lejanas montañas parezcan fantasmas nebulosos en los que no hay detalle, forma ni contraste. 

Miro a la cara del coloso y me preparo para bajar hasta el collado Umán por un tramo de asfalto corto, rápido y divertido. Ya abajo enlazo con la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/05/las-moratillas-fresnal-rio-mijares.html  y enfilo la subida hacia el pico Nevera. El tramo de pista conocido está en perfectas condiciones, pero al llegar al desvío, el descorazonador inicio es solo un pequeño síntoma de la enfermedad. 

Me adentro en lo que presumía una subida complicada; nada más lejos de la realidad, me acabo de meter en la boca del lobo. Una descripción concienzuda de este tramo daría para una crónica entera, pero resumiendo diré que este tramo de poco más de 5Km. de subida con un desnivel positivo de unos 300metros me costó más de una hora y cuarto de titánico esfuerzo, arrastrando la bici por un pedregal que no tiene nombre y pedaleando a base de potencia y por coj… en tramos en los que me empeñaba en no arrastrar más tiempo la bici. 

También hubieron un par de amagos de tirar la toalla y dejar la victoria en manos de la montaña, pero al final algo me decía que había venido aquí para esto, que la dificultad ya la intuía cuando en la otra ruta, pasando por la pista, vi la subida. Así que, como no tenía nada mejor que hacer, apretando los dientes y parando para secarme el sudor cada dos por tres fui subiendo y conquistando la cima. Ya que estaba aquí terminaba lo empezado y me olvidaba de otra intentona en un futuro. La risa de la montaña ya no se oía conforme iba acercándome a la cumbre y esta intuía que podía vencerla. 

Loco de contento llego al collado del perro, el nombre no está puesto al azar, al menos en la vertiente sur se la montaña. Custodiado por una fila de pinos, el camino baja por el lado norte de la montaña hacia Venta Quemada, es el descanso antes del asalto final. Otra rampa de vértigo se cierne ante mí, pero es el último esfuerzo y la determinación ya es imparable. Llego arriba para comprobar con desanimo que las vistas, en este día de bruma, no son tan espectaculares como habría querido, pero es lo que hay. Los 1118metros de altitud no me permiten ver mucho más allá, y lo de más acá está tan borroso que es una pena. La foto de la bici al pie del V.G. será la prueba irrefutable de la conquista. 

Algunas fotos sobre la llanura del Rebollar con sus mosaicos dibujados entre la tierra y los cultivos, el bosque de Villingordo a los pies de la montaña, y el Montote y el pico del Tejo saliendo de encuadre a izquierda y derecha respectivamente y siendo los siguientes objetivos programados por estas tierras. 

Hacia el sur las antenas de El Pintao se elevan delante de la sierra Martés, y cerrando el horizonte la sierra de Palomeras separa La Comunidad Valenciana de las tierras de La Mancha. Me preparo para bajar. La bajada tampoco fue un paseo. Poco menos de una hora llevando la bici de la mano cuando no empeñándome en hacer trial por un terreno imposible. Por fin llego a la pista y vuelvo a montar sobre la bici para hacer una bajada espectacular. Bajar hasta el collado Umán, tomar el camino asfaltado a al izquierda y disfrutar de una bajada suave y tranquila entre un pinar impresionante. 

La bajada no es muy pronunciada pero te da velocidad, lo que realmente me para son las curvas pronunciadas que obligan a tirar de freno, y claro, después hay que volver a coger inercia. La carreterita se pega al inicio del barranco o rambla de Bosna que, tras recibir las aportaciones de los múltiples barrancos que van a parar aquí de un lado y otro del valle, se convertirá en el río Juanes. La fuente de Ganaderos, si la hay, parece estar dentro de un recinto vallado, tipo chalet o algo así, de modo que sigo adelante. 

La vegetación del barranco es espectacular: pinos y fresnos cubren tanto el fondo del barranco como la ladera de la montaña y pintan, junto a las coloridas jaras, las imágenes que voy atesorando en mi memoria. Más adelante llego a la casa de los Yegüeros, una finca más moderna que se asienta junto a la carretera detrás de una pequeña pinada, tras ella, metida en la montaña un antiguo corral se desvanece y se mimetiza con el entorno. 

La fuente tendría que estar al lado derecho de la carretera bajando hacia el barranco, si es cierto que se oye rumor de agua, pero no hay camino ni señal, ni senda que me de una pista de donde puede estar. Otra oportunidad de agua perdida. Ya hace rato que voy racionando el agua para no quedarme sin el preciado elemento. Tragos cortos, más para mantener la humedad en la boca que para saciar la sed, esto no será hasta que encuentre una fuente. Después encuentro la zona mas agreste de estas montañas donde los afloramientos rocosos salen a la superficie, mostrando la enorme fuerza geológica que en esta parte de nuestro territorio se manifestó hace millones de años. Después viene la fuente de la Condesa. 

Esta sí que está y se deja ver a la orilla del camino, con su área de recreo, sus mesas y sus paelleros. El dichoso cartel de agua no apta para el consumo me toca las narices, creo que habrá otras formas de poner que esta agua no tiene las mismas garantías que la del grifo de casa… no sé, digo yo. El caso es que bien lavadas las manos, me sirven de cazo para llenarme la boca una y otra vez y saciar la sed. A partir de aquí la rambla se llena de agua, y poco después cambiará su nombre por el del río Juanes para llenar de maravillas, en su corto recorrido, el paisaje por el que va pasando. Justo antes de que la carretera se aleje de su vera interponiendo preciosos campos de oliveras, un par de pequeñas hoces o recodos serán el primer pintoresco signo de su magnífica singladura. 

Dejo el cauce a mi derecha y comienzo la subida hacia la urbanización de la cruz. Es una subida corta y suave que no representa ninguna dificultad. Ya arriba enlazo con la carretera que baja, a la izquierda hacia Buñol por el barranco de Carcalín, y hacia la derecha, que es la dirección que sigo, hacia Yátova, en una impresionante bajada hacia el río Juanes que será, tras pasar el puente, punto final de esta ruta.
Lastima que la cruel subida al Nevera haya marcado tan negativamente esta ruta que por lo demás, y sin ofrecer grandiosos alicientes, es una ruta bonita con unas pocas pinceladas de todo: pequeños núcleos de bosque, grandes zonas de matorral, caminos pedregosos de exigencia moderada, subidas y bajadas suaves y otras exigentes, asfalto, tierra y vistas abiertas, aunque la climatología no haya acompañado del todo. Pero las dos horas de tortura han condicionado demasiado el agradable recuerdo que podría tener de esta ruta, la recomendación es olvidarse de subir esa cota y disfrutar del resto de la ruta, seguro que así dejará un buen sabor de boca. 

Acabo la ruta sacando el bocata y la cerveza del coche y bajando a orillas del río, junto a la fuente que hay al otro lado del balneario para comer en este bonito y privilegiado entorno.






viernes, 3 de mayo de 2013

Almardá-Alfondeguilla-Vall d'Uixó


Segundo día en Almardá y segunda ruta. Hoy me esperan otros 60Km. pero con algo más de desnivel que ayer que fueron completamente llanos. La ruta de hoy me llevará a adentrarme en los primeros contrafuertes de la Serra d’Espadan allá en Alfondeguilla para luego visitar la Vall d’Uixo y acercarme hasta la playa para volver a casa por un paisaje similar al de ayer, aunque intentaré encontrar nuevos alicientes. Vamos a verlo.
Salgo hacia la avenida Europa, pero hoy, junto al restaurante, cruzo la carretera para tomar un camino que se adentra en la marjal. Un paisaje de campos de cultivos y chalets desperdigados por este inacabable paisaje que en algunos puntos está por debajo del nivel del mar, por lo que solo se ve a lo lejos las montañas hacia las que me dirijo, con la cruz blanca pintada como referencia. 

Pero la primera referencia es el depósito amarillo que como un faro se erige junto a la rotonda por la que tengo que pasar. Serpenteando entre campos llego a la rotonda, cruzo al otro lado, aunque no habría necesidad, y giro a la izquierda para tomar la vía de servicio junto a la carretera. También podría ir por el carril bici, bueno “arcenbici” que aquí  es bastante ancho. Paso junto a la Alquería Nova, que queda al otro lado de la carretera y que por eso he venido a este lado, para tener mejor perspectiva. No es que sea un edificio espectacular ni singular pero tiene su aquel toda restaurada y pintada. Llegado a la siguiente rotonda se acaba lo bueno, tanto la vía de servicio como el “arcenbici”; no queda otra que entrar en la carretera para cruzar los puentes sobre la autopista y la vía del tren y llegar a la estación de los Valles donde, después de la segunda rotonda, dirección a Faura, me encuentro con el sueño de los carriles bici: la carretera, con su arcén, queda separada por un muro de hormigón, y la acera tiene su propio espacio a la derecha, por lo que toda la pintura roja es para las bicis. 

Lo dicho, el paraíso para moverse en bicicleta entre estos pueblos de La Vall de Segó. Pero no podía ser tan bueno… llego a la rotonda de entrada a Faura, sigo por el carril bici a la derecha de la carretera y veo que este se convierte otra vez en un “arcenbici”. En la anterior ruta por La Vall de Segó: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/04/almarda-vall-de-sego.html  en la rotonda de Quartell, junto al Molí Nou, también hay un muro que separa el carril bici de la carretera, hoy me doy cuenta de que ese muro de separación es solo en las entradas a las rotonda donde los ciclistas somos desviados hacia el interior para no tener que compartir el espacio de la rotonda con los coches, y eso me llevo, aquel día, al error de pensar que todo este carril bici era así. Pero bueno, algo es algo; si en coche no sabemos como tomar una rotonda pues súmale a eso una bici que encima va más despacio, “paabersematao”. Bueno pues eso, sigo por el “arcenbici” que es mejor que nada, y al menos este es muy ancho y libre de arbustos que invaden el espacio, para pasar por Quartell en dirección a Quart de les Valls, donde en la rotonda junto a la ermita se acaba la pintura roja y hasta el arcén en algunos tramos de esta pequeña carretera por la que ahora continúo. La suerte es que hay poquísimo tráfico. 

Llego a una entrada de camino sobre el barranc de la Font con unas bonitas vistas sobre los restos de un antiguo molino de viento en lo alto de la colina tras los campos de naranjos y los motores para bombeo del agua de riego. La carretera, que es la que va dirección Segorbe empieza a picar hacia arriba, de forma suave pero constante. Serán menos de 3Km. de asfalto pero ya estoy deseando tocar la blanda y polvorienta tierra de los caminos. Ahora mismo daría mi reino por un charco, por el polvo blanco del riíto o por la arcilla roja de Les Rodanes…Lo bueno de esta carreterita es la bonita pinada que la envuelve a un lado y otro. Poco después llego al desvío a la derecha hacia Alfara. Lo tomo y enseguida dejo el asfalto para coger un camino de tierra también a la derecha, será por poco tiempo ya que este vuelve al asfalto, pero será mi primer contacto con los caminos y las montañas. Otra vez sobre el negro pavimento me deslizo entre toboganes y un mar de naranjos que saturan el ambiente del colosal aroma de azahar. No puedo más que cerrar los ojos y aspirar con fuerza, con avaricia, antes de que este grandioso espectáculo se pase ante los rigores del tórrido verano que engordará las naranjas pero nos privará de este regalo para el olfato. 

Al fondo las cumbres de Espadán cierran la frontera norte de mi campo de visión, al oeste es la Calderona la reina de las cumbres. Decido que este es un buen sitio para parar a almorzar. Tras el ágape continúo camino para cruzar la carretera de Vall d’Uixo a Alfara. Aquí ya tengo las señales del campamento de Escales. El camino asfaltado remonta el curso del barranco de la font de Escales que más tarde, poco antes de llegar a Vall d’Uixo, se convertirá en el río Belcaire. Hasta el campamento no hay pérdida. 

Una enorme pinada es la entrada al área recreativa. Unas mesas bajo la pinada y una zona de juego, unos paelleros, aseos, pilas para fregar y el refugio cubierto vallado y cerrado... Me decepciona bastante el sitio, al menos un sitio cubierto para protegerse de una tormenta no estaría mal, pero alguien ha decidido que es mejor tenerlo cerrado. Tampoco veo ninguna fuente y los fregaderos no es el lugar más apetecible para beber agua. En fin, no es que esté mal este paraje pero esperaba otra cosa, y las expectativas de cada uno son de cada cual, a veces se cumplen y otras no. Sigo el camino que poco después deja el asfalto para encontrarse con la rojiza tierra. Una pronunciada curva a la derecha me pone ante una parte del camino que cruza el barranco. 

Las lluvias de las últimas semanas siguen bajando y anegan el camino que, en este punto cubre por encima de los pedales y me mojará los pies, con lo que empiezo la subida a la montaña con los pies fresquitos. Tras el charco un desvío: a la izquierda el camino continúa por el barranco, con más agua anegando el paso, ese camino se dirige, pasando por la font de Escales, hacia la Dehesa de Soneja, que en principio es la ruta de mañana, pero que no haré ya que tengo que repetir este monótono camino hasta y desde aquí ida y vuelta, la planificaré de otra manera y la dejaré para otro día. El camino de la derecha es el que tomo para comenzar la subida. Conforme gano altura gano perspectiva sobre las montañas que dejo atrás. Un poco después el camino vuelve a encontrar el asfalto entre la pinada. Siguiendo el curso del barranco y con bonitas vistas de la Calderona a mis espaldas voy subiendo entre la pinada. 

Llego a la parte más alta de esta zona de la ruta junto a un viejo aljibe que queda a la izquierda del camino, ante mí una pronunciada bajada. Me dejo caer para comprobar con emoción lo divertida que es esta parte de la ruta. Camino estrecho, asfalto, curveo constante junto al barranco que ahora crece al lado derecho del camino; badenes que cortan el camino y ponen sus saltos al servicio de la emoción, de la velocidad y de la sonrisa en la cara en un tramo de inesperada y tremenda diversión. 

Paso junto a una zona de arboleda protegida; unos enormes y preciosos alcornoques se muestran junto al camino, son de los pocos ejemplares que hay por la zona, un tipo de arboleda mucho más adaptada a esta zona climática en que vivimos pero que está en grave retroceso, entre otros factores, por su lento crecimiento después de fuegos devastadores, de los que desgraciadamente somos testigos de primera mano en más ocasiones de las estrictamente necesarias, aunque su corteza exterior – el corcho- sea su primera barrera antiincendios. Otro de los factores es la moda de los tapones de plástico para el vino; nada mejor para un producto natural que taparlo con otro producto natural. 

Ya abajo en el valle, paso junto a algunas cuevas en las paredes que se asoman a la carretera, me voy acercando a la carretera CV-230 para llegar por ella a Alfondeguilla. Antes otra agradable sorpresa de la ruta: el acueducto de Alfondeguilla. No lo tenía programado en la visita de hoy pues desconocía su existencia, pero es una agradabilísima sorpresa encontrar esta majestuosa obra de ingeniería hidráulica en un estado aparentemente bueno de conservación. Bajo hasta el mismo cauce del barranco para ver este precioso acueducto desde todos los ángulos. 

El agua, que aunque poca, fluye por el torrente, ayuda a poner una imagen imborrable en mi retina y en mi memoria digital.
Poco después llego al pueblo y giro a la izquierda para encarar la subida al calvario. La ermita del Santísimo Cristo se protege tras la cerrada fila de cipreses cual centinelas inmutables. 

El calvario serpentea y ofrece bonitas vistas de las que sacar partido a la cámara. Desde arriba el pueblo se muestra a sus pies entre los huecos que dejan los centinelas. Un cuidado y bonito entorno que merece esta visita por las ermitas que nos muestran una parte del legado cultural que atesoramos en nuestras tierras. Toca bajar, dirigirse hacia el centro del pueblo y pasar por la iglesia de San Bartolomé, de ahí hacia el barranco que se adentra directamente en la Sierra de Espadán, y que trae sus aguas hacia el río Belcaire. Luego pasaré por el lavadero, casi escondido en un bajo, en un pequeño callejón con unas escaleras que lo conectan con la calle de arriba. Por fuera nada muestra lo que allí se esconde. 

Bajo el techo de esta planta baja el agua corre por la pila, y los trastos, probablemente del ayuntamiento o de las peñas, encuentran un lugar donde esperar su uso. Mientras tanto el lavadero sigue estando ahí para que se le de el uso por el que existe, aunque por el camino, y en un entorno poco agraciado, haya perdido parte de su dignidad. Sigo la calle adelante para llegar a la plaza detrás de la iglesia. Desde aquí la iglesia es mucho más bonita que por la parte delantera. 

Los tejados a distintos niveles del edificio y la mayor altura respecto a la calle, junto con la armonía de los colores, la hacen parecer mucho más grande de lo que es. Sigo el curso del barranco y bajo hacia donde este se junta con el otro barranco y se convierten en el barranco de San José que pasa justo por delante de las cuevas y recibe sus aguas subterráneas. Ya no queda otra mas que meterme en la carretera y bajar hacia la Vall d’Uixo. Por el camino me encontraré con grandiosos cortados en la montaña desde el pico del Pipa. 

También hay por aquí algún sitio donde hay huellas fosilizadas de dinosaurios pero o no están señalizadas o no las he visto. Desde una curva de la carretera veo la ermita de La Sagrada Familia, o de San José, es el primer sitio al que llegaré. 

La ermita está adosada al centro de información y con los arcos y bajo la pinada forman un bonito conjunto digno de visitar. Al final de la plaza hay una pasarela metálica que lleva hasta el yacimiento íbero que allí se conserva. 

Desde aquí hay unas vistas soberbias sobre toda la ciudad con el mar al fondo. En la montaña de la derecha espera mi siguiente objetivo: la ermita de San Antonio Abad, estudio desde aquí la fuerte pendiente con la que me voy a enfrentar en breve. Vuelvo a la carretera y bajo hacia el pueblo, en la rotonda las señales no dejan lugar a la duda y pronto encuentro el enorme parking, junto al barranco de San José y la entrada a la turística zona de las cuevas. Yo sigo de frente cruzando el cauce para toparme con una portentosa subida hacia la ermita. Pronto el camino se hace asfalto e inmediatamente me encuentro con las rampas que me temía ante la llegada del asfalto. Llego a una bifurcación y tomo a la derecha; lo que no sabía es que el camino que sigue recto y luego a la derecha también llega hasta la ermita, así que tomo el camino difícil. Otra bifurcación, voy a la izquierda y el camino se acaba para hacerse senda entre rocas que me obliga a bajar de la bici y subir a cuestas con ella los últimos 30 metros. 

La vieja ermita parece recortada en una cartulina y expuesta ante el cielo, deliciosamente adornada con un marco de llamativo color amarillo, en contraste con el pulcro blanco del resto del edificio. No hay mucho más que ver pero lo que hay es digno de una visita por la delicadeza que transmite. Hago todo el camino de bajada hasta el puente visitando primero esta parte del cauce para tener una perspectiva del entorno de las cuevas. 

Veo la desembocadura del río subterráneo de la gruta de San José abocando sus aguas al encauzado barranco. Luego cruzo por un puente y me adentro en una especie de gran bazar al servicio del turista: tiendas y restaurantes se suceden en los pocos metros que hay hasta la entrada a las cuevas. Visto esto retrocedo y voy, junto al barranco, por un carril bici hacia el pueblo. 

Poco antes del viaducto que cruza el cauce bajo a orillas de este y paso bajo el puente para subir por una calle y girar a la izquierda hacia los acueductos, uno romano y otro medieval mucho más pequeño y que está bajo este. 

Estos acueductos sirvieron como fuerza motriz para un par de molinos que ahora, ya en desuso, se desintegran. Ahora toca callejear para ir al encuentro de la siguiente ermita, la del Cristo del Calvario, adosada a una iglesia de más reciente construcción. La siguiente parada será después de adentrarme en el pueblo y buscar el centro. Paso por la plaza del circo, junto a ella se levantan los muros del convento de Santa Clara, pero un error en la lectura del waypoint me hará pasarme de largo y seguir hacia la monumental iglesia de la Asunción. 

Por una calle perpendicular me dirijo hacia el este para encontrar la ermita de San Vicente Ferrer. 

La fachada es de una sobriedad abrumadora pero, en el lateral, tiene tres enormes cuadros de azulejo, y otro en la parte trasera, que me recuerdan mucho la fenomenal obra que hizo mi hermano para el pueblo de mi padre hace más de 30 años y que aún se conserva en el peirón a la entrada de Royuela.

He visitado 4 de las 5 ermitas de la población, no está mal el botín. No tiene nada que ver con la religiosidad o con que sea muy devoto, tiene que ver con la estética, con la historia, con tradiciones y monumentos que merece la pena ver cuando visitas algún sitio; Una casona monumental, un ayuntamiento digno de verse, una fuente emblemática, una plaza, un castillo o torre, o muralla, o lavadero, pero no una finca de 5 pisos como el 99% de los edificios de un pueblo. Una antigua y estrecha calle con casas restauradas y manteniendo una estética, portales, dinteles o ventanas enrejadas, frontispicios, peirones o miliarios, o vértices geodésicos que prometen buenas panorámicas, lagunas, cuevas, barrancos, árboles monumentales o… por eso, entre otras cosas, visito muchas iglesias y ermitas, y ya de paso todo lo que se ponga a tiro.
  
Salgo del pueblo, sigo en dirección este y cruzo una, dos, tres, cuatro y hasta cinco rotondas siempre saliendo por la que queda al frente, o siguiendo la señal que vaya en dirección a la N-340, ojo porque las dos últimas rotondas, las más grandes, son las de entrada y salida de la A7 y tanto el tráfico como la velocidad de los coches se incrementa. Tras la última rotonda veremos a la derecha la enorme balsa Belcaire encaramada en lo alto del terraplén que la sustenta. Un poco después tomo un camino a la derecha que cruza el río Belcaire, después un bifurcación de caminos junto a unas bases de placas solares. Un camino a la derecha sube hasta las montañas que separan los términos de Vall d’Uixo y Xilxes, sé que desde arriba la vista de la enorme balsa y La Vall al fondo bajo el pico del Pipa es impresionante, pero no tengo ganas de subir y bajar por el mismo sitio, y continuar me obligaría a dar un rodeo considerable, así que tomo el camino de enfrente, despreciando también el que gira a la izquierda. Por esta camino llego a la cantera que se va comiendo poco a poco la montaña y haciendo cada vez más pequeño el término municipal de Xilxes; de las 4 montañas que tenía el pueblo ya solo les quedan 3. Se vende el alma al diablo y luego, cuando de las canteras ya han sacado todo lo que podían, ahí se queda la herida, necrosándose y supurando polvo y fealdad, deteriorando visual y paisajísticamente el entorno por los siglos de los siglos, un espacio perdido para siempre del que no se sacará ningún provecho. Ahí giro a la izquierda dejando la cantera a mis espaldas, donde no puedo verla. El camino sigue para pasar primero la nacional, con mucho cuidado, y luego la vía del tren y la autopista por pasos subterráneos. Solapo la ruta con la de ayer justo antes de llegar a la bifurcación que hoy tomo a la izquierda y medio kilómetro después a la derecha para seguir todo recto hasta el mirador elevado sobre el mar que tanto me gustó ayer en la playa de Chilches.

Llego justo a hora de comer. Me acomodo en el banco redondo y repongo fuerzas acompañado del sonido de las olas rompiendo en los pilares que se hunden en el mar y en las rocas a escasos metros. A pesar del sol el airecito es húmedo y fresco e invita a comer rápido y seguir dando pedales. Después de la comida regreso al paseo marítimo, dejo el mar a mi izquierda y voy, como decía la canción, “camino camino, cami camino…del sur” ¿Alguien recuerda la canción? ¿si, no? Reto musical. Voy lentamente buscando un bar para tomarme un café con hielo, esto además, me hace ir despacio y degustando el antiguo sabor que dejan en la memoria las casitas de pescadores de antaño. Esas casas sencillas con sus terracitas barridas por la brisa marina, cuando los terrenos en la costa no valían ni la arena que empujaba el viento, antes de que la costa fuera el gran lujo oriental que todo el mundo quiere, antes de que esos macro intereses económicos fueran la semilla de los difíciles tiempos que ahora vivimos. No hay ningún sitio donde tomar café así que acelero un poco el paso y ya lo tomaré en casa. Sigo la huella que dejé ayer pero hoy en dirección contraria. En muchos tramos hago el mismo camino salvo pequeñas incursiones hacia el interior pero sin alejarme más de unos metros del mar. 

No será hasta cruzar la gola de Almenara cuando ya me internaré por dentro del pueblo, o de la urbanización Barrio-Mar para ir a buscar la rotonda de Casablanca frente al camping. Tomo el camí de Serratella hacia la izquierda, junto al canal que llega hasta la gola de Queralt. 

Una vez allí me acerco a las casas de Queralt y luego, por la Av. Europa, hasta casa para estirar las piernas y tomar un buen café con hielo bien dulce.


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4476966