La ruta
de hoy remonta el río Palancia, lo de río es por decir algo, puesto que desde
Sot de Ferrer el caudal de agua desaparece entre acequias y azudes para regar
las huertas a ambos márgenes del río. El cauce solo trae agua en épocas de
lluvias hasta que las pozas se secan. Remontaré el cauce en otra ruta que
aportará gran valor paisajístico e interés cultural a una zona plagada de arte
romano e islámico que no hace más que engrandecer el legado cultural de la zona
valenciana del río Palancia. Si bien el río está seco no sucede lo mismo con la
gran acequia mayor de Sagunto, que será, en muchos tramos del camino, el
´”verdadero” río y eje vertebrador de la ruta.
Salgo
de Almardá en dirección sur viendo la playa entre las casas viejas que aún aguantan
a pie de playa. Luego el paseo marítimo de Canet toma el relevo y la playa es
el jardín de los hoteles y apartamentos turísticos que han tomado el relevo de
las antiguas casitas de pescadores. Al final del paseo el club náutico releva a
los hoteles con su perímetro vallado, al final de este giro a la derecha,
bajando hasta la rotonda y adentrándome en la carretera que remonta el estuario
del río, ahora oculto por una pinada y una serie de casas construidas en lo que
yo llamaría “terreno del río”, para ir a buscar un camino a la izquierda que se
adentra bajo la pinada.
El sendero está delimitado por piedras que lo encauzan
entre los pinos. A la derecha crece la estilizada figura del faro de Canet
entre los huecos de los árboles. Este camino es una pequeña maravilla, con su
sombra y su curveo entre pinos parece que no va a acabar nunca, pero en
realidad es menos de medio kilómetro. Salgo de la pinada para cruzar la
carretera que vadea el río; aquí los coches tienen preferencia, no es que lo
diga yo, es la ley del más fuerte, más grande y más veloz. Al otro lado el
paisaje ha cambiado y ahora transito por un camino ancho bajo la protección de
enormes eucaliptos que refrescan el ambiente. Poco después llego a la vista de
la carretera que une El Puerto de Sagunto con Canet, es una carretera bastante
transitada y a veces cruzarla te hace esperar un buen rato, así que bajo hasta
el cauce del río para pasar por debajo del puente trazando una amplia curva
pero que, sin embargo, evita que tenga que parar. Bajo del puente podría haber
optado por cualquiera de las dos márgenes del río que me llevarán hasta la
entrada de Sagunto, la margen derecha (en el sentido del río) tiene el inconveniente
que, al llegar al pueblo, el camino se acaba y hay un gran escalón para acceder
a la carretera, una chapuza que por un par de metros el ayuntamiento no tiene arrestos
para acondicionar un acceso decente a lo que podría ser otro parque fluvial a
imagen y semejanza de lo acontecido en el vecino Turia. Así que trazo la
susodicha curva y vuelvo a la ribera izquierda.
Este camino deja bonitas
imágenes con el castillo de Sagunto aupándose a las cumbres de La Calderona
que, por detrás de éste, culmina el cielo del encuadre. Entro en la antigua
Saguntum bajo la vía del tren, donde tengo que cruzar una carretera que vadea
el río, y luego de la N-340 que pasa sobre mí. Me interno en el encauzado cauce
para ver las almenas del castillo tras las murallas que presenta la ciudad, con
edificios de hasta 8 plantas; a este lado del río el reto es todavía mayor y
los edificios se alzan hasta alturas incomprensibles a juzgar por el terreno
libre alrededor. Tras cruzar casi todo el pueblo de este a oeste por dentro del
cauce salgo, bajo el último puente, a la derecha por el camino que sube hacia
la ermita de san Cristóbal. Tomo el camino que hacia la izquierda remonta el
río y pasa por delante del polideportivo municipal. Luego tendré que pasar bajo
la autovía y continuar el camino para, junto a la nueva carretera que entra a
Petrés, entrar en el pueblo.
Me da la bienvenida el castillo, que podría datar
del siglo XIV y que tenía más de conjunto residencial que de fortaleza militar.
Enfrente, alimentado por la acequia mayor de Sagunto, el aljibe medieval es
otra obra digna de admiración. Continúo calle adentro hasta el otro aljibe,
cerrado tras sus tres ventanas enrejadas y convertido en museo detrás del
ayuntamiento. Me adentro en el pueblo; la plaza de la iglesia es lugar de paso
y me acerco a ver la pintoresca y colorida fachada en contraposición al viejo y
descolorido campanario. Callejeo un poco para llegar a la ermita de santo
Domingo.
Los cipreses custodian el camino hasta la escalinata final donde la
pequeña y blanca ermita ofrece un punto de pausa a orillas de la ciudad. Desde
su puerta veo, a mi derecha, mi siguiente objetivo: una montaña que se eleva
hasta cerca de los 200 metros de altitud entre la carretera de Albalat y el
río. Tomo la carretera unos metros y luego un camino a la izquierda que se
adentra en la pinada. El asfalto facilita la tarea de subir pues la pendiente
va ganando fuerza casi a cada pedalada. Paso a la cara sur de la misma para
encontrar que el asfalto desaparece y el camino de piedra se convierte en una
penitencia, por suerte la pendiente suaviza, pero los pedrolos son
considerables y obligan a tirar de potencia y buscar trazadas menos agresivas.
Llego arriba para comprobar que las vistas están bastante tapadas por la
pinada, aunque con un poco de suerte consigo otear un poco el horizonte con
Sagunto a medio camino y Petrés a mis pies. Hacia el otro lado el Garbí es el
rey indiscutible del panorama, bajando la cordillera hacia Estivella. Un breve
descanso y bajada rápida hasta el aljibe donde giro a la derecha y transito
junto a la acequia mayor de Sagunto. Luego bajo hasta el río donde un camino
remonta hacia Albalat. El polvoriento firme se convertirá en asfalto e irá
subiendo hasta la carretera, ya en ella a la izquierda para llegar rápidamente
hasta el siguiente pueblo.
Albalat dels Tarongers presenta, como ofrenda de
bienvenida el castillo-palacio fundiendo sus almenas con el campanario y la
cúpula de la iglesia, frente a este monumental díptico el lavadero del pueblo,
una refrescante y colorida joya de este tipo de arquitectura rural. Sigo el
camino entre el pueblo y el río en dirección a Estivella por camino asfaltado
que solo dejaré para bajar hasta el río, cruzarlo y subir por una calle que va
de frente a la iglesia parroquial.
La elaborada filigrana que decora su
campanario es digna de admiración, tanto como el esplendido reloj de sol del
lateral del campanario. En la plaza giro a la derecha y llego a la Cisterna
Nova. Ya busco la bajada al río por su orilla derecha para remontarla y llegar
hasta el acueducto romano de Els Arcs. Me llama la atención el desuso del
camino para llegar hasta aquí, las cañas casi se comen el camino en algún tramo
y las adelfas y árboles casi tapan el conjunto ya que no hay un mirador con un
poco de perspectiva desde el que admirar esta impresionante obra hidráulica.
Deshago
el camino para volver al vado por el que entré en Estivella y volver a la otra
orilla del río. Por este lado llegaré hasta el Molí de Nelo, que es el final
del acueducto, pero ni desde aquí ni desde el camino hay vistas sobre los ojos
del trasvase. El caudal de agua es un potente torrente que rompe contra las
paredes elevando un estruendo comparable a su frescor. Sigo adelante para
llegar a la carretera de Torres Torres a Quart, sobre ella a la izquierda y
pegadito lo máximo posible a la orilla sin dejarme arañar por la vegetación que
intenta adentrarse en el asfalto. Poco más de 1Km. después paso junto a una
abandonada fábrica y allí un camino arranca a la derecha dejando la carretera, al
poco paso por la parte de atrás de otra fábrica abandonada, hay aquí un salto
de agua de la acequia, no sé qué clase de fábrica sería pero parece ser que
aprovechaba la fuerza hidráulica. El camino sigue y llego a una bifurcación,
giro a la derecha y después izquierda, y el próximo camino a la izquierda me
sube hacia la entrada de Torres Torres.
Los restos del castillo, de origen musulmán,
son visibles desde bastante lejos y es difícil perderse si se toman como
referencia, siempre y cuando las enormes hojas de las nuevas plantaciones de
Kiris nos permitan verlo. Lo de estos “nuevos” árboles, que empiezan a
extenderse por la zona, es otra controversia a tener en cuenta: por un lado
está su gran capacidad de crecimiento que podría ser una solución en aquellas
áreas con poca floresta, por otro lado está el tema de que no es una especie
autóctona con todos los problemas que ello conlleva, hay muchos artículos en
internet con opiniones a favor y en contra, como en todo en esta vida. A la
entrada del pueblo a la izquierda, encuentro los baños árabes, restaurados y
cerrados igual que la caseta donde se venden los tickets para la visita.
En la
parte derecha encuentro el lavadero sobre las aguas de la acequia, y al frente
la iglesia y el palacio señorial. Me adentro por la carretera para tener una
frente a la otra. Sigo la carretera N-234 que cruza el pueblo, ahora apenas sin
tráfico desde que se inaugurara la autovía mudéjar, y tras las últimas casas
giro a la derecha para volver a bajar hasta la huerta. Pronto encontraré la
acequia y la seguiré hacia Algímia de Alfara. Callejeo un poco por sus calles
estrechas y largas disfrutando de ese aroma de calles de pueblo encaladas y
tranquilas. Llego al polideportivo y luego a la ermita de los Desamparados, una
blanca joya entre el verde de los cipreses y el azul del cielo a espaldas de la
vía del tren.
Salgo del pueblo buscando la huerta y el eje vertebrador de la
acequia. Paso una gran balsa de riego y enseguida giro a la izquierda para
encontrar la acequia cubierta junto al camino. Este “doble” camino me lleva a
la entrada de Alfara de la Baronía, anteriormente conocido como Alfara de
Algímia. Paso junto a la piscina municipal y luego me adentro en el pueblo. La iglesia
parroquial contrasta su lateral de cruda piedra con su fachada colorista y de
líneas rectas. Sigo la calle adelante para llegar a la cisterna y lavadero
justo antes de volver a bajar al río.
Cruzo el seco cauce para llegar al camino
de Alfara a los Valles; desde aquí tengo una estupenda vista del pueblo con la
ermita de los Afligidos coronando la atalaya que protege al pueblo de los
vientos de mistral. Al este de Algímia el camino se aleja un poco del río, y al
este de Torres Torres dejaré este camino para dibujar, junto al río, el último
tramo antes de llegar a la carretera CV-320 que tomaré hacia la izquierda. Poco
más de mil metros después giro a la derecha por el camino del Povitxol, este
pasa por el área recreativa y sigue, en ligero ascenso, hacia un cruce de
caminos. A la izquierda hacia la Creu de Quart y en pocos metros corono un
pequeño repecho. Ya es terreno conocido de la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2012/12/ribaroja-almarda.html
la pista, que venía siendo pedregosa y
polvorienta se convierte, bajo el amparo de la frondosa pinada, en una pista de
rojiza tierra compactada. Bajada rápida y divertida junto al barranco de
Codoval hacia Quart de les Valls. La pista se convertirá en algún momento en
camino asfaltado con algunos toboganes y una curva algo peligrosa al final
debido a la velocidad y poca visibilidad. Llego a la rotonda y me adentro en el
pueblo. El lavadero, con la fresca agua del manantial del paraje de les Fonts
de Quart, será un lugar estupendo donde lavarme y refrescarme a conciencia
intentando dejar un poco del tremendo sofoco que arrastro tanto ayer como hoy.
Sigo el camino y este llega hasta aquel paso estrecho que llega al molí de la
Font junto a la propia acequia de Quart. Sobre el camino giro a la derecha, a
la izquierda y a escasos metros está la Font de Quart pero hoy no me acerco a
este hermoso lugar. Sigo el camino y en el siguiente cruce a la izquierda, a la
derecha se llega a Quartell y Benavites. Paso el vado sobre el barranc de
L’Arquet y transito junto al molí de Pedro, el restaurante cerrado habrá
conocido tiempos mejores, igual que el molino. Tras él el camino del azagador
de Benavites se pega al barranco que acabo de cruzar y siguen juntos hasta cruzar
la A-7, sobre la que encuentro un curioso obelisco, y la N-340. Sobre esta giro a la izquierda hasta llegar
a la rotonda, pasando por un enorme plano turístico cerámico de Castellón, en
esta a la derecha, sobre el mismo camino que no varía su nomenclatura, así
cruzo las vías del tren y la AP-7; un curioso maremágnum de vías de comunicación
de larga distancia que, sin embargo, nos alejan del entorno más cercano
rompiendo antiguos caminos que conectaban pueblos y alquerías de la zona.
Tras
esto sigo el recto camino hasta encontrarme con la acequia de Noguera, momento
en que giro a la derecha para entrar en un camino de tierra que pasa junto y
entre unos corrales de caballos entre la marjal y la urbanización Malvarrosa de
Corinto. El camino desemboca en una carretera que a la derecha llega hasta
Quartell y a la izquierda hasta el molino de Perinya, de ahí a la Av. Europa
que recorreré a buen ritmo para llegar a casa, donde las dos maratonianas
jornadas de pedaleo y sobre todo el intenso calor hacen que no vea el momento
de darme un respiro, al menos un par de días. La cerveza fresquita le indicará
a mis piernas el momento de dejar de pedalear mientras en mi cabeza ya se está
forjando la siguiente ruta.
Track de la ruta:http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4926957
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tus comentarios sobre la entrada. Puedes opinar, estar de acuerdo o no con los comentarios y opiniones pero por favor se respetuoso en tus comentarios.