Esta ruta iba incluida, en un
principio, en aquella que tengo prevista al Tos Pelat de Moncada. Su lógica
estaba en que aquella ruta irá muy unida a la RAM (Real Acequia de Moncada)ya
que dos de los lugares de máximo interés radican en los molinos de Albalat y de
Moncada junto a la citada acequia, así que qué mejor que pasar por el propio
inicio de la acequia como homenaje. Pero la gran distancia de la ruta
aconsejaba dividirla y dejar tramos más cercanos ya hechos y así disfrutar un
poco más de todos los puntos de interés en ambas rutas.
Así que me pongo en marcha
bajando rápido hacia el río. Con el sol apenas asomando por encima del horizonte de árboles y
dificultando la visibilidad una barbaridad, pues este inicio de camino se dirige
hacia el este y el sol es una linterna proyectada directamente a los ojos. El
tramo conocido del río Turia hasta masía de Traver no ofrece nada nuevo y a la
vez es todo diferente. Al buen observador le basta un día, que digo un día,
unas horas para ver transformado el bosque en otra postal totalmente distinta
en la que no cambian los actores pero que cambia la luz, las formas, las
texturas, los aromas y sutilezas de una naturaleza cambiante a marchas
forzadas, con la humedad flotando en el ambiente al amanecer o con el sol de mediodía apoderándose de esa
leve humedad que antes amortiguaba los sonidos y revivía los colores y olores.
Ya digo, nada distinto y todo nuevo. Un paisaje digno de admirar y saborear, de
disfrutar como si fuera la última vez, el último regalo de un bosque hasta hace
poco desconocido.
Llego al desvío de la Masía de San Antonio y recorro los
pocos metros que me separan de ella. Un par de fotos a la masía y al precioso
panel cerámico son más que suficientes para acabar hasta los mismísimos de un
perro que no para de ladrar y amenazar con destrozar la cadena que lo sujeta;
si esto es lo que esperan que sufran los ciclistas que se acercan por aquí a
almorzar que no cuenten conmigo, la amabilidad con la que somos recibidos ladra
a la vista. Tanto en esta masía como en otras cercanas se ha puesto de moda el
tener caballos para dar paseos por el parque fluvial, pero a estas horas los
potros campan a sus anchas en amplios recintos de tierra con la tranquilidad
que dejan los ladridos del dichoso perro. Me alejo de allí antes que un trozo
de pared vaya a ir detrás de la bestia que estira de la cadena que se ancla a
la pared y pongo rumbo a la Vallesa pasando por la estación de metro del Clot.
Primero pasando bajo el acueducto y sobre el barranco de Mandor al mismo
tiempo, y luego subiendo entre la chopera para remontar por una sendita junto a
la vía y cruzarla ya arriba por el paso accesible, sin un absurdo ascensor, por
cierto que esta estación de metro también está en el término municipal de Riba
Roja, pero o es que el metro es menos importante que el tren de cercanías,
aunque tenga más frecuencia de paso, o es que la seguridad de estos vecinos
importa menos, o es que el listillo de turno ya se marcó suficiente estupidez
con los citados ascensores de Loriguilla, en fin. Junto a la vía he pasado sobre
la carretera que ahora tendré que cruzar. Como resulta que esta parte de la Vallesa es
privada no hay un acceso, ni siquiera peatonal, hay que hacer un poco de encaje
de bolillos para llegar hasta allí. Cruzada la carretera ya entro en el nuevo
ensanche proyectado para agrandar las urbanizaciones a costa de la pinada de la
Vallesa, por supuesto de la parte pública, que entre urbanizaciones, el metro,
las ampliaciones de las líneas de alta tensión y demás zarandajas cada vez
queda menos bosque comido por el imparable y voraz apetito financiero de los
que quieren pelotazos a costa de lo que sea.
Hubo una iniciativa de marcar
árboles para impedir que se talaran, no sé hasta qué punto tuvo éxito, imagino
que más bien poco y cuando se hagan las parcelas y los chalets menos aún. Me
dedico a vagar un poco por este “extenso” pinar y las mil y una sendas que lo
recorren. Se trata de disfrutar del entorno para acabar llegando a la zona de trincheras de la guerra civil.
Este funesto patrimonio
de nuestra historia languidece absorbido por una naturaleza que siempre estuvo
allí y que sirvió para cobijar el horror de aquellos terribles momentos de
lucha, hoy, y ante la falta de señalización de estos elementos históricos, la
naturaleza reclama su parte y vuelve a tomar, poco a poco estos lugares,
tapando con su verde manto de vida el horror de aquella tragedia. Vuelvo a las
sendas, a los caminos pedregosos y las bajadas técnicas disfrutando de cada
pedalada en este bosque tan cercano y que a veces dejo largo tiempo olvidado.
Me dirijo hacia una casona con una puerta de hierro forjado que llamó mi
atención desde la primera vez que la vi hace algunos años.
El portalón es
tremendo con sus filigranas y su escudo de armas. Tras esto voy dirección
sur-suroeste hacia el paso a nivel de La Vallesa. Poco después el camino entre
la urbanización se torna una senda pegada a la verja que delimita la parte
privada de este bosque. Mi siguiente punto de destino está allá abajo, junto al
río, bueno casi, así que sigo bajando siempre con la verja a mi derecha y
disfrutando de tanta pinada y tantos caminos 100% biker. Al final el camino
muere junto a una puerta que entra hacia los naranjos al otro lado de la valla,
junto al más de Vélez. A la izquierda un puente salva el barranco y sirve de
paso a una tubería de agua.
El puente, con su valla de madera es una autentica
preciosidad, solo faltan los hobbits paseando por él para que el cuento quede
precioso. Más a la izquierda sobre la loma está el poblado Íbero de la Lloma de
Betxí. Unas horribles estructuras a modo de parasol de uralita metálica afean
sobremanera el entorno. Y es que una cosa son las excavaciones arqueológicas y
otras cuidar el paisaje, aquí cada colectivo va a la suya y lo demás no
importa, la estética no le importa al arqueólogo, la accesibilidad no le
importa al paisajista, los costes de lo uno o de lo otro no le importa al
político que gestiona la pasta desde la comodidad de un despacho, y si puede
trinca algo que para eso maneja la pasta que le recorta a unos y a otros…
podría seguir pero me estoy encendiendo, así que me dedicaré a la ruta. Al
final resulta que la panorámica es fea por las estructuras metálicas instaladas
para unas excavaciones largo tiempo paralizadas, el acceso es pésimo por no
decir algo peor, la señalización se la han pasado por el forro… pero seguro que
en algunos presupuestos habría una partida para todo ello, y suma y sigue.
Retrocedo por otro camino para llegar a la base norte de la loma. Allí una
senda muy rota se deja ver como inicio de la subida, empujo la bici hasta
arriba para llegar a un poblado muy similar a los conocidos del Castellet de
Bernabé, El Puntal dels Llops o La Monrabana.
En bastante peor estado de
conservación a simple vista aunque quizá más importante en cuanto a los hallazgos
encontrados, no sé, pero parece un solar en construcción. Tiene unas vistas muy
cerradas de la parte del río que le queda muy cercana hacia el sur, en concreto
de la Presa de Manises; la Rodana del Pic y el campanario de Riba Roja que, lógicamente,
no estaría en su época, hacia el oeste. El puente y La Masía de Vélez aún son
más visibles desde aquí arriba. Bajo atravesado el poblado de norte a sur y
sigo disfrutando del paisaje con tramos algo más complicados de terreno debido
a la arena suelta y blanda que se acumula bajo las ruedas. Llego al acantilado
sobre el río.
Abajo la estación de aforos de Manises donde el río se vuelve una
lámina de plata, que dibuja difusamente la arboleda que lo rodea.
A la
izquierda el puente nuevo del parque fluvial y el área de recreo que se ha
expandido y acondicionado junto al azud de la RAM.
Estoy justo detrás del
edificio que se presenta como una enorme masía. Ruedo un poco por aquí y por
allá intentando acercarme a la toma de agua de la acequia pero está todo
vallado, así que sigo adelante y cruzo la A-7 giro a la izquierda y pegado a
ella y a su ensordecedor e incesante ruido voy hacia el mirador de Paterna.
Antes llego a una zona de bosque en la que el camino que venía siguiendo
desaparece y allá te las compongas para cruzar por las sendas que, en alguna
bajada, es un tanto peligrosa. Ya conocía este tramo de camino desde hace años,
pero creía que lo habrían acondicionado pues es un paso casi natural como
alternativa al camino del río. Tan solo hay una bajada muy, muy, pero que muy
pronunciada que si no quieres arriesgar mejor te bajas de la bici y problema
solucionado, con lo que el acondicionamiento del camino sería muy sencillo si
alguien se tomara el más mínimo interés. Luego, tras una breve subida se llega
al citado mirador acondicionado con unas mesas bajo unos pinos que dan sombra.
Vistas al río y a la zona del Mas del Racó de Manises con la pasarela de madera
acondicionada para cruzar el río. Los naranjos y las masías llenan este espacio
que de momento es lo único que queda de huerta en Manises, pues tras la
paralización del Gran Manises solo queda esto. La huerta que conocía de toda la
vida bajo de mi casa cuando era niño ha o está, a punto de desaparecer.
Almuerzo aquí antes de seguir el camino que se unirá al parque fluvial poco
antes de la toma de la acequia de Mestalla.
Luego paso bajo el megalítico puente
nuevo de Manises a Paterna.
Sin comentarios, bueno sí: el puente es el doble de
ancho porque algún espabilado nos ha querido regalar a peatones y ciclistas una
acera y un carril bici a cada lado de la carretera el doble de ancho que la
propia carretera.
Cosa que le agradecemos, no vaya a parecer que encima somos
unos desagradecidos, que tras la rotonda, que ha costado más de millón y pico de
euros, “glorieta” dicen ellos en un cartel que además no tienen ni la decencia
de haberse ahorrado para al menos no restregarnos por la cara el escandaloso
coste de esta memez.
Gloria no sé de quién pues el acceso a Manises sigue igual de
estrangulado que ha estado siempre debido a que la calle Rafael Valls no da más
ancho del que tiene. Cuanto ha cambiado desde los tiempos en que este paso se hacía
en barca, aquello era en la década de 1920-30. Pero acabáramos, la solución,
tontos de nosotros, ha sido cargarse la poca huerta que quedaba en Manises para
hacer una “ronda norte” y una ciudad del deporte, y los terrenos restantes los
recalificamos y otro pelotazo. De esta manera damos una doble entrada y salida
al pueblo y ya nos sirve el carril (que ya teníamos antes en el otro puente)
para congestionar este acceso, pues ahora se quedará pequeño el puente. Me dedico
un momento a admirar el puente que eso si, bonito es. Moderno pero bonito,
cuanto menos curioso. Así que doy, primero un paseo por lo que cuando era niño
era el camino que bajaba junto al río hasta la escala primera (azud de la
acequia de Mestalla). El azud está casi tapado por el cañaveral que crece sin
control y que apenas deja divisar las gastadas piedras que a fuerza de correr
el agua acabaron desgastadas e irregulares, menos mal que desde el camino del
río se ve mejor este azud. Sigo adelante buscando lo que antaño fue un campo de
deportes al que bajábamos desde los colegios para hacer algunos ejercicios como
lanzamiento de jabalina. De aquello no queda ni rastro, pero mejor haber dejado
perder un campo de deporte para ahora poder hacer otro nuevo.
Así que continúo
hasta la escala 2ª (donde está la toma de la acequia de Mislata), aquí recuerdo
que había una senda que cruzaba la acequia y se adentraba en la huerta, que en
aquellos tiempos parecía tan grande en la parte norte de Manises. Retrocedo dejado
atrás fantasmas del pasado y tomo un camino a la derecha que sube y llega casi
inmediatamente a la parte trasera de los colegios.
Aquí el nuevo bulevar o
ronda norte o como le quieran llamar está a medio terminar, algo más atrasada
parece que va la ciudad del deporte. Ya puestos voy a recorrer este vial antes
de que se inaugure. Llego por él en un minuto a la rotonda de Francisco
Valldecabres. Justo antes tomo, girando a la izquierda el Passeig del L’Horta
que no es más que el paseo que se hizo al cubrir la acequia de Quart. Esta
acequia, la acequia de Manises de toda la vida nace junto al puente de la A-7
unos metros después de la acequia de Moncada y discurre por la margen derecha
del río. En Manises alimenta, o alimentaba el Molí de Daroqui, central
hidroeléctrica Volta o Molí de la Llum como comúnmente se le ha llamado
siempre. Esta es la acequia que pasaba
por detrás de mi casa cuando era pequeño, luego se cubrió y dejamos de perder
balones que caían constantemente a la acequia y que seguían su curso,
inevitablemente si no éramos capaces de recogerlos antes del puente de la
“fabriqueta” también hoy desaparecida y lugar por el que bajábamos a la huerta
de mi abuelo. Estoy siguiendo el trazado de esta acequia con la intención de
encontrar, si alguna vez lo hubo, algún rastro de un lavadero en Manises. Las cuevas,
donde vivió mi madre en su niñez también han dejado paso a modernas casas, así
que de ese vestigio histórico tampoco tenemos ningún testimonio. El curso de
esta acequia pasa por el acueducto de Els Arcs y llega a Quart de Poblet donde
aún tiene un bonito elemento hidráulico junto a la ermita de Sant Onofre.
Así
que recorro todo el tramo de la acequia hasta Faitanar y me adentro en el
barrio de Obradors. Hoy prácticamente sin actividad industrial relacionada con
la cerámica que era su principal valor y con muchas casas en lamentable estado
de abandono o directamente demolidas. Callejeo por un barrio largo tiempo
olvidado por mí. Y así llego a la fábrica de Cerámica Valenciana J. Gimeno Martínez.
Un viejo y bonito edificio con un
torreón a modo de castillo. Disfruto de ver este edificio como nunca antes lo
había admirado. Sus formas, sus paneles cerámicos, su historia que es la
historia de un pueblo. Una industria casi desaparecida no solo ante el
imparable poder de una industria venida de oriente a bajo coste, sino también
ante las cosas mal hechas y una absoluta falta de previsión y creer que ya
estaba todo hecho y no saber adaptarse a los tiempos cambiantes, pero tampoco
conozco en profundidad los hechos como para juzgarlos aquí, ni tampoco es a eso
a lo que me dedico.
Admiro varios paneles cerámicos en un patio interior que es
una delicia.
Luego retrocedo por el barrio, para no coger la carretera y me
adentro en el casco antiguo del pueblo pasando junto al museo de cerámica, la
ermita de Sant Antoni y la plaza del Corazón de Jesús. Buenos recuerdos se
agolpan a la vez en mi memoria. Partidos de futbol en aquella recién inaugurada
plaza que nos hacía salir corriendo cuando algún guardia asomaba por la esquina,
entonces la autoridad era la autoridad y el hecho de saber que estábamos
haciendo algo malo o prohibido nos llenaba de miedo, eso también ha cambiado y
de qué manera.
La casa del club de ajedrez, que ahora es una comparsa me
muestra su fachada y su puerta cerrada atrapando adentro mil y un recuerdos,
millones de jugadas, de jaques, de peones sacrificados en pos de un Rey mucho
más importante, mira casi como la vida misma. Pienso con nostalgia y algo de
tristeza, ante la puerta, mi siguiente movimiento. Callejeo entre calles
estrechas que contienen el vía crucis de paneles cerámicos adosados a las
paredes de las casas con el reconocimiento a las familias que los han patrocinado
y costeado. Así llego a la plaza de la iglesia.
Tan grandiosa que yo siempre la
llamé la catedral, aunque solo es una iglesia, la de San Juan Bautista, y que
como curiosidad tiene su cúpula de reflejo dorado metálico única entre las
iglesias de Valencia.
Sigo mi recorrido por callejones estrechos que algo
tienen que ver con mi infancia y juegos de niños.
Y así llego a una calle muy
especial aunque a otros les traerá más recuerdos que a mí, no me resisto a
hacer la foto que otros compañeros seguro reconocerán, continúo adelante. Otra
vez hasta la ermita y giro a la izquierda pasando frente al ayuntamiento. Es un
edificio bonito pero mi cabreo con la política hace qué pase de él y siga
adelante. Esta huida hacia adelante me lleva a mi antiguo barrio: tan igual y
tan diferente. Tan extraño, tan desubicado que no me dice nada y a la vez me
llama por mi nombre. No queda nada de aquella calle de tierra en la que
jugábamos a mil y un juegos que hoy forman parte de la prehistoria y con los
que sería imposible entretener a los niños de ahora.
Hasta la calle parece más
pequeña y estrecha y me hace preguntarme cómo era posible jugar mientras había
coches aparcados e incluso había un carril para que estos pudieran pasar. Veo
mi portal, mi balcón, mi ventana, nada es mío y en cambio podría identificar
cada palmo de aquella casa de apenas 50m2 que me vio nacer y crecer. Ya no
pertenezco aquí así que me voy, en realidad ya no sé a dónde pertenezco. Salgo
a Francisco Valldecabres, llego a la rotonda a la que antes casi he llegado, giro
a la derecha y luego izquierda para bajar al río. Allí llego a la escala 3ª, al
azud de la acequia de Tormos.
Junto al río se ha habilitado una explanada con
unas mesas de piedra y una fuente. Aquí toda la vida hubo un merendero bajo una
enorme chopera que daba sombra y frescor a aquellos veranos infantiles, veranos
en que veníamos a bañarnos a un río limpio, al menos en apariencia, quizá ya
estuviera más contaminado de lo que creíamos pero esa certeza nos llegó años
más tarde cuando el agua empezó a tener color y perder su transparencia. Ya
remonto el río hacia casa pero antes aún he de hacer algunas paradas.
La primera
es en una torre casi junto el paraje del Salto del Moro que queda allá arriba a
la izquierda Allí hay una torre con una pasarela, una especie de viejo molino o
central eléctrica, no sé muy bien lo que es pero que forma parte de este
espacio fluvial desde lo más antiguo de mi memoria. Las panorámicas que ofrece el río son un tapiz de colores otoñales tanto en el suelo como en la luz difusa que pinta el cielo de un azul especial, más denso y más azul, sin ese dolor en los ojos del cielo veraniego.
Qué decir de los árboles que me obsequian postales que me obligan a parar a cada isntante. Luego, tras pasar la
pasarela giro a la izquierda para adentrarme en el Racó, una barriada de
Manises alejada del casco urbano y que veía hace unas horas desde el otro lado
del río cuando almorzaba en el mirador de El Pontó. Hay varias grandes casonas
pero yo ando buscando unos pequeños huertos de alquiler: Los Huertos del Turia.
Es esta nueva moda urbana de tener un pequeño huerto en propiedad o alquiler
para ir a cultivar tus propias verduras y así estar un poco más en contacto con
la naturaleza, hacer algo de ejercicio y dejar atrás el estrés a base de azadón
y de arrancar malas hierbas. Es curioso que en de la partida del Racó halla dos
masías que se disputan e nombre y hasta tienen su propio panel cerámico que lo
reivindica. Toda esta zona es por la que hacíamos el paseo, unos buenos 5Km.
que casi todas las tardes, cuando volví de Mallorca me hacía a diario en
compañía de mi hermana, luego la tradición la siguieron los compañeros de Roda
i Pedal, cuando yo me fui a Riba Roja, bien para abrir el apetito o bien para
asentar la comida dominical.
La última de las masías ha cerrado el paso
aduciendo aquello de camino particular, y aunque no hay una cadena que cierre el paso no hay motivo
para una absurda discusión. El caso es que retrocedo admirando de nuevo las
viejas y muchas abandonadas masías que junto a la acequia habrán vivido tiempos
mejores. Llego al barrio de San Francisco y giro a la derecha en busca de la
masía de San Juan.
Allí, aparte del curioso y precioso arco de entrada hay una
ermita o capilla visible en la distancia. Raudo me preparo a sacar unas fotos
para Vicente e intentar un nuevo hallazgo de ermita.
Entre la distancia y el
camión aparcado casi delante me deja poco espacio para la foto, pero algo es
algo. Sigo hasta el final del camino pues este se mete, a la derecha en la
propiedad privada por la que no me he querido meter unos 100 metros más allá.
Recto sigue el camino que baja hacia el río para encontrarse con la pasarela
que se ve desde el mirador y que era, antes del parque fluvial, el único paso,
a través de unas piedras y unos tubos rotos para llegar al otro lado del río y
poder llegar a la Vallesa. Ahora vuelvo a retroceder y tomo un camino a la
derecha que se adentra en un páramo de hierbas altas y secas. Al fondo se ve
una colina y bajo ellas las cuevas del Champiñón. Hacía años que no pasaba por
aquí pero hoy tampoco será el día, el camino está tan cerrado por la maleza que
harían falta unas grandes tijeras de podar o una moto sierra para despejar el
camino y poder acceder.
Así que tras unos cuantos intentos por aquí y por allá
desisto y me conformo con la foto de lejos de este paraíso de la exploración
cuando éramos pequeños, esto estaba en los confines del mundo y aquí había que
venir con alguien que supiera el camino, además de no decir nada a nuestros
padres pues qué era aquello de ir tan lejos y a ver qué íbamos a hacer allí. Tras
la foto subo al camino y giro a la derecha para ir hacia el bike pass, luego me
acerco a ver el azud de la acequia de Tormos o Daroqui, no es visible desde
este lado del río, o no al menos a donde me he ido a parar pues las cañas se
interponen ocultando la visión.
Sigo camino adelante y llego a la RAM con una
vista un tanto distinta desde debajo de la pasarela. Me llama la atención la
poca agua que baja por el río, no es el primer día que pasa últimamente. Una
nueva foto de la acequia de Moncada, que por cierto no pertenece al sistema de
regadío de la vega de Valencia y que por tanto no se somete al régimen de
justicia que imparte el Tribunal de las Aguas. Ya solo me queda remontar el
río, llegar a Masía de Traver y rendirle tributo al monumental plátano que allí
hay declarado como árbol monumental.
Es un ejemplar magnífico y maravilloso. Subo
la rampa y observo más detenidamente la masía que desde siempre la he conocido
como un restaurante aunque eso no le quita espectacularidad a sus formas en lo
alto de la loma que domina el paso del río. Sigo camino adelante hacia Riba
Roja para, en lugar de cruzar el puente viejo, continuar paralelo al río y
subir junto al convento y castillo y tomara las callejuelas interiores que me
llevarán a casa algo más rápido que rodeando el río y subiendo por donde he
bajado esta mañana. La ruta ha dado sus casi 50Km. con un poco de todo. Asfalto,
caminos, sendas, bosques, el río, y un montón de historia y de recuerdos que
rememorando con la cerveza en la mano me ponen una pequeña sonrisa en la cara,
de esas que dicen que la ruta ha merecido la pena.
Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=5897510