Agosto se está presentando movidito. El calor propio de las fechas y que
con esta ya son tres las semanas seguidas de rutas de alta intensidad, parece
un buen entrenamiento para la semana de vacaciones que tendré a mediados de
septiembre y que también promete.
Otra vez en Tárbena en casa de Ángel y Alberto. Otra excelente sesión de meditación
antes de ponerme en marcha hacia mis cumbres. Esa que solo yo escalo, tanto
interna como externamente.
Igual que la otra vez en coche hasta Castell y desde
allí, ya con la Zesty, remonto la carretera que me traía hace solo unos minutos
desde Tárbena.
La pendiente es, pareciendo que no, de las que agarran, pero
todo quedará en broma cuando llegue a las curvas de herradura que me pondrán
mirando a este cielo tan azul que tenemos en verano, con calor, con casi 30º de
temperatura nada más arrancar la ruta. En fin, que ¿porqué no me vuelvo a casa
y me voy a la playa con ellos? con su cervecita… Pero no, yo “pa rriba”.
Después de las curvas hay una caseta a la derecha y tras ella se ve la sierra y
Els Arcs que visité hace dos semanas:
La perspectiva no es muy buena pero allí están mimetizados con su
entorno. Sigo carretera adelante hasta el camino que tomaré a la izquierda ya
fuera de asfalto. Llevo 250 metros de desnivel en menos de 4Km. La primera rampa por camino de tierra me
vuelve a poner sobre aviso, pues si todo sigue así va a ser una locura. Tras una
casa a la izquierda el camino se torna un muro que tras la curva parece no
tener fin, es solo el efecto óptico pues después la rampa se toma un descanso,
solo era un aviso para advertir que esto es btt, no te fíes nunnnnca.
A mi
derecha queda el camino que sube hasta Cocoll y arriba de la montaña la caseta
de vigilancia forestal, bonita perspectiva la que tengo desde aquí.
A mi
espalda la sierra de Aixortá que se prolonga hacia el interior. Hacia la costa
la cima del Bernia se alza como una espada. La tierra reseca se quiebra por el
transitar de las ruedas allá donde no hay piedra y el crepitar se convierte en
mi banda sonora de la jornada. Eso me hace pensar en la canción de hoy, aún no
le he puesto música a la crónica. Ya saldrá, siempre sale ella sola. De repente
una canción se mete en mi cabeza y ocupa mi pensamiento. Pienso en la rampa que
he dejado atrás y que a pesar de la grava y la tierra no he patinado y se
dejaba subir, mejor. Así continúo por este altiplano en el que sigo ganando
metros de desnivel pero de forma más suave. Antes de darme cuenta una loca
bajada con sus curvas de zigzag y llego al valle entre estas dos sierras.
Error. Porque allí a mi derecha salía el camino que llega hasta la Llacuna. No
es que allí haya una laguna, al menos a día de hoy, puede que en algún tiempo.
Me percato del error demasiado tarde, cuando ya había ascendido el segundo
collado. Me planteo volver atrás pero al final decido que no, un hito perdido
por el camino, un lastima. La ascensión de esta loma tampoco plantea
dificultad, tan solo alguna rampita más dura pero nada. Tras esto sí que viene
la madre de todas las bajadas. El camino de bajada se torna peligroso por la
gravilla y la pendiente tan pronunciada. Hay que ir con mucho cuidado de no
frenar demasiado la rueda delantera para que esta siempre tenga inercia, pero
no tanta que no me permita poder parar la bici. Además la elección de la
trazada, no cerrar demasiado la dirección, estar atento al paisaje pues si no
me lo pierdo y he venido hasta aquí para verlo, etc., etc. Vamos que en un
momento se me acumula la faena.
Ya estoy en el camino que veía desde lo alto
del Cocoll hace dos semanas.
Es difícil encontrar el sitio adecuado para la foto del camino pues
a cada metro que avanzo la perspectiva aérea se pierde y además encontrar el
hueco entre los árboles complica aún más la situación. Y entre esas y aquellas
la bajada no para y yo tampoco. Llego a la cabecera del barranco dels Moliners
que sería la salida natural de la Llacuna si esta rebosara pues queda metida en
una especie de circo, más bien un poljé.
Ahora afronto otra subida que ya veía
desde el camino y me parecía mentira, una broma o algo así. Ahora aquí abajo
veo que de broma nada.
Tampoco es muy larga pero la pendiente es descomunal y
el calor sigue apretando. La camel ya la tengo bajo mínimos pues estoy bebiendo
y sudando como nunca. Empiezo a subir con el pensamiento puesto en que esta
rampa también se acabará. Pero antes la sufriré. Aunque también la disfrutaré.
Que serían las bajadas sin una buena subida de la que poder presumir. Ya arriba
voy disfrutando del paisaje que se abre a mi izquierda.
El valle del río Castell o Xaló, el Pla de Petracos, la sierra del Cavall Verd. Suave descenso hacia las ruinas de las casas dels Moliners.
Allí, junto a las viejas piedras
que algún día fueron casas, un horno moruno casi intacto espera bajo el sol del
mediodía que alguien repare en él bajo la atenta mirada del Cocoll, que derrama
sus laderas en una sucesión de sedimentos rocosos que mejor no imaginar rodando
ladera abajo.
Allí también hay una higuera y un par o tres de sus maduros y
dulces frutos viajarán conmigo aportando esas energías que por momentos echo de
menos en las subidas. Pero si antes había bajado la madre de todas las bajadas
¿qué es esto que me espera? De verdad que en algunos tramos me planteo bajar de
la bici y hacer la bajada andando pues creo que voy a rodar sobre mi mismo del
brutal desnivel que hay de bajada. De entrada me alegro de no haber hecho la
ruta al revés, pero ahora pienso en bajar esto y me da un poco de “noseque”.
Ahora, mientras escribo la crónica y viendo los datos, veo que llega a marcar
hasta un 28% de desnivel. En fin, “paversematao”. Por momentos me siento como
un funambulista sobre la cuerda floja, si inclino un poco más la bici o cierro
la dirección para dar la curva siento que me puedo ir al suelo en cualquier
momento. Así que nervios de acero y tacto de seda para controlar los frenos,
otra vez. Y hablando de la canción del día aquí viene:
Como un funambulista
imbatible dibujo en braille los
pasos del siguiente mortal.
Vetusta Morla Baldosas Amarillas. Y es que tenía que salir. Y no solo
salir sino quedarse dándome vueltas en la cabeza y cantando esa parte de la canción de la que
me acuerdo y así una y otra vez, vuelta la burra al trigo... a ver si saco otro
trocito de la dichosa canción. Llego al final de la baja en el fondo del
barranco del Galitero y poco después enlazo con la carretera en un puente sobre
el barranco. Giro a la derecha para recorrer algo más de 4Km. por carretera
hasta Benigembla. Circulo lo más rápido que puedo para quitarme de este tramo
de carretera lo antes posible. La carretera es ancha y con arcenes, pero algún
que otro, llamémosle “conductor” se cree que está en un circuito de carreras.
Ya en el pueblo visito, antes que nada, la fuente donde refrescarme (casi
bañarme) y llenar otra vez la camel que apenas tiene agua. De allí hacia la
iglesia y sigo la calle adelante en busca de la fachada del Sindicat.
Una de
las curiosidades del pueblo junto con el Riurau justo a la derecha antes de
entrar al pueblo, y sobre todo, para mí, el lavadero, abajo a orillas del río
Jalón o Xaló.
Tras las fotos de rigor cruzo el seco cauce por un puente y sigo
por un camino asfaltado y estrecho que circula pegado al río y describiendo con
él las curvas y meandros que la corriente, en ocasiones impetuosa, va dibujando
sobre la cara del mundo. Este camino tiene un par de rampas que menos mal que
se acaban pronto porque sino. Pero el calor me está matando y no tengo otra que
acabar la ruta. El camino vuelve a la carretera que ahora recorreré en sentido
contrario, llegando hasta el camino por el que he bajado la montaña y que está
indicado con un cartel: La Llacuna, Plans d’Aialt Sigo por la carretera en este tramo que es
“llano”, pero a mí ya nada me parece llano, ni siquiera las bajadas me parecen
llanas, así que no digamos cuando la carretera pica un poquiiiiiito hacia
arriba. Con más pena que gloria llego al desvío del Pla de Petracos.
Lo tomo a la
derecha y casi enseguida la ermita de Petracos. Lugar abandonado y con
matorrales alrededor que impiden acercarse y verla en su totalidad. No tiene
mucho que ofrecer pues solo son unos muros de piedra pero con mucha historia: http://www.levante-emv.com/comarcas/2012/09/23/descubren-arquitectura-singular-vinculada-expulsion-moriscos/938203.html
Cuidar un poco el entorno y dejarla “visitable” permitiría vender este
lugar como una autentica joya paisajística junto a lo que viene a continuación y
que es una de las más excepcionales obras de cultura que poseemos en la
Comunidad Valenciana. El Pla de Petracos.
Accedo solo hasta el lugar
donde está el cartel informativo y observo los abrigos desde la distancia
puesto que no son accesibles con la bici, y además ahora mismo lo que estoy
deseando es parar a la sombra a descansar deseando que la cerveza que
acompañará al bocata aún guarde algo del frescor al haber ido descongelándose
poco a poco, (espero). Retrocedo por el
camino y me acomodo en una sombra a dar cuenta de mis viandas y descansar un
poco del abrasador sol que me está machacando. Unos minutos más tarde y con el peso mejor
repartido salgo otra vez al sol. Llego nuevamente a la carretera que la tomo
hacia la derecha en dirección a Castell de Castells. Me quedan unos 5Km. al 4%
de media pero se me van a hacer eternos. El sol pega de una manera que no es
normal, ¿o sí tratándose de un 28 de agosto a las 3 de la tarde? Quizá el que
no es normal soy yo aquí achicharrándome bajo este sol de justicia. Los tramos
de carretera que voy viendo entre curva y curva parecen no acabar nunca y el
pedaleo es cansino. Ya sé que por más rápido que pedalee no voy a escapar de
este calor así que lo tomo con calma, tampoco es que pueda darme mucha más
prisa de la que me estoy dando. Intento apoyarme en el paisaje pero este
tampoco ofrece mucho que ver. A mi derecha la sierra de Alfaro va elevando
paulatinamente su altura y algunos caminos se adentran en ella. A mi izquierda
la montaña que he estado transitando esta mañana y que alcanza su máxima
altitud en El Clotet a 861 metros de altitud.
A parte de eso y de un par de
monolitos de piedra a modo decorativo, nada más que ver. Poco a poco la
carretera gira hacia el sur y la Serrella primero y el Castellet después se
hacen visibles. La aproximación a Castell va abriendo vistas del valle del río
y pequeñas lagunas de choperas verdean distantes abajo.
A la entrada del pueblo
veo allá abajo el lavadero. Tendría que haber sido una broma pero no, tengo que
bajar una pronunciada cuesta para llegar hasta él. Después de esta visita solo
me quedaran unos metros para llegar hasta el coche y poner el A.A. a toda
pastilla. Bajo una cuesta sucia, llena de cagadas de perro. Veo que esto aquí
no es muy distinto de Riba Roja. Quizá empiece a pensar que el problema no son
los perros sino los cerdos de sus amos. Por algo se dice que los órganos de
gorrino son muy parecidos a los humanos… igual no acabe en los órganos la
similitud. El lavadero, como en muchos pueblos, es un monumento abandonado, sin
ningún cuidado o bien se reforma y se cierra para que no se pueda utilizar, a
veces ni ver. Remonto la cuesta esquivando “minas” y pedaleo los últimos metros
de la ruta con la alegría de haber completado una hazaña más bajo el calor y no
haberme dejado la piel en el intento. Llegaré a casa a reponer el básico y
preciado elemento que no he podido disfrutar fresquito como toca en la ruta.
Track de la ruta:http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=14957509
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