martes, 17 de junio de 2014

Casas del Río-Los Sardineros-Casas del Doctor


La ruta de hoy me llevaba hasta Casas del Rio, una aldea perteneciente a Requena a orillas del río Cabriel. Un largo trayecto neutralizado en coche desde casa hasta el punto de inicio de la ruta. Esta vez me acompaña Teba que se entretendrá en las cercanías del área de recreo que da para un buen día de plácido relax junto al río.
Así que de inicio, la ruta me pone en la retina la imagen más llamativa de esta ruta. No es que ya se pueda dar por concluida la ruta, que va, esta va a darme algunas sorpresas y no todas agradables, pero de entrada esto promete.

Cruzo el río y paso junto a la espectacular noria que sigue en funcionamiento desde el siglo XVIII y que es la única en toda la Comunidad Valenciana que continúa girando como antaño.

A un lado del puente la noria y al otro el azud que la alimenta enterrado bajo toneladas de agua vertiginosa y salvaje, un caudal muy considerable el que trae el río Cabriel. Comienzo a remontarlo con la memoria puesta en aquella colosal ruta que nos marcamos todo el grupo juntos por las Hoces del Cabriel, una ruta que no salió como estaba prevista pero que nos marcó a fuego imágenes inolvidables: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2008/11/ruta-de-la-hoz-del-cabriel.html

Tan solo un minuto después de ponerme en marcha la primera sorpresa agradable de la jornada, una pequeña ermita junto al río y junto a las casas de la noria, que así se llama esta imponente finca. 

Tras la foto de rigor el camino sigue pegado al río y la inmensa arboleda hace las veces de palio para ocultarme del sol que ahora, muy oblicuo, aún no consigue darme de lleno, tiempo tendrá cuando llegue a una posición más dominante en el cielo. A mi derecha las montañas se van sucediendo y la pinada con ellas. Al otro lado del río paredes de piedra dejan ver taludes y cornisas de piedra que me recrean la vista. y el río, bañado de vida, que lo llena todo. 

El inicio es espectacular. Ya he visto y seguiré viendo las dichosas señales de la Generalitat puestas a voleo en mitad del camino sin indicar nada, la primera que merecerá la pena por su ubicación es la situada junto al barranco del Betún en la que indica el camino principal que es el que llevo, algo es algo. Tras esto el susto del día: dentro de la cañada un ruido de un gran animal moviéndose en él, eso debe ser un ciervo o un jabalí, a ver si le hago una foto… pero conforme estoy sacando la cámara y acercándome a la fuente del ruido un gruñido me hace poner pies en polvorosa, ni foto ni leches ni segunda advertencia, adiós. Sigo camino y comienzo a ver las rejas de los cotos de caza que tan malos recuerdos me traen, no es la primera vez que estos malditos enrejados me cortan el paso por algún camino, no sé si realmente tienen derecho o no a cortar los caminos y se saltan a la torera lo de la servidumbre de paso, pero aún con su derecho intacto no deja de molestarme que haya un camino y no pueda utilizarlo. El camino continúa y más adelante encuentro una puerta canadiense, abierta pero con los tornos a los lados, por lo que no sé si alguna vez la cerraran, no creo ya que está el cartel de la Generalitat indicando el camino hasta Casas de Caballero. 

Llego hasta las casas y al dejarlas atrás comienza el asfalto; una bajadita que me deja a los pies de la brutal subida que encontraré a partir de aquí. La primera rampa esboza una pequeña y única pincelada de lo que son los cuchillos del Cabriel unos Km. más allá. 

Y con ese recuerdo en la mente, de la ruta que hicimos por la zona, inicio la subida con una última mirada, aún sin saberlo a la ribera del río y su expléndida arboleda. 

El track me dice que salga a la izquierda donde una cadena corta el paso a los coches pero deja un estrecho paso a la izquierda por el que me adentro en un camino bastante deteriorado. Este lo he quitado del track ya que llega a una puerta de otro coto y no hay más remedio que volver a esta carretera. Sigo subiendo, viendo como con cada pedalada me voy alejando más y más del camino marcado junto al río. 

La subida no ha acabado todavía y va abriendo bonitas vistas sobre las montañas que preceden el valle del río, del que cada vez me alejo más. Llego hasta otra puerta en la carretera, también abierta. Tras pasarla tomo el camino a la izquierda que bordea el coto y voy siguiendo por intuición la ruta a seguir para acercarme otra vez al track marcado. El problema es que ante mí se abre un barranco y parece que ningún camino lo atraviesa, por lo que si pretendo seguir la ruta tendré que rodearlo, exponiéndome a encontrarme en cualquier momento con más caminos cerrados, o bien llegar hasta la N-322 para llegar a Villatoya que era el lugar por donde pretendía cruzar el río y volver por el otro lado al punto de inicio. Viendo la hora que es y los posibles inconvenientes decido que puestos a dar rodeos los daré ya de vuelta y así voy buscando caminos que me lleven hacia el este, como mucho hasta la carretera que bajaba esta mañana y que tanto me ha gustado, con sus curvas y su desnivel de bajada. Busco en el mapa un camino que, haciendo más o menos un cuadrado, me lleve hasta el camino del río. 

Este pasa primero por una aldea abandonada, Los Sardineros. En este punto ya giro hacia el este y comienzo una bajada que se hará más pronunciada junto a la rambla Caballero o Albosa, que es la que estoy a punto de bajar.

Una locura de bajada con un desnivel brutal que tendré que subir al otro lado. Al fondo encuentro el vado de cemento sobre las aguas rápidas aunque poco profundas hoy. La subida pone muchos enteros de porcentaje que se agarran a las piernas nada más cruzar la rambla. No tengo nada más que poner al servicio de la subida y afronto esta con la calma que deja una subida que necesitará de toda la fuerza y paciencia del mundo. Dejo atrás el depósito contra incendios de Casas del Doctor y sigo subiendo las últimas rampas de esta subida. 

Al poco de llanear llego a las mencionadas casas del Doctor, que parece un abandonado centro forestal o algo al estilo de Las Moratillas, el caso es que la gran casa que hay está cerrada y con prisa por estropearse si no se le empieza a hacer algún mantenimiento. La gran explanada junto a la casa tampoco permite mucha visión ya que la altura de este altiplano no es mayor que las extensiones que lo rodean y no hay demasiada visibilidad. Sigo el camino principal que sigue transitando por el bosque y voy rodeando el cerro del Asno donde se ubica una caseta de vigilancia forestal así como un V.G. Descarto el camino que poco después tomaré y sigo subiendo siempre con la vista puesta en la cima que quiero conquistar. La última parte tiene un par de rampas muy apañaditas y exprimen mis fuerzas. 

Aquí arriba las vistas si son portentosas, pero me encuentro desubicado en un terreno en que la cumbre conocida más cercana es el Montote a casi 20Km. A similar distancia distingo las fumarolas de la central nuclear de Cofrentes. Completamente hacia el sur veo el camino de Periquete que debo tomar hacia el río. El valle del Cabriel queda empequeñecido ante la inmensidad del paisaje y apenas logro atisbar su recorrido entre las montañas imaginando su increíble recorrido para formar esta maravilla natural. Me prepara para partir, “reseteo” mi brújula interna para seguir echando un pulso con el GPS al que trato de adelantarme en la elección de los caminos, pero al que finalmente siempre acabo obedeciendo en caso de discrepancias, que son muchas debido a los muchos caminos que surgen a partir del camino que voy siguiendo. Sigo atravesando una increíble pinada en la que algunos trabajos desbrozan los límites del camino ensanchando este a modo de cortafuego. 

Pronto comenzaré otra rápida bajada que me brindará un excepcional balcón sobre este maravilloso paisaje para deleitarme un momento en su contemplación antes de seguir con la bajada, que me deja en una explanada junto a las casas de Ciscar, otra gran casona que veo al otro lado del inmenso espacio que hay aquí y que parece preparado para el cultivo. Giro a la derecha por un camino casi desdibujado en comparación con el que se dirige a la casa. El camino pronto se acerca a la rambla de las Salinas que poco antes se ha unido con la del Betún y que pocos metros después se unirá a la del Hornillo, se crea aquí un vado que trae un poco de agua y que la vegetación que crece dentro complica cruzar. 

Tengo que hacer algo de ingeniería para improvisar un puente apoyando unas ramas aquí, cruzando otras por encima, y una piedra allá para al final casi acabar dentro de la corriente. Ni sería la primera vez que me meto en el río ni sería un drama, pero si puedo evitarlo… tras esto sigo bajando con el barranco a mi izquierda y el bosque como techo. 

Llego al cañaveral donde esta mañana oía aquel gruñido y otro vado inundado me obliga a hacer esta vez no ingeniería pero sí equilibrismo, para salvar el agua y salir de aquí lo antes posible no sea que vuelva el bicho. 

Ya sobre el camino conocido junto al Cabriel giro a la izquierda y deshago lo que con tanta ilusión emprendía esta mañana. Al final no ha salido la ruta que tenía prevista y que recorría los caminos junto al río, llegando hasta Villatoya y regresando por la ribera sur del río, pero pensándolo bien he tenido mi dosis de río y mi buena parte de montañas, muchas emociones y un paisaje soberbio, así que no tengo motivo de queja y si el privilegio de haber recorrido este maravilloso paisaje del parque de las Hoces del Cabriel. 


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7244206 

martes, 10 de junio de 2014

Azuébar-Chóvar-Eslida-Nevera


La ruta de hoy me iba a llevar por la Sierra de Espadán, desde el sur hacia uno de los pueblos en el corazón de la sierra, Eslida. La ruta, cortita no me hacía madrugar mucho aún a pesar de estar a una hora de camino en coche hasta Azuébar, lugar de inicio de la ruta. Llego hasta allí para iniciar la ruta desde el mismo punto donde con Roda i Pedal iniciamos la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2010/12/cronica-serra-despadan.html

En esta ocasión me pongo en marcha por la carretera CV-230 dirección Vall d’Uixó. Poco tráfico pero aún así demasiado para mi gusto por una carretera que no presenta ni carril bici ni arcén, y donde los coches, debido al poco tráfico, llevan una velocidad considerable y hacen, muchos de ellos, caso omiso de aquello de respetar la distancia de seguridad para adelantar a un ciclista, no son conscientes de que el aire que desplazan nos empuja con mucha más fuerza de la que piensan, y como muchos ciclistas se/nos comportan/comportamos en ocasiones con una absoluta impunidad ante las normas de tráfico pues creen que metiéndonos el susto en el cuerpo compensan un poco la balanza, vamos, que hacen el tonto hasta que algún día la cosa se pase de un susto. En fin, para evitar estas circunstancias pongo un buen ritmo para quitarme este tramo de carretera lo antes posible. Así llego hasta el desvío de la carretera de Chóvar, más carretera pero con mucho menos tráfico. Desde el cementerio a la entrada del pueblo un carril bici, tan corto que casi resulta absurdo, aunque toda piedra hace pared y no será cuestión de criticar estas iniciativas. A la salida del pueblo a la parte derecha de la calzada, en el sentido de subida, aparece un pequeño arcén señalado como carril bici, ya puestos pintarlo de rojo (como un carril bici) no estaría de más, aparte de una señal advirtiendo a los coches del intenso tráfico ciclista, pero esto de las señales y los carteles es algo que arbitrariamente utiliza nuestra querida generalitat o diputación o quien narices sea para utilizarlo donde y cuando menos falta hace, como podré ver después con las señales metálicas con una flecha y nada más, ¿A dónde va el camino indicado? El caso es poner la señal que para eso la hemos comprado, aunque el dinero para poner el nombre se haya quedado por el camino. La subida ya ha comenzado aunque vaya en suave progresión, tan suave que casi no se nota, pero subir sube. De hecho no he dejado de subir desde la primera pedalada. Dejaré atrás a la izquierda el área recreativa de las Carboneras. 

Toda la zona es un inmenso alcornocal que es la especie más extendida por la zona, aunque luego se mezclará con un buen bosque de pinos. Hago un pronunciado giro a la izquierda con un camino de tierra que sigue de frente y que será por donde volveré tras bajar de las alturas. Cruzo el barranco del Carbón y aquí ya se puede decir aquello de comienza puerto. Es una subida muy tendida aunque la rampa acaba de ganar unos puntos de porcentaje que se mantendrán muy constantes hasta arriba. La carretera va reptando por la falda de la montaña y va dejando una estela de curvas y contra curvas que deja bonitas estampas mientras piensas, o mejor dicho ves, hasta donde tienes que subir. El paisaje alrededor ayuda a acentuar la belleza de esta carretera, auténtico paraíso de ciclistas que con sus flacas me adelantan como si yo estuviera parado. Casi me miran raro, una bicicleta de montaña y un tío cargado con mochila a la espalda subiendo este puerto, más de uno pensará que estoy loco. Pero la locura vendrá después. 

Voy subiendo y parando para inmortalizar momentos y paisajes hasta llegar al mirador que se asoma a la derecha de la carretera. Poco despues llego arriba del puerto, y ya al otro lado me permito una última parada antes de iniciar la vertiginosa bajada. 

Una carreterita sale a la izquierda para subir hasta las antenas que coronan el Puntal del Aljub. Hoy no será el día pero ya tengo la ruta preparada para llegar hasta allí. Ahora suelto frenos y la bici se lanza loca persiguiendo algo que solo ella sabe. La aceleración es tan brutal que tengo que exprimir bien los frenos ante el empuje de la máquina. 

Pronto, lo que era el fondo del barranco empieza a estar a mi altura, y así llego a la entrada de Eslida. Poco después encuentro la entrada hacia la ermita que queda a la izquierda. Subo el calvario salvando un par de escalones y llego a la puerta de una bonita ermita que domina la ciudad. 

Me tomo mi tiempo en este tranquilo lugar para almorzar y cargar algunas energías que pronto voy a necesitar. Disfruto de esta paz antes de la batalla que estoy a punto de iniciar. Me pongo en marcha llegando otra vez a la carretera, izquierda y sigo bajando mientras cruzo el pueblo hacia el este y salgo de él por la carretera de Artana. Justo frente al bar de las piscinas un camino a la derecha se adentra hacia una urbanización. Dejando esta al frente la primera rampa con la que me encuentro es toda una declaración de intenciones sobre la batalla que venía a librar. Entro al trapo y ya no hay vuelta atrás. La primera de las rampas de locura ya está casi superada pero se resiste a retirase. Luego se acaba el asfalto y cede un poco bajo un inmenso bosque de alcornoques que me acompañará hasta arriba y que presenta los típicos árboles pelados en su tronco para la utilización de su corteza como corcho. 

El camino presenta algunos miradores improvisados que dejan ver Eslida coronada por el Puntal del Aljub y a su derecha el pico Batalla. La pendiente ha suavizado respecto a aquella de inicio, pero aun así es bastante más pronunciada que la del puerto, y encima sin el factor asfalto, bueno para el agarre malo para las emociones bikers. 

Solo de mirar hacia arriba me cae una losa viendo lo que me queda por delante. 

Dejo atrás una senda a la izquierda que sube al collado Roig, que ya vierte sus aguas y sus vistas hacia Alfondeguilla y el mar. Luego un tramo de cemento en el camino, que me obliga otra vez a romper el ritmo y tirar de potencia y de riñones. Estoy cambiando de ladera del barranco y veo el camino serpentear. 

Un poco más adelante un desvío, recto indica Chóvar, en cambio giro a la izquierda para encontrarme una rampa de cemento descomunal. Ya no me queda nada más que bloquear ni más hierros que poner, voy con todo. Tiro pedaladas como losas para mover cansinamente el desarrollo al límite de la verticalidad, pero mientras no pille ningún bache podré con ella. Llego al final del cemento y al descansillo, sigo subiendo. 

Las vistas ahora se abren espectaculares hacia el barranco de Ajuez que deja ver sus impresionantes formaciones rocosas con el “Castellet” plantado en mitad del barranco como un centinela siempre vigilante, eternamente dormido. Hay un sendero que baja atravesando el barranco por una zona de antiguas y abandonadas minas y también por el paraje de una fuente hasta el “Pantanet de Ajuez” ,un pequeño embalse de origen romano, que se abastece de las aguas del barranco para regar la huerta circundante. Llego a un depósito contra incendios; el camino continúa adelante pero acaba en otra senda que baja hasta el pantanet. En cambio a la izquierda está “el muro”. 

Una rampa casi recta de cemento que solo se deja subir unos metros, luego el colosal desnivel te obliga a poner pie a tierra. La locura tiene forma de camino… y los locos los recorremos. Empujo la bici pensando en si me atreveré a bajar esto subido en la gorda. Fin del cemento y otra vez a pedalear. Una bajada y al fondo otra subida descomunal, más empuje. Otra bajada y otra subida, y otra más. Hasta el vértice geodésico Nevera. Pero del nevero que venía buscando no hay ni rastro. Estoy agotado de los tramos de subir a pie. No me importa pedalear lo que me eche, pero empujar la bici me mata de “apoquitos” y eso no me gusta. Pero ya que estoy aquí haré el último tramo hasta arriba, hasta las antenas que se ven, ¿y si está allí? Pues no. Allí tampoco está. Y entre estas y aquellas con el cansancio me he pasado los restos del castillo de Castro que eran visible desde el V.G. solo me he dado cuenta en casa repasando las fotos en la que en una aparece el castillo por detrás de un pino que me lo tapaba. 

Con el cansancio extremo y la decepción de no haber encontrado la nevera me dispongo a bajar, haciendo a pie los tramos que antes eran bajada y ahora son subida. Encuentro una rudimentaria señal de piedra escrita con rotulador que marca la nevera. 

Justo enfrente una de esas absurdas señales de la generalitat con una flecha que tanto puede indicar la bajada hacia Chóvar como por donde queda Albarracín porque no da más pistas, pero el nevero para qué lo van a indicar, mira que si a alguien le da por venir a verlo. 

En fin. A la vista de la senda y no sabiendo lo lejos que queda, y con el cansancio acumulado de las terribles subidas que acabo de marcarme, decido no internarme en la senda no vaya a meterme en otro “sarao”. Ahora en casa y visto en el mapa no quedaban más de 100 metros, pero ya es tarde. Quedará en el tintero por si decido una aproximación futura que también me servirá para ver los restos del castillo. Toca iniciar la bajada y el tramo asfaltado da verdadero vértigo, luego giro a la derecha y vuelvo por donde he venido hasta el primer cruce de caminos que ahora tomo recto descartando el de la derecha que es por donde he venido. También nace allí una senda a la izquierda que baja hacia el Pantanet, pasando por las abandonadas minas y la fuente. La bajada es rápida debido al desnivel pero las cerradas curvas y la tierra obligan a retener un poco la bici. Tras las curvas de herradura llego a otro cruce y sigo el que indica Chóvar, que queda a la izquierda. 

El camino acompaña al barranco del Carbón que ya no dejaré hasta el final de la ruta allá en Azuébar. Llego rápido a la carretera y el tramo de asfalto, casi recto, es un tiro hasta Chóvar, aunque con menor pendiente. 

Entro al pueblo por la fuente y paro a probar el agua de la sierra. Luego me adentro en el pueblo buscando las indicaciones del Pantanet. 

El pequeño embalse está casi seco y la poca agua del fondo presenta un color y aspecto lamentables. Unas obras pasadas la cola del pantano dejan mucho polvo en el entorno y afean el paisaje que con algo de lluvia y todo el bosque más verde debe de ser una pequeña maravilla. Otro hito que no acaba de transmitirme lo que esperaba de él. Entre esto y los fallos míos al no tener bien marcado el lugar exacto de la nevera, y el descuido de las vistas del castillo parece que ha sido un fiasco de ruta… pero no. Ya de bajada hacia Azuébar, a gran velocidad y casi gratis, voy pensando en esto. Las rutas salen como salen, y aunque podría haber sido mucho mejor me quedo con los paisajes grandiosos del bosque de alcornoques, con la sierra dibujando mil y un picos y con subidas increíbles que una vez más me han puesto a prueba. Tampoco me olvido de las vertiginosas bajadas que, como ésta en la que estoy, me hacen disfrutar a tope. El puntal del Aljub me espera para una próxima ruta.


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7109566

martes, 3 de junio de 2014

Xátiva-Alboy-Genovés-Emb.Bellús



La ruta de hoy me llevaba hasta una ciudad que hacía tiempo quería conocer con mayor detalle. Y es que Xátiva es una joya para conocerla en profundidad, con calma, saboreando su complejo entramado de calles con sus mil y un detalles… y casi siempre con la vista de su soberbio castillo vigilando nuestros pasos. Pero ese pequeño paseo será la parte final de la ruta. De inicio salgo de casa con el coche cargado pasadas las 08.30 h. de la mañana, no me doy mucha prisa pues la ruta es corta y tendré tiempo de sobra. Aparco en la calle al norte de la plaza de toros y rápidamente me pongo a pedalear dirección este, saliendo del pueblo en busca de la carretera hacia Genovés. Llego a una rotonda y ya sobre la carretera vuelvo hacia el pueblo y tomo un camino a la izquierda en fuerte pendiente, cortita pero que sirve de desayuno de lo que vendrá más tarde. Desde la rotonda también podría haber seguido las indicaciones de La Cova Negra, que al fin y al cabo es el lugar al que me dirijo y que se une al camino que yo voy a coger medio Km. más adelante. El camino que sigo, otra vez dirección este, transcurre bajo palio arbóreo, una frondosa pinada que da sombra al camino y refresca el ambiente en lo que ya se presume un caluroso día de verano. 

Conforme avanzo, a la izquierda, se perfila la silueta del Puig, una solitaria elevación de casi 200 metros en medio de una planicie en la que parece haber sido dejada por descuido. 

El camino pasa junto a un arco del acueducto y poco después comienza a virar al sur, bordeando la montaña y saliendo al sol. Primer vistazo al río Albaida, o más bien a la frondosidad de cañaveral y arboleda que lo acompaña. El camino llega hasta la puerta de una finca que prohíbe el paso hacia una casa que queda a la izquierda. Justo tras la puerta hay un camino a la derecha que se interna en la pinada y es el que hay que tomar. Poco a poco el camino se va estrechado y este se convierte en una amplia senda que permite perfectamente el paso con la bici, eso sí, algunas piedras del camino obligan a tener los 5 sentidos alerta pues la caída hacia la izquierda desde la altura de la bici no encontraría suelo en el que pisar y el fondo del barranco está unos metros por debajo, así que precaución al rodar y a parar para mirar el paisaje, que por cierto es una maravilla. A partir de aquí es una zona que tiene cierta similitud con el parque fluvial del Turia, aunque solo sea por el agua y porque el camino acompaña a un río, la vegetación, los paisajes, sea lo que sea, los conocedores del primero no podemos dejar de encontrar "parecidos razonables".

Pronto veo al fondo Les Arcadetes d’Alboy y me entran las ansias de estar ya allí. No tardo en llegar para hacer las fotos desde todos los ángulos puesto que he de cruzar por debajo en dos ocasiones para seguir camino. 

En la parte sur un panel interpretativo de la ruta 4 y una fuente de agua fresquita. Sigo el camino pegado al muro y luego el camino que continúa a la izquierda entre chalets. Giro a la izquierda y al fondo una pequeña pinada en la que unos escalones obligan a bajar de la bici para seguir la senda. A la derecha sale un camino que al final, a la izquierda, va a parar al mismo sitio que por la senda; una pequeña explanada antes de salvar el barranco del Quadrado por una pasarela de madera e iniciar la senda de l’estret de les Aigües.  

El sendero, ya pegado al río Albaida, es una verdadera maravilla, tanto en su ejecución y mantenimiento como en los paisajes que aloja, así como algunos “respiralls” del viejo canal que llevaba las aguas desde Bellús hasta Xátiva. A excepción de los cuatro escalones de antes ni un solo problema más. La pared de la derecha pronto empieza a mostrar grutas y oquedades hasta llegar a la Cueva Negra. 

Una cueva de importancia arqueológica que estuvo habitada por nuestros antepasados hace más de 40.000 años, aprovechando, para la caza y su subsistencia, los flujos de animales por este paso natural entre las montañas, que hoy denominamos l’estret de les Aigües. Una rápida visita hasta la verja que cierra la cueva y continúo adelante pedaleando en la altura que gana la senda al río y que deja preciosas estampas en la retina digital. Así llego hasta el viejo Molí Guarner, hoy totalmente restaurado y habilitado como albergue. 

Allí hay una zona con bancos junto al río y con la colosal silueta de l’Aventador desafiando a los montañeros que se atreven en su vía ferrata. Pero mi desafío es otro y solo llevo un cuarto de la ruta, aun así hago la parada programada para el almuerzo para poder disfrutar de la espectacular pared rocosa que se alza al otro lado del río y de la tranquilidad que se respira en esta área. 

Tras el bocata vuelvo al sillín, toca cruzar el río por un puente junto al molino. Pronto se deja ver la Cueva Negra como un agujero en el tiempo en mitad de la montaña. Busco una senda pegada a la corriente del río, un tramo un tanto molesto por la abundante vegetación que crece sin control y que parece querer engullir la senda. 

Esta deja bonitas imágenes del río en sombra bajo la imponte arboleda que crece en sus orillas. Paso junto a un pequeño puente que une las dos orillas y que supongo que llevará hasta la senda que recorría antes para llegar a la cueva y que volveré a recorrer en el camino de vuelta. Ya incorporado al asfalto remonto hasta Alboy, una pedanía de Genovés, lo cruzo y salgo del pueblo junto al apeadero del tren; al otro lado de las vías una pequeña área de recreo junto al lavadero que toma el agua de la Font de Sant Joan. 

Tras la foto sigo adelante para llegar a Genovés y visitar la ermita del Santísimo Cristo del Calvario antes de salir del pueblo entre cultivos e incorporarme a la carretera CV-610, que es el único paso para cruzar la Serra de la Creu, que sería una continuación de la Serra Grossa al este de l’estret de les Aigües. No me gusta la carretera pero, al menos en este tramo, entre el arcén y el 2º carril en sentido ascendente no voy a tener a los coches justo encima, al menos hasta que se acabe el doble carril poco antes de coronar. Bloqueo todo y pongo un ritmo alegre para quitarme este tramo cuanto antes, pero mi ritmo es el que es y es lo máximo que puedo dar, así que me resigno a estar un buen rato en la carretera subiendo, que ya se acabará. Nada más coronar y sin tiempo a disfrutar de la bajada, un camino a la derecha me devuelve al territorio biker en un camino en perfecto estado que se adentra en una gran pinada, suerte que aún nos queda algún bosquecillo al que agarrarnos. En este tránsito hacia el oeste dominan el horizonte visual  las sierras del Benicadell y más allá Mariola, engullendo en sus faldas la Filosa; lo mismo ocurre algo más al este con Aitana, que mimetiza en este caso a la Serrella y la serra Almudaina. También veré algún retazo del embalse de Bellús, por supuesto. Llego a un enorme depósito de agua con una fuente a sus pies, bueno es saberlo y bien que puede venir, sobre todo en días calurosos. El camino se ve cortado con una cadena, pero un paso lateral facilita el paso a caminantes y ciclistas. Terreno bastante más bacheado hasta llegar a una portentosa y estrecha rampa de cemento rayado. Pongo toda la fuerza, hasta la de voluntad en cada pedalada, para ir subiendo, pero pronto veré que el esfuerzo es inútil ante una puerta de hierro que cierra el paso al recinto de la ermita de La Solana de Benigánim. Una cuerda hace girar una campana a modo de timbre, aunque un cartel indica de la necesidad de avisar antes de visitar. La llamada cae en saco roto y tras una breve espera, que me viene bien para recuperar pulsaciones tras la subida, retrocedo hasta pasar el depósito y tomar un camino a la derecha que me dejará unas lejanas vistas de la ermita asomada a un balcón rocoso que domina la boscosa montaña. 

Las vistas desde allí deben ser increíbles, con toda la Vall d’Albaida a sus pies. Inicio una rápida y vertiginosa bajada por un terreno más irregular de lo que parece, sobre todo a la salida de las curvas y con la velocidad, la grava acumulada me da algún que otro toque de atención que la bici corrige con el trabajo de las suspensiones y los frenos. Sigo bajando hasta encontrar el asfalto y girar a la derecha otra vez en camino de tierra, que me lleva hasta la vía del tren; sin paso a nivel ni nada hay que bajar de la bici y cruzar con precaución. Ya al otro lado izquierda y sigo bajando hasta encontrar una senda que sigue pegada al lado izquierdo del río. La senda, bien definida, no presenta ningún problema para rodar, solo un pero cuando hay que cruzar una rambla que desemboca al río justo con el pueblo de Bellús enfrente. 4 pasos para salvar el desnivel y seguir  hacia la presa. La salida de la presa no presenta unas aguas ni muy claras ni con un olor agradable así que no me paro y sigo para subir hasta la presa y cruzarla al otro lado del río. 

Allí hay un mirador sobre el embalse que presenta un preocupante estado de reserva de agua. Bonitas vistas con las mismas montañas que veía antes pero a ras de agua. Vuelvo a cruzar la carretera sobre la presa para bajar a la parte baja de la misma y tomar el camino hacia Bellús junto al río. Un mirador se asoma sobre las estancadas aguas aquí abajo y el olor y el color de las aguas que se vierten no son lo que había venido a ver, aun así un grupo de grandes peces espera en la pequeña corriente para alimentarse ¿tendrán 3 ojos o algo así? No me para mucho a averiguarlo y sigo camino. Pista ancha con el río corriendo a mi derecha. Tomo el camino que me indica el GPS y giro a la izquierda adentrándome entre campos de cultivos y llegar a Bellús, donde entro por la parte de atrás de la ermita, luego sigo recto para pasar entre el palacio de los Bellvís y la iglesia parroquial, llegar al final de la calle y girar a la derecha en busca del lavadero, restaurado pero cerrado y seco. 

Acabo de bordear el pueblo para llegar hasta el parque donde está la ermita, verla por la parte de delante y salir por donde he entrado, encontrando el camino del río y siguiendo el curso de este. Tras cruzar una rambla giro pronunciado a la derecha y tomo el camino de arriba entre unas granjas abandonadas, el de abajo va a un viejo y abandonado molino. 

Sigo el camino y tras una pronunciada bajada llego a la senda de l’estret de les Aigües para recorrer la parte que, en  propiedad, da nombre al lugar hasta la zona de recreo del molino Guarner. 

La peña l’Aventador al otro lado del río es un desafío a la gravedad, en este lado otra serie de cuevas menores surcan el escarpado final de la Serra Grossa. El río tampoco es ajeno al espectáculo y muestra una presa rota y su viejo azud así como un río de colores que inunda al primero. 

Un maravilloso espectáculo digno de admirar. Llego al molino y repito el trayecto hasta Les Arcadetes pero en sentido contrario. No dejo de maravillarme de este singular trayecto de inmensa belleza. Cruzo bajo el arco para tomar el camino de la izquierda en fuerte pendiente. Parecía que esta se acababa tras la curva, pero continúa y ya es un muro de asfalto delante de mí. Ligerísimos descansillos preceden a rampas descomunales y esto no tiene pinta de ir a mejor, ¿esto no se acaba nunca? Sobre el mapa no parecía tanto pero… Tras los chalets se abre una ventana hacia la Serra de Vernissa, y sobre ella el castillo. 

Es un espectáculo grandioso que tengo que ver con calma desde el alto de esta pared. Allí tomo un poco de resuello mientras observo el panorama. La bajada hacia el barranco es tan portentosa como la subida, una locura de velocidad por un asfalto que agarra, doy fe con el frenazo que tengo que pegar para evitar chocar contra un perro que duerme a la sombra pero en mitad de la carretera. Cruzado el barranco otro muro ante mí, quizá con menos rampones pero más largo. 

Este me deja en la N-340 justo enfrente de la ermita de Bisquert, junto a ella paso para llegar a la parte trasera y seguir el camino hasta la carretera, y siempre de bajada cruzar un puente y salir a la izquierda con precaución que no venga ningún coche. El camino, primero de tierra y luego en fuerte rampa de asfalto, me deja en la parte trasera de la ermita del Calvario Alto. 

Una preciosa ermita de piedra que para rematar su porte está situada en una ubicación privilegiada, dominando toda Xátiva desde el oeste y con unas vistas espectaculares del castillo y la muralla. Tras las vistas toca bajar el calvario, y lo es. De tan estrecho en las curvas y además con un escalón en todas ellas, es casi imposible bajarlo sin arriesgarse a una dura caída, así que me deslizo por los tramos rectos para poner pie a tierra en cada curva y así llegar al final sobre la carretera nacional. Allí mismo, tras la curva de 180º a la derecha, la fuente de los 25 caños que visito para echar un trago y rellenar la camel antes de iniciar la subida al castillo. Tomo la calle de la izquierda al bajar del calvario y me adentro por una estrecha calle, luego derecha y al final de esta, entre dos casas, un pasadizo que lleva hasta el camino que sube junto a la muralla. 

El camino visto desde la ermita parece lo que no es. Aparte del porcentaje el firme no es de cemento sino de machaca suelta, lo que hace imposible no solo ciclarlo sino imaginarlo. Este tramo es una tortura bajo el sol, empujando la bici y andando con un calzado nada adecuado para esto, por lo menos las vistas son espectaculares. 

La parte final cede en porcentaje y al poco mejora el camino hasta la parte de atrás de la ermita de San José y Santa Bárbara. Allí se abre un mirador junto al monumento a la pelota. 

Las vistas son espectaculares sobre todo el valle hasta Llosa de Ranes y el monte de Santa Ana coronando al norte. Abajo, la ciudad se rinde a la grandeza de la Seu, construida en el emplazamiento de la antigua mezquita. Toca comenzar la última subida del día. Con todo, la subida no es tan dura como había esperado, y es que después de las dos paredes que he subido antes en el Bisquert esta subida es pan comido. Muy constante, pero sin rampas rompedoras, puedo poner un ritmo y mantenerlo sin tener que quemar la musculatura. Las vistas se van sobre dimensionando, tanto hacia arriba como hacia abajo. 

Dejo atrás el desvío hacia la nevera, paso junto a la muralla y acabo de subir para entrar bajo el arco en el recinto del castillo

Una auténtica preciosidad declarado como una de las 7 maravillas de la Comunidad Valenciana. Asomado al mirador Xátiva es un ondulado mar de tejados con la Seu como puntiagudo arrecife. No visito más del castillo por no poder dejar la bici, así que unas fotos y un recuerdo imborrable en la memoria y me dispongo a bajar para llegar al centro de la ciudad y recorrer sus estrechas calles. Bajo tranquilo pues las cercanas curvas obligan a frenar y no dejan coger mucha velocidad, así que no voy a arriesgar tontamente y me limito a disfrutar del frescor que proporciona el aire en la cara ante el tremendo calor del día. Llegado a la ermita giro a la izquierda para pasar junto a unas excavaciones arqueológicas a la derecha y un poco después otra ermita, esta vez la de Sant Feliu, del siglo XIII. El cansancio, sobre todo por el inclemente calor, ya empieza a pasar factura y tengo más prisa en acabar la ruta que otra cosa, y aún me queda por visitar el centro de la ciudad que tiene mucho que ver pero que serán visitas rápidas, Xátiva no se puede visitar de esta manera, pero esta será la primera piedra de una futura visita más calmada. Sigo el descenso, me adentro en la población y giro a la derecha para circular entre estrechas callejas hasta llegar a la plaza del mercado, con sus casas porticadas y el campanario rematando la postal. 

Hacia allí voy para llegar a la colosal plaza y disfrutar de la vista de la colegiata y el hospital, uno enfrente del otro y rivalizando en belleza y formas. 

Un breve recorrido por la plaza para ver en detalle estos dos auténticos colosos de la arquitectura urbana y continúo pedaleando hacia la parte trasera de la Seu en dirección a la salida del pueblo por el este. Antes de salir un pequeño desvío a la izquierda hasta la cercana plaza de San Pedro en la que se asientan, también una frente al otro, la iglesia de San Pedro y el convento de San Onofre. 

Ya solo queda llegar a la carretera, y desde el jardín del beso hacer unas fotos de la fuente de los 25 caños y del precioso lavadero que se adentra en el parque como si no tuviera fin. 

Recorrida la reconfortante frondosidad y frescor que destila este precioso parque, salgo a la rotonda junto a la moderna plaza de toros para ir en busca del coche y dar por finalizada una ruta que es “pure delicatesen” tanto por el recorrido, que tiene un poco de todo, con subidas muy exigentes para ponernos a prueba, como, sobre todo, por el espectacular paisaje y monumentos que nos brinda en toda la ruta. Vuelvo a casa repasando la ruta y poniendo el radar para localizar otras rutas que pronto pondré en marcha. 

Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7062034