Cerca
del trabajo tengo una pequeña joya que no podía ni quería dejar escapar. Ya la
tenía localizada desde hace tiempo, así que había preparado algunas visitas más
que sirvieran de mezcla para “ataconar” la ruta y tener una visión de conjunto
de la zona. 10 minutos en coche desde el trabajo para llegar al Clot de les
Tortugues que será punto de inicio y final de la ruta. Aún no son las 8 de la
mañana y circulo entre dos luces, me encuentro con algunos ciclistas que van
por la carretera con sus débiles luces rojas traseras que apenas alcanzo a ver
si viene un coche de frente con las luces puestas, pues esas luces ahogan por
completo y durante un momento el parpadeo rojo del ciclista. Paso con
precaución aminorando la velocidad y dejando todo el espacio que puedo. Paso la
gasolinera y llego al cruce de la urbanización el Pinar a la izquierda, ya en
el cruce a la derecha hacia unos viveros, cruzo el puente sobre el barranco y
llego a una pinadita a la izquierda donde aparco y hago los estiramientos de
rigor. La mañana está fría pero confío en que subirá la temperatura a lo largo
del día. Al otro lado de la carretera la pinada del Clot. Hago bien en no
entrar cruzando la carretera ya que unos metros más arriba tendré la imagen del
día.
El sol naciendo entre los árboles a mi espalda ilumina poco a poco la
pinada y van dejando pinceladas anaranjadas sobre el apagado verde de la masa
forestal. La estampa es preciosa. El bosque aún adormecido y sumido en la calma
de la fría noche, se despereza con esos primeros rayos de sol que un poco
después elevarán volutas de vapor de la escarcha que aún cubre la hierba. Otra
ruta que ya promete de inicio. Ahora sí que me interno en el bosque y sigo las
sendas que se adentran en él.
Llego hasta la balsa del motor y allí comienzo a subir
un poco. Algunos pasos complicados me obligan a bajar de la bici para
salvarlos. Continúo junto a la cantera para volver a entrar enseguida en el
bosque hacia la derecha. Subo hasta la zona de las mesas y los paelleros, giro
a la derecha y sigo por sendas hacia el barranco. Una trialera me hace poner
pie a tierra otra vez, solo un par de metros y sigo bajando ya en la bici hasta
la balsa.
Llego a las sendas de entrada y vuelvo otra vez a la carretera, ahora
ya empiezo la ruta, pero es que no me quería perder este espectáculo después de
esa increíble pincelada de color. Aquí también he tenido la parte fea de la
ruta: una señora con dos perros sueltos, uno de ellos, poco más que un cachorro
de boxer pero ya de un tamaño considerable, juguetón y revoltoso se para
delante de la bici y cuando paso con cuidado para no hacerle daño, va y me
muerde el pie. Tan solo marcar como cuando están jugando, me quedo a cuadros,
paro y me quedo mirándolo a él y a la mujer, y esta sigue como si nada, cuando
le digo que a los perros hay que llevarlos atados por lo que me ha hecho dice
que el perro estaba jugando, que si me había hecho sangre para que le diga eso…
Al final resulta que si no te ha hecho sangre no te puedes quejar y casi tienes
tú la culpa por no dejar que el perro juegue a gusto contigo. Ni amago de
cogerlos, ni correa, ni posibilidad de razonar con ella, por consiguiente la
mando a hacer puñetas y doy gracias por haber venido solo, si esto nos pasa al
grupo tenemos montado el día. Ya en el asfalto a la derecha y sigo la carretera
que luego de bajar un barranco hace un giro a la izquierda pasando junto a la
urbanización del Pinar.
Sigo recto hasta acabar el asfalto y allí a la
izquierda para encarar el mas del Carme. A estas alturas ya se me ha pasado el
frío de los dedos de las manos con los guantes cortos y agradezco no haberme
puesto los de invierno. La masía está algo abandonada, no como otras que veré
al final de esta ruta. Giro a la derecha y luego otra vez derecha. Otra vez
asfalto para ir por detrás de la urbanización pegado al barranco de La
Cova Fumada que cruzaré un par de veces.
Luego un desvío a la derecha me hace abandonar el asfalto y comenzar una subida
dura en zig zag por camino de tierra con bastante grava. Bloqueo las
suspensiones y pongo el plato pequeño. Arriba ya tengo la primera vista del mar
a lo lejos. Valencia parece estar a un tiro de piedra. Una bajada me lleva al
fondo del barranco que acabo de subir pero por la parte de atrás. Y desde aquí
ya es todo “pa rriba”. Vuelvo a cerrar las suspensiones, pongo todos los
hierros y ajusto el programa de pedaleo “calma y tranquilidad” el camino tiene
mucha piedra y dificulta mucho tanto la pedalada como la trazada. Un par de
derrapes me harán poner pie a tierra en alguna ocasión y el sol ya pegando de
lleno me hace empezar a sudar de lo lindo, así que abro un poco la chaqueta
para ir refrigerando. Más adelante me interno en un pequeño bosque y el camino
deja de estar tachonado de piedras para convertirse en una pista de tierra
roja, suave y húmeda por las lluvias de las últimas semanas.
Acabada esta
pequeña arboleda comienzan a abrirse las vistas sobre el interior de la sierra
a la derecha y por extensión a todo lo que queda más allá. La sierra del
Caballón, el Ave, el Martés, Nevera y Sierra de los Bosques se van fundiendo
una tras otra en la distancia. Pueblos y urbanizaciones salpican el paisaje
haciendo imposible un paisaje limpio y virgen. Una ligera bajada y sigo
subiendo, primero hacia una parcela vallada que algo tiene que ver con el gas,
luego, en giro a la izquierda, la subida hacia el Besori. Vuelvo a entrar en
terreno boscoso. Algunas sendas salen aquí y allá pero la subida a la derecha
con rampa de cemento no deja lugar a dudas. Eso también me indica lo que me
espera. La última subida es dura como preveía y al final consigue sacarme de
punto. Llego arriba jadeando y buscando aire con las pulsaciones disparadas y un
tremendo cansancio en las piernas. Una pequeña plazoleta se abre entre los
árboles junto a una valla con antenas. Tapado por los árboles el V.G. Ni
siquiera encaramado a él tengo una buena visión de los alrededores que quedan
bajo la línea del bosque.
Atisbo algunas pinceladas de las vistas aquí y allá y
me acomodo para almorzar bajo un pino. El tránsito de bikers y senderistas durante
mi parada para el almuerzo es constante. Muchos de ellos hacen el mismo ascenso
que he hecho yo pero bajan por la trialera que queda a la izquierda, tras unas
grandes rocas. Comentan que es una bajada complicada y de hecho uno de ellos
vuelve al poco rato de intentar bajarla. Yo pregunto por mi siguiente objetivo,
el Castell de Alcalans, pero nadie lo conoce. Recojo todos mis trastos y
desperdicios del almuerzo y dejo el mínimo impacto de mi paso por la zona. La
huella la llevo ya conmigo, otra cumbre marcada para siempre en mi recuerdo y
esta alma biker que se pasea por los caminos. Suelto suspensiones y me dejo
guiar por el “Treki”. La bajada es rápida por asfalto hasta el cruce, luego
izquierda, se acaba el asfalto y otra vez izquierda por un camino de tierra en
buenas condiciones. La precaución la marca la cantidad de bikers que suben y a
los que hay que dar preferencia de subida sobre la bajada más cómoda y menos
exigente físicamente. Aquí las vistas sí que son abiertas hacia las montañas.
Un poco después encuentro un mirador sobre Alfarp y el río Magro.
Más allá el
Montduver dibuja su perfil sobre las montañas algo empañadas por la bruma. Sigo
bajando y paso una zona complicada con mucha grava gruesa en una pendiente
considerable, aplico sintonía fina al tacto sobre los frenos para no blocar y
dejar que las ruedas se deslicen lo suficiente para no derrapar pero que
conserven inercia. Es un tramo corto, así que sin problemas. Luego un cruce,
descarto las opciones y sigo recto en subida. Corta, exigente, con piedras. De
haber elegido el camino de la izquierda hubiera bajado hacia el río, en su
lugar voy a hacer una diagonal que me llevará hasta el puente sobre el río Magro.
Me mantengo en esta margen y sigo el camino ahora asfaltado. Esta pequeña carretera
se adentra otra vez en la montaña con un giro a la derecha para dejar atrás el
río. El camino se va estrechado y pasa junto a una zona de chalets. Cruzo el
barranco del Castellar y desaparece el asfalto, a la vez que empiezo a subir
ligeramente. Luego otra urbanización y allí encuentro, justo donde marca la
pantalla del GPS el giro a la izquierda, una señal indicando el camino al
castillo. Enseguida surge un camino despellejado, un pedregal a la derecha con
fuerte subida, pie a tierra y arrastro la bici unos 200 metros hacia arriba,
luego suaviza tanto la pendiente como el terreno y permite volver a rodar. Pronto
llego al cartel informativo del Castillo de Alcalans del siglo XI. Este queda
al otro lado del pequeño barranco sobre una loma en la que se ven los restos de
la fortaleza amurallada.
Una senda llega hasta allí pero este es un buen lugar
de observación yendo cargado con la bici como es el caso. Tras el bastión la
imponente figura del Pico del Ave surca el cielo. Tras las fotos vuelvo hasta
la urbanización y giro a la izquierda para continuar el camino por el que
venía. Un poco más adelante llego a una cantera o escombrera, giro a la
izquierda y luego un cruce también a la izquierda y enseguida derecha. Empieza
una bajada que abandono para salir a la derecha y luego a la izquierda antes
que se acabe el camino en un chalet. El camino está inclinado a la izquierda,
así que eso supone un problema ya que si no nivelo bien una derrapada lateral
podría hacerme acabar por los suelos. Ya tengo de frente el siguiente hito de
la jornada. La cantera de arcilla de Monserrat.
La roja tierra deja ver los
regueros que deja la lluvia a su paso abriéndose camino hacia el fondo de la
cantera. Allí un pequeño lago inunda el fondo de la cantera creando un hermoso
contraste. Monserrat queda al fondo y es mi siguiente parada.
Continúo para
entrar al pueblo y encontrarme con un curioso reloj de sol, tras él el
Castellet de Monserrat. En la rotonda tomo la carretera de Turís, antes de la
curva a izquierda tomo el camino recto que me encara a la montaña que pretendo
subir. Mi gozo en un pozo pues es camino está destrozado y tiene una pendiente
imponente, así que pie a tierra y subo andando. Estoy en el cortado de las dos
montañas que veía desde la cantera. Ya en la base de la montaña me fijo en la
de la parte derecha, la más alargada y que alberga el V.G. No hay camino de
subida, es una senda por la que tendré que ir cargado con la bici. Al final,
tras unos 5 minutos de marcha llego a una explanadita justo en el corte que también
tiene esta montaña.
Hasta arriba tendría que escalar pero las calas de las
zapatillas bikers no son lo mejor para esa tarea así que decido que ya he hecho
bastantes locuras por hoy y vuelvo para abajo. Al entrar otra vez al pueblo
giro a la izquierda y voy paralelo a la carretera hasta que puedo cruzarla. Lo
hago junto a una zona industrial y un supermercado. Me adentro en el camino de
Niñerola que me llevará hasta la misma masía justo al otro lado del Clot de les
Tortugues. Este camino pasa por una amplia zona de chalets. Luego el asfalto
muere en un camino reventado de piedras que baja con suavidad en una larga
recta. Lo único bueno de este pedregal es que no hay que dar pedales y solo hay
que preocuparse de la trazada, que con el estado del terreno ya es bastante.
Más adelante enlaza con otro camino en mejores condiciones poco antes de la
primera de las masías, la de la Trinidad.
Giro a la derecha para
llegar otra vez a la zona de paelleros y comer en una de las mesas bajo la
pinada. Tortugas no he visto ninguna pero la zona es una bendición digna de
visitar y conservar. Retorno hasta el coche para dar con concluida esta
magnifica ruta que sin duda tiene mucho más que ofrecer.
Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=3715755
Excelente reportaje, como siempre. Y muchas gracias por la mención. Saludos y suerte!
ResponderEliminarHola Vicente,me alegra que te guste, la ruta es una maravilla. Gracias a tí por la aportación con la ermita de Buñol y por todos los sitios que me estás haciendo visitar, jeje.
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