martes, 8 de julio de 2014

Segorbe-Salto de la Novia-Pic del Águila-Lagunas


Iba a adentrarme esta vez en la zona norte de la Calderona desde el valle del Palancia, concretamente desde Segorbe hasta el pico del Águila de Játiva. Mucho que ver en una ruta con muchos atractivos y que va dejando pinceladas por todos lados. Trazada la ruta vamos a pedalearla.


La salida desde la estación del tren de Segorbe, atravesando el pueblo pero sin pararme ya que Segorbe merece una visita aparte y con calma. Al final cedo a la tentación ante el acueducto que debo cruzar para salir del pueblo en dirección a Navajas. Bajo hasta la rotonda, derecha cruzando bajo la vía del tren y la siguiente rotonda a la izquierda encontrando el carril bici en la parte izquierda de la carretera. Un tramo de subida, no muy dura pero que empieza a calentar las piernas de aquella manera. Salgo del carril bici para tomar el desvío a Navajas y circular por la carretera sin apenas tráfico. A la entrada del pueblo un cruce a la izquierda y paso sobre la vía férrea para hacer un pronunciado giro a la derecha que me deja sobre un camino agrícola que me llevará hasta la parte superior del paraje del Salto de la Novia. La panorámica es exquisita. 

El río Palancia se enreda y entretiene entre los salientes rocosos y las pozas que se forman junto a este acantilado desde el que se precipita la acequia creando el maravilloso salto de agua, hoy por cierto con apenas un hilo de agua. Disfruto de las panorámicas con la precaución que merecen estos 30 metros de caída libre que tengo a solo unos centímetros. Tras saciar la curiosidad y regalar los sentidos retrocedo hasta el cruce saliendo del pueblo y tomo un camino a la derecha que enfila directamente sobre la montaña de La Esperanza. Me interno en la pinada y voy subiendo hacia la cumbre. Las ruinas del monasterio se dejan ver entre los pinos y junto a ellas se alza la ermita de La Esperanza. 

Es el lugar elegido para almorzar mientras paseo junto a la ermita y los restos del monasterio y mientras observo Segorbe a lo lejos. Después del bocata bajo entre la pinada disfrutando del entorno bien acondicionado con mesas donde poder acercarse a almorzar al aire libre. Rodeo la montaña y me acerco al manantial que hay en la parte este de la montaña. 

Rodeado de un esplendido y espeso palmeral y un muro que lo cerca y cierra pues es un acuífero que alimenta al pueblo, tiene una bonita y refrescante vista. De ahí toca poner rumbo norte acercándome a la autovía y buscando un paso subterráneo que me adentre en Altura. 

Antes de cruzar la autovía encuentro los restos de lo que parecen un antiguo convento o algo así, no he podido saber qué es. 

Luego entro en Altura junto a la ermita de La Purísima, y tras cruzar el pueblo, la carretera y la vía verde de Ojos Negros, entro en un camino en busca de la Cartuja de Vall de Crist, fundada a finales del siglo XIV. 

De las ruinas de la cartuja aún queda en pie la iglesia de San Martín así como de iglesia mayor y algunas columnas del antiguo claustro. Salgo del recinto que había encontrado abierto por unos trabajos de mantenimiento y sigo el camino adelante bajando hacia el fondo de la Rambla Seca, luego la subida  con unas buenas vistas de la parte lateral y trasera del conjunto artístico. 

Allí mismo un camino a la derecha se va adentrando en una pinada hasta desaparecer todo rastro de camino y tener que ir un poco a ojo hacia adelante. Pero finalmente tras un centenar de metros se deja ver la silueta de la masía de San Juan. Un precioso edificio de origen árabe y que hoy en día es un hotel rural. 

La rodeo para verla por todos lados y disfrutar de su singular arquitectura junto a la pinada sobre la que disfruta  de unas vistas privilegiadas de la sierra Calderona. Sigo el camino que me devuelve hacia la vía verde y sobre ella a la derecha hasta la próxima masía, la de Valero, otro establecimiento rural al lado de la vía verde. Y aquí casi se acaba la calma. Tomo el camino asfaltado a la derecha y el siguiente 1.5Km. será de aproximación a la primera rampa de subida. 

Tras pasar un vivero llego a un camino a la derecha de cemento rojo, en fuerte subida, que sube más cuanto más arriba estoy. 

Parece que no se acaba nunca este primer contacto con la montaña. Por fortuna el agarre es bueno y me permite tirar toda la potencia sin derrapar en el suelo. Superado el collado del Tornero una bajada algo más larga que la subida aunque más tendida que me deja sobre un puente sobre el barranco de Cervera donde empieza la subida de verdad, como si el puertecito que acabo de subir no lo fuera, je. Los próximos 5Km. al casi 8% de media, por un camino de tierra recién labrada que en algunos puntos hunde en la tierra toda la banda de rodadura. Eso unido al contundente calor hace que me lo tome con calma y aprovechando al máximo las pocas sombras de las que gozaré en esta extenuante subida. Al poco de iniciar la subida un camino a la derecha que el GPS me indica que lo siga. 

Medio Km. más allá encuentro la laguna Butrera, quizá sea esta también la que indican como laguna Rodana, si no es así la laguna Rodana no he sido capaz de localizarla en esta ruta por las Lagunas de Segorbe. Estas lagunas se enclavan en lo que eran antiguas canteras de arcilla ya abandonadas y que recogen las aguas de lluvias y las escorrentías de las laderas próximas. El precioso color verde azulado del agua contrasta con las paredes rojizas y verticales de la montaña. Una de las pocas sombras del camino será en la fuente de Picaña: un pequeño oasis en esta travesía de yerma arboleda por una zona castigada hace muchos años por los incendios y que no se ha acabado de repoblar ni de reponer. 

Aun así la verde vegetación de monte bajo puebla hasta el último rincón de la sierra, pero los árboles quedan lejos del camino. La fuente está seca igual que el pequeño barranco que pasa por allí. Sigo subiendo por un camino labrado y que agarra las ruedas ralentizando el ya de por sí lento avance. Llego a la masía de La Rocha. 

Abandonada, olvidada hace tiempo. Un testigo de excepción de tiempos pasados. La veía tan lejos hace algunas curvas que no me creo que ya esté aquí. Pero la cumbre sigue estando muy muy lejos. En la siguiente curva la fuente de La Rocha, tan seca como la anterior aunque el lugar me trae a la memoria otra fuente de montaña, está en la Serranía, fuente Chelva, que tan bien me sirvió para hacer un alto en el camino y almorzar y descansar junto a sus frescas aguas y sus verde vegetación en medio de la montaña en la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2009/12/diciembre09-en-calles.html 
Pedalada tras pedalada la cima se va acercando y llego a una bifurcación que por error tomo a la izquierda en fuerte subida, tan convencido estaba que no miro el GPS hasta que el camino se acaba en lo que parece una antigua cantera. Por más que miro el camino no pasa por aquí, me he equivocado en el cruce y me toca volver a bajar, dejando esta subida como una suma inútil de desnivel positivo en las piernas. Poco después Gatova se deja ver abajo en el valle. Y enseguida el camino se hace de cemento con lo que ello conlleva. Una rampa terrible, que se sube bien por el agarre extra pero que con las fuerzas ya tocadas me deja temblando. A mi manera subo hasta el cruce. La derecha indica el camino que tomaré después ahora toca izquierda y afrontar la parte final de la subida a esta cumbre mítica. Siempre ha estado ahí y nunca llegaba el momento de abordarla, hoy ya no hay escusa, no hay vuelta atrás, no hay miedo. 

En realidad sí lo hay cuando veo el camino que me espera, que serpentea por la montaña y sube y sube y sube sin descanso ni piedad. La bajadita que antecede todo esto no hace más que añadir metros inútiles desde el fondo hasta recuperar esta cota, pero es lo que hay. El cemento rayado me dice la dureza del camino, como si no lo notara en las piernas, o en las pulsaciones golpeándome las sienes, o en la respiración que me ensancha el pecho y que aun así no es suficiente. Voy dibujando un zigzag tan ancho como permite el camino, y tras cada curva y cada loma aún hay otra que espera después. Por fin llego, con unas últimas pedaladas agónicas a la cima de esta cumbre. Dejo la bici en el suelo mientras ando en círculo para recuperar pulsaciones y respiración. La chica de la caseta forestal me mira con una mezcla de sorpresa y pena “pobre loco” estará pensando antes de ofrecerme un poco de agua fresquita que agradezco con movimiento de cabeza pues aún no soy capaz de hablar. Media botella después entablamos una conversación sobre las cumbres y los sitios visibles en un día claro, que no es el caso. Las vistas son alucinantes aun con toda la bruma que hay. No me imagino lo que debe ser en un día despejado. Agoto en paisaje con mi mirada ávida de imágenes, de momentos, de lugares, de sensaciones, de postales únicas que guardaré en mi memoria, de sombras y luces que la lente de la cámara no podrá plasmar y que, aunque distorsionadas por mis sensaciones, dejarán un relieve imborrable en mi recuerdo. Me despido de mi anfitriona que me ha regalado agua y conocimientos de varias cumbres y lugares, aunque yo también le he aportado mi granito de arena. Me preparo para una bajada brutal. 

Y es que voy tan de cabeza que a veces pienso que voy a volcar. Los frenos no dan abasto a detener el empuje de la bicicleta que solo piensa en recuperar todo lo que ya ha puesto para dejar el balance a cero, pero la tengo que obligar a tomarlo con calma. Llego al cruce y me dirijo ahora hacia Masía Tristán. Esta camino está bastante peor que el otro pues está más abandonado, pero siendo de bajada no plantea más problemas, realmente no está tan mal. La bajada es, a veces rápida, a veces divertida, a veces técnica. Con mil y una paradas para ver como en la distancia se va dibujando la silueta de lo que hace poco era mi techo del mundo. Sigo bajando por un paisaje bello y cambiante. Finalmente la bajada deja paso a un sinfín de toboganes, no muy largos, no muy duros pero que ponen a prueba las exiguas reservas de energía que hay en mis piernas. Así llego hasta la laguna del Gabacho. 

Un par de lagos casi enlazados de una belleza extrema, sublime. Extasiado en el paisaje y las fotos me digo que tengo que seguir, pues el camino aún tiene mucho que mostrar. Al otro lado del lago la masía, una preciosa construcción totalmente renovada y con aire de grandiosidad majestuoso. Llego hasta la puerta de entrada de la masía de la Virgen.  Luego llego al asfalto y giro a la derecha para iniciar una subida, primero suave hasta la Laguna La Rosa, bonita. 

Luego casi brutal hasta un mirador sobre ella: aquí las vistas sobre la laguna son soberbias, como antes lo fueron sobre la anterior laguna. Poco después una ligera bajada que deja las mejores vistas sobre este reducto de agua en mitad de una montaña y una zona, con unos niveles de pluviometría en constante recesión desde hace unos años. La sequía, agravada por la brutal deforestación de la provincia de Valencia es tan alarmante que deja pocas opciones a la esperanza. Tras esta bellísima visión aún me queda otra subidita hasta la última laguna e hito del día, la laguna del Portillo, que ya visitamos el grupo, o parte de él, en la ruta de la Olivera Morruda: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2009/03/cronica-pla-de-lluc-olivera-morruda-por.html  aquella vez vista desde arriba y hoy desde abajo. 

En esta ocasión no he querido enlazar las rutas y no he llegado al mismo punto que aquella vez. Toca ahora bajar hasta Segorbe. Con más llaneo de lo que el perfil indicaba, pero como esto ya lo tenía previsto no me coge por sorpresa, aunque agradezco estar solo y no haber dicho en voz alta que ya todo era para abajo, menuda me hubieran liado. Los Km. se hacen rápidos y el pueblo se acerca a pasos agigantados. Atento a las indicaciones de la pantalla en los cruces me adentro en el pueblo tras cruzar la autovía por abajo y la carretera  hasta la vía del tren, salir junto al polideportivo y llegar a la estación donde espera el coche que guarda mi bocata y la Coca-Cola que aportarán algo de la energía perdida durante estas horas de exigente pedaleo. Rememoro momentos mientras voy devorando el bocata y la sonrisa se vuelve a dibujar en mi cara cuando miro hacia la montaña y marco otra muesca en el sillín, el pico del Águila ya no me podrá mirar sin reconocerme. Otra cumbre domada a sudor y hierro. Aunque esta noche pase su factura. 


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7271722 

sábado, 5 de julio de 2014

Ontinyent-Senda Enginyers-Bocairent


La ruta de hoy me llevaba a Onteniente; más concretamente a la magnífica zona del Pou Clar, una serie de pozas naturales que se forman en el río Clariano justo tras el cruce de las carreteras de Bocairent y Fontanars. Dejo el coche allí mismo en el parking y bajo, por la rampa que veo al frente a pie de corriente. Para ello tendré que tomar la carretera un centenar de metros hasta otro parking habilitado en la zona y por allí cruzo la carretera y tomo la rampa. A esta primera hora de la mañana la sombra toma el lugar con su manto de taciturna calma que luego el poderoso calor del sol romperá en mil pedazos.

Recorro el paseo habilitado con calma para saborear la quietud del lugar observando con avidez las maravillas que ha hecho el agua deslizándose por la roca, puliéndola hasta conformar formas de imposible belleza inacabada. También hay ventanucos abiertos en las paredes horizontales que se asoman al barranco y que son obra del hombre. Tras la gran balsa que se forma bajo el azud una gran arboleda concederá sombra a quienes prefieran refugiarse del sol. Allí nace un camino que sube hasta unas fábricas y unos chalets, rodeo esta zona para buscar la aproximación a la carretera, tomarla a la derecha y cruzarla enseguida entrando por un camino entre chalets que irá a buscar un viejo puente sobre la vía del tren. Luego más chalets hasta el camino del cementerio donde una pinada me dejará pasado éste en el inicio de la Senda dels Enginyers. 

La senda va en suave pero constante subida y excepto un par de puntos complicados con piedra viva en el camino y alguna estrechez que pone la caída de la ladera demasiado cerca, no hay más problema para rodar por aquí. Eso sí, al final se nota que casi todo el rato vas tirando de potencia pues las piedras son pequeños muros que hay que ir superando a cada pedalada. La zona afectada por el fuego está en la parte media y final de la senda por lo que el primer tramo pasa bajo un precioso bosque de pino. 

Luego el paisaje se abre y deja ver el dibujo de la senda por la ladera de la montaña mientras sube y se interna en las cabeceras de los barrancos que surcan la sierra de la Filosa. En muchos tramos de la senda se pueden ver las antenas que culminan la montaña. Llego al final de la senda incorporándome a un camino que sube a la derecha y en pocos metros llega a un cruce sobre la cresta de la montaña. Giro a la izquierda para adentrarme en una pinada y asomarme hacia el valle que recorre la parte norte de la sierra Mariola. 

Allí está espléndida, elevando sus cumbres hacia un cielo que parece querer acariciar. Buen lugar para almorzar con estas soberbias panorámicas. 

A mi derecha puedo ver la ermita del Santísimo Cristo de Bocairent, adivinado parte del calvario que tengo que subir. Al fondo el alto de la Cruz remata el horizonte aunque no tendré que subir hasta él. Abajo, en el valle, la ermita de la Virgen de la Luz atrae mi mirada y busco el camino que me llevará hasta ella. Tras el almuerzo y la comprobación de que nada delata mi presencia allí sigo el camino llegando hasta un cruce sobre el camino viejo de Onteniente a Agres que arrancaba en el camino del cementerio de Onteniente, por donde he tomado la senda dels Enginyers. Este camino recorre toda la cresta de la montaña dejando ver los dos inmensos valles que se forman al norte y sur de la misma y teniendo unas vistas privilegiadas sobre ambos, así como hacia el este donde las cumbres recortadas del Benicadell son un faro constante para determinar la ubicación. En lugar de tomar el camino principal doy un pequeño rodeo por un camino más deteriorado pero en bajada, lo que no presenta ninguna dificultad y si un poco de emoción. Empalmo otra vez con el camino pasando por un par de viejas masías y un par de no sé si viejas pero sí restauradas, así como por una cuadra donde los caballos esperan para recorrer los alrededores. 

Unos campos de girasoles pondrán el toque colorista antes de la llegada a la ermita. Tras esta visita giro a la derecha y me incorporo a la vía verde del Xixarra, aquí asfaltada y compartiendo espacio con coches. Cruzo la carretera de Alfafara a Bocairent y sigo este tramo recto para abandonar la vía verde poco antes de llegar al pueblo. 

Giro a la derecha, cruzo la CV-81 y enseguida a la izquierda con la preciosa ermita de San Antonio ya a la vista. Voy bajando hasta la entrada de Bocairent por el Pont Vell. Allí las vistas del pueblo son algo increíble. El pueblo se apiña en el altozano compitiendo por elevarse sobre la casa de al lado como las plantas buscando la luz. Me siento observado por miles de ventanas, ojos cuadrados desde casas viejas, abandonadas, en una ruina que grita en silencio pidiendo ayuda. 

El único ojo que parece vivo es el del puente, que tras cruzarlo adentra el camino pegado al barranco en una subida casi imposible. 

En el centro del pueblo se eleva el esbelto campanario y a la parte derecha destaca, en lo alto de la montaña, la ermita del Santo Cristo con su serpenteante calvario.

También son visibles algunas ventanas de las casas cueva, cuya máxima expresión está al otro lado del barranco en una pared vertical, siendo estas: Les Covetes dels Moros, una de los mayores atractivos del pueblo, aunque atractivos rebosa por los cuatro costados. Subo esta primera rampa dura para internarme en el pueblo llegando a la preciosa plaza, girando a la derecha y bajando hasta el camino del calvario. Otro puente sobre el barranco me deja a los pies de los caballos. El tremendamente irregular firme empedrado me hará exprimirme a fondo en el primer tramo de subida, al llegar al zigzag un escalón me obliga a bajar de la bici para reanudar las pedaladas en el segundo tramo, otro escalón y otra vez lo mismo, al tercero ya decido ir andando ante la exagerada fuerza que hay que hacer para salvar los baches entre los adoquines y luego morir en un escalón. Miro hacia arriba desanimado ante lo que me espera. El calvario vuelve a dar fe de su nombre aunque también podría llamarse tortura. Primero la subida del castillo de Xátiva, luego el tramo de la Nevera de Chóvar y ahora esto. Menudas tres rutas casi seguidas que llevo. El ritmo es cansino y deprimente bajo un sol de justicia que pesa como una losa y me ralentiza aún más. 

A mitad de la subida una pequeña capilla sobre la que me acurruco en la sombra para descansar unos instantes antes de iniciar la parte final de la ascensión que me está reventando. Llego arriba y a la sombra de un pino descanso antes de maravillarme con las vistas que se abren ante mí. Espectacular toda la sierra Mariola, la Filosa, el Benicadell, el Montdúver, la serra Grossa, la serra de Corbera, estas últimas fundidas en una sucesión de montañas no identificables pero que allí están. Con Luis estaría jugando a poner nombres a todos los picos y medir distancias, a estar en desacuerdo y a no dar nuestro brazo a torcer ninguno de los dos, para luego buscarlo en internet y mandarnos un correo dejando caer que teníamos razón en esto o aquello. 

A los pies de la ermita el pueblo, del que me despido buscando un camino que se adentra en la sierra por la parte trasera de la ermita. La rala vegetación de toda esta sierra pone un punto de tristeza en la ruta. Luego el camino deja de ser camino para convertirse en una sucesión de piedras emergentes del rojo suelo que me hacen botar en las pequeñas bajadas y me obligan a tremendos golpes de potencia en las subidas. Así llego al alto donde se ubica el V.G. de Subterránea para volver a gozar por última vez del paisaje montañoso que pronto desaparecerá de plano. 

Justo aquí ya se deja ver otra vez la Vall de Albaida y comienza una bajada portentosa con curvas de herradura y otras más rápidas que permiten una velocidad endiablada. 

El firme, a pesar de la grava del camino no supone demasiado peligro y permite buen agarre y apuradas de frenada hasta estar bien encima de la curva. El fondo del valle se acerca deprisa con cada curva que salva desniveles tremendos y me lleva hasta la carretera de Fontanars, donde giro a la derecha y sigo bajando por asfalto y viento a favor rodando a más de 50 por hora. Aún estoy alucinando con la bajada pero visto lo visto creo que hubiera hecho bien en hacer la ruta al revés, esta subida hubiera sido muy dura pero con mejor firme que las otras subidas y el calvario de bajada no hubiera sido un obstáculo insuperable, pero sin conocer el terreno tenía que elegir y si esta subida hubiera estado mal… Busco en el “Treki” el desvío a la izquierda que me lleve hasta unas pozas del río Clariano denominas Pou de l’Olleta. 

Estas pozas son otro bonito atractivo en el río Clariano, ni son tan grandes ni tan cristalinas como las del Pou Clar pero no dejan de tener su atractivo en un paseo junto al río. Salgo a la izquierda pasando por una urbanización y adentrándome en un barranco, luego más chalets hasta llegar a un carril bici en pronunciada bajada hasta el nivel del río. Unos tubos a modo de puente unen las dos orillas y unas formaciones rocosas al estilo del Pou Clar dibujan sus contornos contra el agua. Toca volver a subir la rampa y llegar a la carretera para bajar hasta el parking donde está el coche con mi bocata, que bien me lo he ganado. 

Antes de partir un último vistazo a este idílico lugar. 


Track de la ruta:http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7259615