La ruta de
hoy me llevaría por otra zona de L’Horta Nord de Valencia. Aún me quedan, a
pesar de lo mucho que he visto hoy, un buen número de visitas por la zona que
dejo para una siguiente ruta, de ella nos encargaremos en su momento. Hoy
visitaba algunas de las últimas alquerías absorbidas por el imparable
crecimiento de la capital. Alquerías que han quedado abandonadas, cercenadas de
su huerta a escasos metros detrás de una línea infranqueable de asfalto y vías
de tranvía cuando no completamente absorbidas por edificios megalíticos que las
oprimen y despojan de su sabor rural. Vamos a ver la ruta.
Salía
temprano bajando hasta el río en un día frío que amanecía con sus buenos 4
grados. Toda la ropa del mundo no parece suficiente para enfrentarse a la humedad
que acompaña a esa temperatura junto al Turia. Se nota la hora y la
temperatura, casi no encuentro a nadie hasta llegar a Manises por lo que puedo
rodar tranquilo y a buen ritmo. Eso sirve para ir entrando en calor y empezar a
tener otra vez dedos. La autopista del río es una gozada para trasladarte del
punto A al punto B si tienes prisa o quieres hacer un camino suave sin
desniveles, o simplemente te gusta hacer un paseo por un lugar maravilloso como
es el río Turia, que bien entrado en otoño nos regala postales de grandiosa
belleza.
Polvo del camino aparte, si no encuentras mucha gente es llevadero y
solo te lo comes en las piernas y en el cuadro de la bici, pero para estas
rutas eso no me importa, aunque ya sé porqué en la capital y en los pueblos me
miraban como diciéndome “… y lávate que vas hecho un desastre”. En el parque de
cabecera me desvío hacia la izquierda dejando el molí del Sol, reconvertido en
cuartel de la policía local, a la derecha y llego al camino de Campanar, a la
derecha y otra vez a la derecha para acompañar la carretera hasta la rotonda.
Cruzo la calle por el paso de peatones y luego lo mismo en Gral. Avilés para
tomar la calle recta que se adentra hacia la partida del Pouet, justo a
espaldas del centro comercial.
Allí sobrevive, junto a un pequeño grupo de
casas la pequeña ermita del Santísimo Cristo del Pouet. De aquel “salvem el
Pouet” esto es lo único que ha dejado la especulación inmobiliaria. Salvem
Porxinos o salvem el Cabanyal veremos la suerte que corren.
Vuelvo hacia Gral. Avilés pasando frente a la
Alquería Taula Llarga, una preciosa casa muy cuidada y que ha cambiado la
huerta por un buen asfaltado en medio de un jardín urbano, imagino que desviada
su actividad hacia el ocio o la cultura. Cruzo por el semáforo en que tantas y
tantas veces hemos parado cuando esta zona estaba en construcción hace ya unos
años en nuestra ruta a la playa, cuando el camino del parque fluvial no era ni
un proyecto y veníamos por el camino de Benimámet y Paterna. Me adentro por
detrás del cementerio de Campanar y veo otra alquería también muy bien
conservada en medio de un gran jardín con parque infantil, desde el carril bici
no llego a distinguir ni nombre ni el cometido que desempeña ahora. Giro a la
derecha para llegar a Maestro Rodrigo y cruzar por un paso de peatones, luego a
la izquierda hacia la rotonda y gasolinera, y de allí a la derecha por el
carril bici hasta la rotonda de la Dama Ibérica y el nuevo estadio de Mestalla.
Antes una nota curiosa: que los bikers somos magos para no dejarnos atropellar
está más que claro, pero tanto como para esto…
solo le falta el letrero con el andén 9 y ¾ y ¡pumba! camino a Hogwarts,
porque debe ser allí donde se estudie ingeniería del absurdo para lograr esta
gilipollez… a menos que… no me hagáis pensar mal que no creo que haya
enchufismo de por medio para poner a alguien en un trabajo que no se merece ni
sabe hacer, ¡que no, que no me lo creo! Bueno, después de atravesar la pared el carril bici reaparece
y sigue hasta la rotonda.
La gran azul Dama Ibérica observa el tráfico y el
trágico aspecto del nuevo estadio en pausa.
Sigo por la calle Safor para llegar
a la que creo que es la única calle de Valencia en cuesta. La ciudad más plana
del mundo ya tiene una subida. Sigo adelante hasta una señal de dirección
prohibida, como la acera es estrecha decido hacer caso de la señal y girar a la
derecha, solo tendría que ir 4 calles más adelante en línea recta pero el
laberíntico trazado del barrio de Benicalap y la calle Florista con sus vías
del tranvía insisten en el cambio de dirección. Ya de paso me acercaré hasta
otro elemento arquitectónico declarado bien de relevancia local y dejado casi
en el olvido y dejado al envite de los elementos.
La fachada de La Ceramo. La visión de su exótico estilo mudéjar nos
transporta a lugares de ensueño y su cerámica, presente en lugares tan
emblemáticos como la estación del Norte, el mercado Central o el de Colón, nos
transporta, a través de la alfarería valenciana, a los confines del mundo. Sigo
callejeando por lo que parece un bucle que me impide avanzar con todas las
calles en dirección prohibida, así que haré patria en aquello de que la
circulación en contra dirección es la más beneficiosa para los ciclistas y por
fin llego a la plaza de la iglesia. La parroquia de Benicalap es un edificio digno
de ver.
Sus magníficas dimensiones, su alto campanario y su cúpula verde y
blanca, empequeñecen las fincas a su alrededor. Sigo adelante hasta la Av. del
Levante U.D. que igual le hubiera sido mejor ponerle este nombre a la avenida
que llega hasta el estadio del Levante y no a esta a casi 2Km. del campo, pero
bueno. Esta avenida con su carril bici llega hasta la ronda norte, que a día de
hoy parece marcar la línea externa de la capital en un vano intento de que esta
no se coma la huerta. Aún metida en ella la Alquería del Pi, reconvertida en
salón de banquetes se alía con los nuevos tiempos para sobrevivir.
Tras pasar
el camino de Moncada aparecen a la derecha los restos de la Alquería de Falcó,
otro edificio declarado bien de relevancia local, uno más de entre los más de
230 que hay en la capital valenciana, en avanzado estado de deterioro. Retorno al carril bici tras rodear la
alquería y llega a otra mucho más pequeña y casi adosada a una finca. Ya desde
el carril bici puedo ver al otro lado de la carretera el monumental edificio de
la Biblioteca Valenciana, Sant Miquèl dels Reis.
Según reza la presentación de
la propia biblioteca este conjunto arquitectónico es la compleja unión de una
alquería islámica, un monasterio cister, Sant Bernat de Rasscanya; un
monasterio jerónimo, Sant Miquèl dels Reis y un complejo penitenciario. La
construcción y demolición de elementos anteriores a lo largo del tiempo fue
modificando, transformando y ampliando las instalaciones.
Primero sigo adelante hasta la alquería de San
Lorenzo, de Albors, o de Sant Miquèl, conocida con cualquiera de estas
denominaciones y cumpliendo ahora una labor para el ayuntamiento de Valencia.
Tras un breve vistazo cruzo la ronda norte para llegar a San Miguel de los Reyes. Un edificio impresionante.
La
fachada central, con sus columnas elevadas hacia el cielo y sus estatuas, llenan
un espacio sustancialmente vacio. A cada
lado las enormes paredes del edificio como alas que protegen o encierran los claustros.
Afuera el alto
muro que delimita el recinto con su entrada amurallada y sus torres de castillo
medieval. Las fotos caen sin saber muy bien que buscar, que enfocar, sin saber
diferenciar lo importante de lo más importante, y el hecho es que lo importante
es todo. Pero la posición del sol no acompaña tanto como para sacar unas fotos
de concurso, aunque al menos serán testigos de mi paso por este fascinante
rincón de la arquitectura valenciana que sin embargo te transporta al corazón
de la sierra madrileña, pues no puedes dejar de atisbar un ligero parecido con
el monasterio de El Escorial. Tras las fotos que captan el momento de belleza
del instante sigo por la antigua ctra. de Barcelona hacia el vecino pueblo de Tabernes
Blanques. Hago rápido este tramo de carretera deseoso de huir cuanto antes del
intenso y rápido trafico que se mueve a velocidad vertiginosa en pleno casco
urbano. Luego nos critican a los
ciclistas por ir por las aceras...
Llego al antiguo mercado municipal, un
coqueto y pequeño edificio que parece de madera al más puro estilo del cuento
de los tres cerditos. Aquí giro a la izquierda hacia el molino Canyars. Pero
estuve allí hace un par de semanas en la infortunada ruta en que acabo mi cámara
en la acequia de Moncada y por la cual tendré
que repetir esa ruta. Al final decido no entrar nuevamente al molino por la
historia que me conto su propietario con las ratas en las palmeras, en su lugar
giro a la derecha a su altura y tomo el camino junto al canal, ya me pensare lo
del molino en la siguiente visita. Es una vuelta un poco tonta pero quería
salir de la carretera a la que llego ahora otra vez. A mi derecha la parte
trasera de la ermita de los Desamparados, una ermita estrecha y esbelta, muy
sobria y a la vez con detalles en los que vale la pena detenerse a admirar.
Cruzo la carretera para obtener una mejor visión del modesto templo.
A la izquierda
cruzo el puente sobre el Carraixet y ya al otro lado llego a la cruz cubierta
de Almàssera, entre la fábrica de Dacsa y el solar del antiguo acuartelamiento
que por fin han derruido.
Me adentro en el pueblo hacia la plaza del
ayuntamiento donde hay una casa con una preciosa fachada de mosaico y rejas de
forja en las ventanas y un gran portalón de madera, toda una preciosidad lejos
del prefabricado e impersonal perfil de aluminio y ladrillo o directamente
lucido y pintado cundo no una huida hacia adelante en un abstracto modernismo
que no enciende pasiones pero inflama la conciencia del buen gusto. De ahí hacia la iglesia que queda en la
siguiente calle y vuelta atrás hasta el margen izquierdo del barranco del
Carraixet.
Lo remontaré hasta la Mirambell, allí me adentro brevemente en el
pueblo para ver la ermita que me dejé en la ruta: Riba Roja Horta Nord: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/10/riba-roja-horta-nord.html mucho más austera que la anterior esta ermita
de San Juan Bautista, pero sin embargo sigue trasmitiendo ese particular
mensaje de sosiego que caracteriza estos lugares. Regreso al barranco y al
polvoriento camino hasta Vinalesa.
Allí me adentro en el pueblo después de
haber tomado una instantánea del molino de Alfara con el seminario de Moncada y
la sierra Calderona como telón de fondo. Me adentro en Vinalesa para llegar a
la acequia de Moncada. Primero al partidor de la Filá y luego siguiendo el
curso del agua hasta la antigua fábrica de Seda, hoy reconvertida en centro cívico que acoge todos los servicios básicos del municipio
convirtiéndose en el auténtico centro neurológico del pueblo.
La fachada norte junto a la acequia es la que más
elementos arquitectónicos ofrece, y el paso del agua junto al puente bien
merece un momento de contemplación.
Luego sigo hacia la ermita de Santa Bárbara. Levantada en una plaza frente al
emplazamiento original del pozo. Un reloj solar es el elemento más llamativo a
parte del panel de azulejos con la imagen de la santa. Atravieso la plaza y
retrocedo hasta la fábrica a la que rodearé para salir hacia el este y volver a
buscar la acequia de Moncada junto a un parque que será el punto elegido para
el almuerzo y un ratito de descanso. Desde aquí tengo enfrente la ermita del
Santísimo Cristo de la Sangre. También tengo una vista con varias de las
chimeneas que se conservan en la zona recortando silueta sobre las montañas. Me
pongo en marcha hacia la ermita.
Un campo sembrado de coles y detrás otro con
las naranjas a punto de ser recolectadas, dan paso al roto perfil del pueblo de
Foios con su campanario a un lado y el viejo depósito de agua al otro. Estos
antiguos depósitos son ya un bien arquitectónico de los pueblos que aún los
conservan, como los son las chimeneas de ladrillo que se elevan hacia ese cielo
que no hace tantos años llenaban con su humo negro.
Llego a la ermita que se sitúa
en una parcela cerrada aunque puede observarse el pequeño edificio sin mayores
problemas bajo la pinada en la que se cobija. Me adentro en el pueblo hasta el edificio de la Casa de Cultura; este rústico edificio son
las Antiguas Escuelas Municipales inauguradas en 1917. El estilo arquitectónico
del edificio se enmarca dentro del modernismo valenciano y es una especie de
“trencadis” pero con piedra en lugar de azulejo aunque también destaca una
cenefa con este material. Al otro lado un precioso y fresco parque. Callejeo un
poco por el pueblo y un gran edificio a mi derecha llama mi atención, ya que
estoy aquí voy a ver qué es. La vía del metro corta mi paso y retrocedo hasta
la estación y el paso al otro lado. Es la antigua fábrica de Yute que en la
primera mitad del siglo XX fue una gran empresa para la fabricación de sacos y
fibra textil. Rodeo toda la extensión intentando ver restos de esta vieja
fábrica pero en su lugar solo encuentro un moderno y feo polígono industrial,
luego me adentro otra vez en el pueblo hasta la iglesia que veía desde los
campos.
Un impresionante frontón con un no menos grandioso campanario es la
iglesia de la Asunción. Salgo del pueblo como si volviera a la ermita y a medio
camino giro a la derecha junto a unas fábricas. Otra vez en la huerta. Otra vez
entre naranjos, coles, alcachofas, cebollas… otra vez al origen. Sigo adelante
por un camino serpenteante que poco después muere en la acequia que hoy me
acompaña.
A la derecha veo el molino de Albalat. Por unos pocos metros tendré
que andar por encima del muro de la acequia hasta llegar al camino. Allí giro a
la izquierda pero el camino muere en una valla, marcha atrás y me adentro en
Albalat dels Sorrels. No tenía programada esta visita y me sorprende encontrar
el castillo. Una vez visto es el faro que guía mis pedaladas. Paso bajo las
vías del metro y me adentro en el pueblo. Al fondo la iglesia, pero un entierro
me aconseja no acercarme hasta allí, no parece el mejor momento, así que
concentro toda mi curiosidad en el castillo. Pronto salta a mi memoria el
castillo de Alaquás, quizá un poco más grande pero del mismo estilo de edificio
señorial fortificado y que hoy día albergan las sedes de los ayuntamientos.
Menuda joya he encontrado hoy sin proponérmelo. Llego hasta la vía y sigo
dirección norte junto a ella mientras pueda, luego buscaré la forma de
cruzarla, pero antes llego a Emperador para visitar la ermita de la Mare de Deu
del Roser.
El pequeño edificio se haya estrangulado por edificios de viviendas,
y entre los coches aparcados delante y los árboles apenas se distingue del
entorno si no fuera por la espadaña que aloja las campanas y que lo identifica
como edificio singular entre tanta monotonía. Ahora si cruzo las vías y me
dirijo hacia Museros, hacia la ermita de Sant Roc.
También en parcela cerrada
me conformaré con verla desde fuera, tras su reja verde, verde como los
cipreses, los olivos o las palmeras que reposan en su silencio a pesar de estar
junto a un colegio. En la placita hay otra casa que llama mi atención por un
panel de azulejos que representa una Valencia tan lejana y tan cercana al mismo
tiempo que parece no tener sentido. El tiempo detenido en un instante de
orgullosas tradiciones.
Sigo adelante. Callejeo hasta la
rotonda que sale de Museros hacia la siguiente rotonda entre Massamagrell y el
barrio de la Magdalena, este tramo lo hago por un carril bici junto a la
carretera pero exento de ella. En la segunda rotonda el tráfico propio cerca de
un colegio. Giro a la izquierda hacia el convento. Antes paso junto a un
instituto y una jefatura de policía local instalada en lo que parece fue una
antigua alquería. Al final de esta calle está el convento de Santa María
Magdalena.
Había visto fotos de este convento y tenía intención de venir a
verlo, en realidad el resto de la ruta se planificó para rellenar el hueco
hasta aquí. La fachada principal alta y lisa, solo rota por el rosetón y los
murales de azulejo a modo de vía crucis, queda algo insulsa y me imagino dentro
del recinto los claustros y pórticos que me quedaré con las ganas de ver, en
cambio la parte oeste con sus tejados, sus muros y contrafuertes, sus capillas
sobresaliendo en forma semicilíndrica y con tejados acampanados ya dan otra
imagen del edificio que me deja otro sabor. Unas fotos y enfilo hacia la última
visita programada para hoy. Continúo junto a esta fachada toda la calle recta,
al final a la derecha hasta la carretera, giro a la derecha y tercera a la
izquierda hasta encontrar la ermita de la Virgen del Rosario. Vestida como una
casa más del barrio solo destaca su campana y las indicaciones de mi amigo
Vicente http://www.ermitascomunidadvalenciana.com/novedades.htm para poder localizarla. A partir de
aquí solo toca volver a casa. Busco el carril bici pegado a la
CV-32 que atraviesa el P.I. aunque también podría haber ido directamente hacia
el oeste pero quería evitar esta carretera que lleva hacia la A-7 que tendré
que cruzar una vez superado el polígono.
Antes y desde la pasarela que cruza la
autopista tengo vistas de los campos de Rafelbuñol en el que algunas masías se
desmoronan ante la atenta mirada de los naranjos que miran, cada vez desde más
cerca, como se acercan los polígonos industriales o las carreteras que cada vez
los cercan más y más.
En cambio al otro lado y justo junto a la autopista se
alza otra masía en perfecto estado de conservación y explotación, dedicada hoy
a la hostelería.
Se ha habilitado aquí una pasarela-carril bici para cruzar la
autopista, supongo que saldría “más barato” que hacer el puente un metro más
ancho para habilitar allí el carril bici. Este sigue ya junto a la carretera de
Náquera y no lo abandonaré hasta llegar a la rotonda con el camino de Llíria.
Allí giro a la izquierda y acabo de atravesar este polígono industrial que
parece que ha crecido de la nada, o mejor dicho de las raíces de los naranjos
que cubrían este territorio y que están en claro retroceso. Este camino asfaltado
y con poco tráfico aunque mucho más del que desearía, me llevará, pasando junto
a un centro hípico donde un caballo nervioso se asusta más de la bicicleta que
de los coches, igual que muchos peatones, si hiciéramos más ruido, fuéramos más
grandes, más rápido, más peligrosos, tuviéramos siempre preferencia y cuando no
tuviéramos las de ganar y contamináramos más… seríamos coches y se
acostumbrarían más pronto a nosotros. Luego una ligera depresión al vadear el
barranco de Porta Coeli antes de llegar al cruce de la carretera
Bétera-Náquera. Allí a la izquierda sobre el puente del Carraixet que tras
cruzarlo abandono a la derecha bordeando el pueblo en busca del parque y de
este a la carretera de La Conarda, El Perigall y el paso inferior de la CV-35 junto
a la masía de San Antonio.
Bétera brinda una última postal a esta estupenda
ruta. Ya al otro lado de la autovía me dejo llevar por la telaraña de calles en
las urbanizaciones de L’Eliana hasta el paso inferior del metro en la estación
de Montesol. Atravesado el barranco de Mandor subo hasta las urbanizaciones ya
en el término municipal de Riba Roja, y casi en línea recta hasta el río en
masía de Traver. Bajo el intenso sol de mediodía la humedad ya no se deja notar
tanto y estoy deseando llegar a casa para que la cerveza haga su hidratante
trabajo.
Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=5697398
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