Tras el finde biker con Roda i
Pedal: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2014/10/serrania-de-cuenca-villalba-de-la.html
tocaban unas rutas en solitario por unos parajes tan mágicos como encantadores,
evocadores y sugerentes. Sumergido completamente en un periodo convulso a nivel
personal y que ahora, casi un mes después, cuando estoy escribiendo esta
crónica aún, no solo no ha terminado del todo, sino que me ha metido de lleno
en un torbellino de emociones y sentimientos encontrados, contradictorios y tan
difíciles y dolorosos de explicar que me desquician, pero vamos superando
obstáculos. Mientras tanto vamos a por la crónica que se enfría.
El viaje nos lleva al macizo de
Montserrat, posiblemente la montaña más representativa de Catalunya. En poco
más de 3 horas de viaje estamos contemplando las impresionantes montañas que
dejan sin habla y sin explicación a quien las contempla. Es un fenómeno de
fascinante y cautivadora belleza. Arriba, junto a la abadía, el apartamento que
nos servirá de base de operaciones durante estos dos intensos días. Este primer
día nos sirve para una excursión senderista hasta el pico Sant Jeroni, cumbre de
este macizo a más de 1200 metros de altitud.
Una ruta alucinante que desgrana
lo mejor de esta sierra y deja paisajes imborrables en la memoria y en las
piernas tras la dura ascensión y la no menos exigente bajada. El viaje está
organizado casi como el finde biker. Tiempo para la bici y tiempo para que Teba
y yo podamos hacer alguna excursión y más de un momento de etílica
contemplación y conversación ante las fascinantes y solitarias noches en este
magnífico entorno, pero todo esto ya, por sí mismo, daría para una crónica, así
que, de momento, lo dejaré en el tintero por si acaso algún día me decido a
emprender las crónicas senderistas y vamos al tema del pedal. Del pedal de la
bici.
El jueves comienzo la ruta al
revés de lo que me gusta hacer. Desde arriba de la montaña inicio un rápido
descenso por la carretera en dirección a Monistrol de Montserrat.
La tremenda
bajada deja tantas improntas que es imposible resistirse a parar y hacer
algunas fotos. Pasado el monasterio de Sant Benet tomo un camino a la izquierda
que indica la ermita de Sant Cristófol, aunque hasta ella no llegaré. Este
camino asfaltado sigue bajando, no de forma tan contundente como sería la
carretera pero de forma nada despreciable. Algunos badenes para desviar el agua
de lluvia y de paso frenar la velocidad de los coches ponen un puntito de
diversión cuando paso volando sobre ellos con la bici.
Casi siempre de espaldas
a la montaña, cuando alguna curva pone la imponente mole en mi campo de visión
no puedo resistirme a parar a observarla y sacar alguna foto. A este paso no
voy a terminar nunca la ruta. Sigo adelante más obligado que por ganas de
seguir, aunque este hecho me hará encontrar otros lugares privilegiados desde
donde extasiarme en la contemplación. Todo muy espiritual, todo muy indicado
para sosegar los ánimos y las inquietudes que me atormentan últimamente. Paso
entre urbanizaciones y luego entre campos preparados para ser plantados.
Las
espectaculares vistas me siguen allá donde vaya y me obligan a seguir parando
para hacer más y más fotos. Cruzo el torrent de Can Martorell, remonto al otro
lado y enseguida un camino a la izquierda me dirige hacia la ermita de Sant
Esteve.
Ya tengo visión directa sobre ella al otro lado de un valle. Pero al
llegar a la senda encuentro ésta cerrada con unas piedras y veo que al fondo
del valle están trabajando en el campo y dudo del camino. El GPS me indica,
como alternativa, un camino a la izquierda, este mismo por el que vengo que
sube para bordear este valle por el sur, así que allá voy. El camino poco a
poco se va deteriorando además de meter subida de la buena. Llego a un sitio
sin salida posible pues se mete en pleno monte y solo queda retroceder, volver
al inicio del camino, allí donde estaba la señal y continuar el otro camino
hacia el norte, bordeando el valle por el otro saliente o encontrando un paso
junto a la carretera de Marganell. Finalmente encuentro un camino que sube
hacia el cementerio municipal junto al que se encuentra la ermita. La subida
tiene su miga y el calor hace el resto. Antes de la ermita un restaurante con
preciosas vistas.
La ermita se dibuja, traza sus formas en batalla continua con
la montaña que, tras ella, desafía a la razón del mundo y pone en jaque los
sentimientos hacia una montaña, hacia todas las montañas, todas hermanas, todas
una. Esta y justo esta era la imagen que soñaba en mi cabeza cuando diseñé esta
ruta. Esta es la postal que quiero llevarme de recuerdo en el corazón.
La pequeña ermita no es gran
cosa, pero el marco es insuperable. Es como ver el Taj Mahal… sin palabras. Es
como ver la Sagrada Familia, una obra imposible a poco más de 30Km. de
distancia de estas montañas, tan lejos y tan cerca que en mi imaginación no veo
la una sin la otra, quizá Gaudí también supo leer entre líneas. Paro junto a la
arboleda detrás de la ermita y me pongo de corto, el calor ya es insufrible.
Descanso mirando a la montaña mientras brindo por estos instantes de paz y
tranquilidad que tanto necesito dentro de mí. Estando allí un ciclista llega al
punto donde arranca la senda, allí donde yo he dudado; lo observo pensando que
sabe algo que yo no sé o que se va a equivocar de pleno, toma la senda y llega
hasta donde yo estoy en un periquete, bordeando los campos arados y los
arbustos que pueblan el fondo del valle. Al final sí había camino y no
presentaba ningún problema, en cambio mi indecisión me ha hecho pagar casi 5Km.
y casi 200 metros de desnivel positivo que sumar a las piernas. Una…, perdón,
otra rara decisión en mí últimamente. Me pongo en marcha siguiendo el camino
hacia arriba. Ya lo traía todo bloqueado desde el desvío de antes. La primera
rampa ya deja bien claras las intenciones de este camino. Una subida monumental
que abordo con decisión y que ya estoy deseando que se acabe. Avanzo hasta
adentrarme en una urbanización, la carretera sigue subiendo casi sin control,
sin piedad, sin descanso posible. Pocos descansillos para oxigenar y soltar los
músculos que se resienten del esfuerzo. Poco a poco empiezo a ver por donde
continúa el camino y hasta donde llega. Ya está clara la tortura que me voy a
infligir, pero ya no queda otra.
El camino sube hasta la carretera de
Montserrat que la veo sobrevolar la montaña a media altura. Y la subida que no
afloja, ya no es lo de la primera rampa pero no afloja lo más mínimo. Me voy
cobrando vistas de la parte noroeste de la montaña, hacia donde gira el camino,
y sigo alucinando con ella, preciosa. Por suerte se que una vez en la carretera
ya estará casi todo el “pescao” vendido. Me animo y tiro para adelante a ritmo,
lento pero ritmo. Al fin llego a enlazar con la carretera, giro a la izquierda
y se acabó el solecito.
Una sombra permanente que con el sudor, la altitud, la
velocidad y el ambiente de mediados de octubre, que aunque caluroso no deja de
ser octubre, me pone un puntito de frescor en el cuerpo. Pero el esfuerzo no
deja que uno se enfríe demasiado y al poco doy por bueno esta circunstancia.
Además subir esta cuesta de largo hubiera sido una penitencia demasiado dura
por los pecados cometidos.
Este altiplano es casi un llaneo que me lleva veloz
hacia el monasterio de Santa Cecilia, en obras y con pocas vistas dignas de
destacar. Sigo adelante, y cierro el círculo sobre la carretera que me deja, en
pocos metros, en la entrada del parking. Afronto la última rampa antes de
llegar arriba y pasear entre el gentío que abarrota hasta el último rincón de
este maravilloso lugar, que ha pasado de ser un lugar de devoción y calma a ser
una monumental máquina de hacer dinero basada en el turismo.
Ahora es el
momento de disfrutar de una más que merecida cerveza en la ventana del
apartamento, lejos del bullicio, exterior.
Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8321667
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