miércoles, 19 de noviembre de 2014

Caudiel-Pina de Montalgrao


Me disponía a terminar una ruta que comencé hace más de un mes. En aquella ocasión a los pocos Km. de iniciar la ruta sentí una pérdida de aire en la rueda trasera y tras hinchar no había forma de atajar la pérdida, cosa que ya me había sucedido en rutas cercanas pero nunca con esta virulencia, así que me toco volver para casa desde Caudiel y hacerme 170Km. en coche para un par de fotos y almorzar en una fuente cercana a Benafer. Hoy iba a tomar cumplida venganza, o eso creía antes de comenzar la ruta. Y es que cuando una ruta se tuerce… Vamos a ver los acontecimientos.

Me voy en coche hasta Caudiel con Teba, ella hará senderismo y running mientras yo hago la ruta que me llevará hasta Pina de Montalgrao tras haber coronado el monte Pina con sus 1402 metros de altitud. Así que salgo desde el molino de Anibal que nos servirá de base de operaciones. Sigo el camino hacia arriba en bicicleta viendo que hace un momento, con el coche, era asfalto. Mal firme pero nada nuevo en este deporte. Una zona de asfalto rugoso con su buena cuota de rampa dura y llego al pozo de Santa Úrsula. 

Allí una pequeña capilla dedicada a la santa y unas bonitas vistas sobre La Calderona al sur y Espadán al este con el mar al fondo entre ambas sierras. También las nieblas que se disipan de la ribera del Palancia son visibles blanqueando las montañas tras ellas. Decido que es un buen sitio para almorzar cuando paro a quitarme la chaqueta de invierno que llevaba puesta, unos minutos pedaleando me han bastado para ver el error cometido. Mientras almuerzo llega Teba andando y nos reunimos allí para dar cuenta de la cerveza que tengo a medias. Ese será mi pago por deshacerme del incordio de cargar con la chaqueta el resto de la ruta. Nos despedimos al terminar el almuerzo y cada uno tomamos una dirección. Yo hacia arriba, como casi siempre. El camino no mejora lo más mínimo y entre piedras machacadas, tierra y torrenteras voy haciendo fuerza para avanzar. Nada descomunal pero que va minando las fuerzas a base de pedaladas y distancia. Sigo las indicaciones de la pantalla para ir descartando algunos caminos y seguir otros, labor harto difícil si no fuera por el GPS. Así llego a una senda. 

Estrecha pero perfectamente ciclable entre pinos, romeros y aliagas que ya empiezan a florecer. Solo un escalón pondrá algo de dificultad al avance, y tras él una zona de piedras que también me obliga a bajar de la bici, serán unos 100 metros empujando la bici junto a un barranco y siguiendo el trazado del GR7 y de la vereda de la Molinera. Acaba la senda poco antes de una gran masía o algo parecido, una enorme nave a la izquierda y otros grandes edificios a la derecha, cerrados y en diferentes estados de conservación. Acabo de subir hasta enlazar con una carretera asfaltada que llega hasta el Mas de Noguera, un albergue dedicado al agroturismo en medio de una zona de gran valor medioambiental. 

El camino cruza por el medio de sus instalaciones y continúa en ligera subida dejando ver los aerogeneradores del parque eólico Alto de las Casillas. El otoño va tomando el paisaje, este año con paciencia, como si el invierno estuviera aún muy lejos. 

Como si no tuviera prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Corono este collado para tener una espectacular vista de mi objetivo de hoy. 

La sierra de la Espina culmina a 1402 metros en el monte Pina o alto de Santa Bárbara. Ante mí el barranco del Mas del Moro despliega un colorido tan espectacular que parece tocado por la mano de algún pintor loco, un genio de los colores que estudia el paisaje y lo crea para confundir a la razón con tan imposible casualidad natural. Inicio una rápida bajada hasta el fondo del barranco por un camino con mucha piedra suelta y mucha arenilla del desgaste del rodeno predominante en estos caminos. Es una bajada que encierra una pequeña trampa en cada curva, en cada inclinada, en cada frenada. No conviene dejarse llevar por la emoción y sí por la precaución pues la bicicleta no se anda con miramientos a la hora de seguir superando sus records de velocidad que son pulverizados metro tras metro. Paso el vado sobre el barranco y comienzo a subir entra casas derruidas, abandonadas hace muchos años y que son solo piedras amontonadas y viejas vigas de podrida madera. Luego viene otra rampa de cemento y aquí veo que es el momento de ponerme de corto, guardaré la manga larga para la bajada. Tras el cemento el camino sigue en tan malas condiciones como la bajada de antes y como buena parte del camino hasta aquí. No es nada preocupante pero no deja coger un ritmo de pedaleo adecuado. La subida, por fortuna, tampoco presenta unos desniveles canallescos, es totalmente tendida sobre un 9%, eso permite que se pueda encontrar un ritmo adecuado de cadencia que no se ve roto por rampas o por un camino muy malo, eso sí sigo tirando un poco de potencia. 

La subida deja ver el fondo del valle con su espectacular colorido y las paradas para las fotos se suceden curva tras curva. Otra vez el sol de frente impedirá postales espectaculares, pero es lo que hay. También se deja ver la lejana cumbre hacia la que voy, allá a lo leeeejos. Subo rodeando un barranco que se junta abajo con el del Moro. Tras el curveo por la ladera de la montaña llego a un cruce de caminos sobre un collado. 

Tomo el camino de la izquierda en giro de 180º y continuo subiendo. paso junto al Pino Rey y me adentro en una bonita pinada casi en la cresta de la montaña pero un poco ladeada hacia el norte por lo que la sombra sobre la mojada camiseta ejerce un efecto nevera inmediato. Luego llego a otro cruce de caminos sobre cemento. A la derecha la subida hasta el pico, luego tendré que bajar hasta aquí y tomar el camino que ahora queda a mi izquierda, pero eso luego. Sigo subiendo, el camino asfaltado en el monte significa rampas fuertes, y este no es una excepción. Cuando acaba el cemento la rampa sigue dura y contínua por un camino muy compactado y duro de tierra roja, a la sombra y con mucha humedad de la enorme arboleda que hay. Cuanto más arriba más luz se filtra entre los árboles para indicarme que estoy casi arriba, un gran giro del camino y las enormes antenas que veía desde abajo aparecen ante mí. 

También una pequeña aunque bien cuidada zona de mesas, el V.G. y la ermita, a la que se adhieren un par de refugios abiertos. Rodeo el edificio hasta la entrada a la ermita que queda en el lado opuesto y no bajo la fachada estrecha donde está la espadaña. Me acerco a ver las espectaculares vistas que se ofrecen de la parte del camino que vengo recorriendo. Los molinos, las curvas enroscadas en la montaña, las sierras de Espadán y La Calderona, Peñaescabia, El Toro, Bellida, La Cova Santa… 

y hacia el norte El Penyagolosa y los cinglos que rodean el embalse de Arenós. Hacia el oeste la plana de Barracas y las tierras de Teruel… tantas y tantas montañas que me abruman, siluetas desdibujadas bajo la pálida luz solar que se empeña en ocultarme esos mismos tesoros que pone ahí para mí, para que pueda conquistarlas y recorrerlas, y recordarlas para siempre. 

Pero eso no es todo… como dos fantasmas surgen, desde abajo, dos enormes buitres que se elevan sin esfuerzo, me sobrevuelan girando y girando, me miran cuando la cámara hace ruido para encenderse y se alejan tranquilamente, pero poniendo distancia de por medio antes de que el maldito objetivo esté en disposición de disparar. Lo tenía tan cerca que le he visto los ojos cuando me miraba. Impresionante. Desde aquí todo es bajada hasta Caudiel y allí un pequeño remonte hasta el lugar de inicio y fin de la ruta. Solo queda disfrutar de la bajada, hacer una rápida visita a la ermita de Pina y tomar la vía verde para volar hacia abajo. Me pongo la camiseta para protegerme del fresquito y de la humedad que llevo en el cuerpo. Bajo por la parte norte en sombra a una velocidad endiablada, llego al cemento y sigo a buen ritmo pero con cuidado ante un par de curvas muy cerradas. 

A la salida de la segunda curva una zanja atraviesa el camino, la salto, pero la rueda va a meterse en otra todavía más grande, y es que con la velocidad y las sombras de los árboles en el camino no había visto que eran dos hasta que ya no había tiempo de reaccionar. La rueda delantera se clava y la inercia hace el resto; un expreso me pasa por encima y me levanta de los pies, voy anclado a la bici y esta me pasa por encima de la cabeza haciéndome dar, con ella, una voltereta en el aire antes de caer. Intento parar el golpe con las manos y la mano derecha y la rodilla son las peor paradas, la bici parece intacta, pero el GPS se ha llevado un tortazo del 7. Me quedo en el suelo resoplando mientras evalúo daños. De momento lo siento todo, lo puedo mover todo aunque con dolores. La rodilla es, en primera instancia lo peor, luego la mano. Cuando se bajan las pulsaciones sigo bajando pero ya se me han quitado las ganas de misil tierra-tierra. Procuraré volar un poco mejor, y más tranquilo. Un poco más allá encuentro a la cuadrilla de Vaersa que está haciendo las put... zanjas. El encargado no está, se ha ido me dicen. No esta mal que abandone el puesto cuando casi se mata uno por las obras que él dirige y que no se ha planteado ni siquiera tapar con unos tablones o unas planchas de hierro. Más abajo encuentro unas señales de camino cortado por obras, pero solo si subes desde Pina, a quién se la va a ocurrir que alguien pueda venir desde el otro lado??? Para qué??? Llego al pueblo y me acerco a la ermita de la virgen de Gracia. 

Busco la foto en la que aparezcan las dos ermitas, aunque la más lejana no es visible si es identificable. 

De ahí retrocedo hasta la fuente vieja y el lavadero, una junto al otro. Las fotos de estos dos bonitos lugares y salgo del pueblo, tomo la carretera y subo hasta un peirón entre dos carreteras. Tomo la de la izquierda que indica al depósito contra incendios. La carretera es todo bajada. Pero cuidado que tiene mucha gravilla suelta y cada curva es un peligro, máxime cuando voy a gran velocidad. La rodilla, si la mantengo caliente con el pedaleo no me duele mucho, pero cada parada y arranque es una pequeña tortura y poco a poco la situación se revertirá y el dolor comenzará a ser continuo, en cambio, lo que cada vez me duele más es la mano, la muñeca. Llego a las Masadas Blancas; antigua estación del tren de Viver y aquí tomo la vía verde, que en ligero pero rápido descenso, me lleva hasta Caudiel. Antes pasaré por una zona donde los hitos se acumulan a uno y otro lado del camino. 

Parecen centinelas guardando el camino, indicando por donde seguir para no perdernos, no hay posibilidad de tal cosa pero ellos siguen ahí por si acaso siendo una curiosidad más del camino. 

Tras cruzar el puente sobre el barranco de la Fuensanta no tardaré en entrar en el largo túnel iluminado que cruza Caudiel por abajo. A la salida me acercaré a la izquierda a ver el primero de los 3 lavaderos que hay en el pueblo. Un poco más adelante, camino al campo de futbol el segundo de ellos y más bonito para mi gusto. 

Retrocedo y subo al pueblo para visitar el santuario del Niño Perdido. Una preciosa obra religiosa que cuenta con una esbelta torre campanario y diversas cúpulas que dotan al edificio de un gran impacto visual. Callejeo un poco viendo algo más del pueblo hasta llegar al último de los 3 lavaderos, situado este en el centro del pueblo junto a la carretera. 

Vistos todos los elementos marcados sigo el mismo camino que esta mañana con el coche para llegar a la torre de Anibal y dar por terminada una preciosa ruta con muchos paisajes dignos de recorrer y cuidar. Los dolores por todo el cuerpo me hacen agradecer el final de ruta y una buena cervecita antes de comer mientras le explico a Teba porqué vengo hecho unos zorros.



Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8349120 

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