jueves, 22 de mayo de 2014

Millares-Otonel-Miradores


Por fin volvía a ponerme en marcha. Entre los problemillas de salud que me han hecho estar en el dique seco más de lo deseado y que no acababa de encontrar una buena forma de transportar la bici, me estaba apoltronando más de la cuenta. Ahora, con una cosa superada y la otra también, las rutas se agolpan en el GPS a la espera de días libres para poder darles salida. Vamos a por la primera.

Me ponía en marcha a las 8.30h. saliendo de Riba Roja con la bici en la baca del coche y a ver cómo se porta. No es lo mismo llevarla en la baca que antes cuando iban las bicis en el remolque detrás del grandote o bien metida dentro, pero es lo que hay. Sin mayores problemas llego a Millares por la carretera que cruza Dos Aguas y luego el Júcar por un puente de moderna arquitectura que contrasta con los viejos salientes de piedra y cortados del profundo cañón que labra el Júcar a su paso por estas tierras. Antes de llegar a Millares el desvío a la derecha hacia Otonel, sigo un poco más y aparco a la derecha en una planicie junto a la carretera. A las 9.30h. comienzo a pedalear, o mejor dicho a dejarme llevar por la pendiente de la carretera hacia el primer mirador que alcanzo a los pocos metros. 

La sierra del Caballón al otro lado del río empuja a este hacia el sur encajonándolo entre montañas hacia el embalse de Tous. Apenas se puede apreciar una estrecha lámina de agua al fondo del grandioso precipicio, pero si este es grandioso lo que voy a ver a partir de aquí será colosal. Sigo por la carretera que no tiene nada de tráfico y tomo el desvío a la izquierda hacia Otonel, una aldea perteneciente a Cortes de Pallás. Este asfalto es casi más viejo que el río y la carretera presenta algunos desconchones, nada significativo para la gorda que se mueve por este terreno como por una autopista, de no ser por la pendiente que presenta la carretera. No es nada del otro mundo pero hasta llegar a Otonel es casi todo subida, serán unos 500 metros de desnivel positivo en poco más de 13Km. la carretera se cierra y se abre por la ladera de la montaña salvando las curvas de nivel y ganando altura. 

Tan pronto se abren espectaculares vistas de barrancos como se cierra para no dejar ver más que la ladera de enfrente entre un paisaje de arbustos y algún que otro pequeño pino entre una tierra roja y gris entre lamas de piedra. Este lado sur del río no se vio muy afectado por el pavoroso incendio de 2012, aunque eso cambiará un poco más adelante donde sí llegó el rigor del fuego y donde los negros esqueletos de los pinos reposan entre las ruinas de antiguas casas. 

Esqueletos, cenizas y ruinas es la herencia que deja el hombre a estas tierras. Conforme gano altura y voy haciendo la curva hacia el noroeste comienzo a notar la fuerza del viento, que si bien no es frio; a estas alturas del año ya no podría serlo, si es fresco, en gran medida por la fuerza y la persistencia unida al calentón que voy cogiendo en cada pedalada. Llego al fin a este primer alto del camino. 

Tengo ante mí los restos del Castillo de Cabas del que solo queda la torre del homenaje sobre un promontorio que domina el cañón del río. También hay una serie de casas en ruinas de las cuales no tengo la menor información. Comienza aquí un pequeño descenso que pasa justo bajo la base del castillo, el cual fue dañado en su estructura para la realización de esta carretera, aunque paradógicamente está considerado como BIC, cosas de este país. La carretera está tan labrada en la pared de la montaña que los desprendimientos de pequeñas piedras alfombran buena parte del firme entre los tres túneles que hay en la zona, túneles tan pequeños que no es necesario ningún tipo de iluminación. 

El río va dejando pinceladas de su trazo de plata aquí y allá entre las curvas. A la salida del último y más largo túnel la carretera vuelve a subir y poco después se llega al desvío de Otonel a la izquierda; a la derecha, sin indicaciones se llega hasta el túnel de acceso a la presa del Naranjero, pero no sé si se puede pasar o no tanto por el túnel como por la presa, si alguien tiene noticias de ello me sería muy útil para futuras rutas por la zona. El inicio de la carretera a Otonel pone un firme mejor sobre el terreno, pero con unas rampas de inicio importantes. 

Se ve el camino serpentear por la ladera de la montaña ganando una altitud capaz de desanimar a muchos novatos y algún que otro no tan novato. No es el caso pues sé que la pendiente cederá antes que yo, así que busco mi velocidad de crucero con todo cerrado y a pegar pedaladas. Es 1Km. al 10% de media, pero con rampas por encima del 16%. Arriba un pequeño descansillo para pasar al otro lado de la ladera y continuar subiendo. Las vistas se abren a un espacio mucho más amplio. A la derecha un camino de tierra se encarama hacia la montaña llegando al mirador a donde me dirijo, pero sin saber el estado del camino no me aventuro a hacer tantos Km. y sigo por el asfalto. Cruzo la aldea de Otonel sin encontrar ni una fuente ni nadie a quien preguntar por ella, no es que me falte agua pero me gustaría rellenar por si acaso. A la salida del pueblo el antiguo lavadero y la nueva piscina junto a un cartel que cuenta la historia del pueblo y las diferentes rutas turísticas que podemos recorrer por la zona. Aquí el viento se hace notar y me frena en cada pedalada. 

Llego a una especie de planicie yerma, sin apenas vegetación y barrida por el viento. Un camino a la derecha se desdibuja y mimetiza con el entorno pedregoso. Un giro de 90 grados a la izquierda me pone ante una rampa que las piedras del camino y sobre todo el viento, que me lleva por donde quiere, me hacen poner pie a tierra para subir. Llegado arriba giro a la izquierda con un pequeño fondo de pinos al que no llegaré, pero que sí que llega este camino que es continuación de aquel que descarté en la carretera. Otro giro a la izquierda para llegar hasta el mirador, más por intuición que por seguir el camino que desaparece bajo mis pies. El espectáculo es increíble. 

El pantano con ese verde esmeralda que contrasta con los ocres de la tierra y el gris de la piedra teñida en ceniza, piedra calentada y tatuada a fuego con esos árboles que nunca más volverán a crecer, no al menos para que podamos verlos y disfrutarlos. A la derecha del embalse el enorme vertedero: esqueletos, cenizas, ruinas y basuras, quién da más. Enfrente la sierra del Ave con la carretera de Dos Aguas bajando hacia el pueblo que queda tapado por la muralla montañosa que cierra el embalse,  a la izquierda el pico del Ave. La fuerza del viento, con rachas por encima de los 50Km/h. no aconsejan acercarse mucho al borde del acantilado y la prudencia dicta un vistazo rápido y volver a ponerse en camino. Llego al asfalto y sigo subiendo, pero el viento me lleva de un lado a otro de la carretera como si fuera un muñeco de trapo. Dejo a mi izquierda un corral bajo un grupo de pinos muy cerrados y sigo adelante para encontrar poco después otro camino a la izquierda en el cual abandonaré la carretera que sigue recto hacia Cortes de Pallás. Este tramo está muy próximo al barranco, aunque aquí es una ladera y no presenta ningún peligro, y está muy expuesto al viento que sigue azotándome de lleno. Luego giro a la izquierda con el camino  para adentrarme en la muela. 

En este punto es donde se abren las mejores panorámicas de esta parte del camino y podría tratarse de otro mirador pues, aparte de que es visible la carretera que serpentea hacia Cortes, una mancha de agua del pantano de Cortes es visible también entre los pliegues de las montañas. Casi al norte de esta posición asoma el Motrotón y más allá una columna de humo llena el cielo, es un incendio que primero atribuyo a Les Rodanes pero que luego emplazo más a la izquierda y, por fin, por la tarde corroboro que corresponde efectivamente con un incendio en Pedralba, Les Rodanes, de momento, se vuelven a salvar.  Venga vamos a arrasar el poco monte que nos queda. Me adentro por fin, y tras las vistas de las que he disfrutado, hacia el interior de la muela con el corazón en un puño mientras pensaba que se nos quemaban esas montañas tan queridas, mirando a mi alrededor y calibrando el poco bosque que nos queda pues aquí tan solo hay vegetación arbustiva y monte bajo, excepto algún núcleo de pinos muy aislados; todo este paisaje es sin duda fruto de incendios pasados que arrasaron esta zona en los años 70 y 80 del siglo pasado. También tendré ocasión de ver algunos ejemplares de carrascas diseminadas y hasta una cabra o muflón que se ocultará rápidamente tras ellas. En esta zona pedaleo buscando un camino o una senda bien definida que me lleve por un camino que bordea todo el acantilado y se dirige hasta mi siguiente mirador, pero en principio no hay ni rastro del camino ni siquiera de la senda. Continúo adelante, llego a un cruce de caminos junto a un panel interpretativo y un pequeño bosquecillo y giro a la derecha en suave ascenso por un camino en piedra viva; ya estoy pensando en la bajada por este mismo camino, va a ser divertida. La arboleda presenta en este tramo un poco más de viveza, aunque son, en su mayoría ejemplares jóvenes que si les damos tiempo crecerán, solo falta que los dejemos. El vértice geodésico de Cuesta Millares se divisa a la derecha y ya estoy buscando el camino que gira a la derecha para acercarme al tercer mirador de la jornada. Llego a la unión de este camino con aquel que iba buscando. Aquí el camino es más visible pero se ve en malas condiciones, y también continúa hacia la izquierda aunque muere un poco más allá. 

La vista es muy parecida a la de antes pero esta vez con tres manchas de agua en la distancia. Bordeando el barranco que se interpone ante mí hacia la izquierda, al otro lado, se levanta la enorme balsa o embalse de La Muela, que principalmente sirve para dejar caer el agua y generar electricidad. Se ve la gran torre que hay a la derecha y las enormes paredes de piedra que sustentan la colosal obra. Y hacia el norte, al otro lado del río, la sierra Martés con el pico Ñoño como referente y la aldea del Oro a sus pies, que algún día será la base de una ruta que tengo preparada por la zona para conocer las aldeas de Cortes de aquella parte norte del Júcar, pero eso a su debido tiempo. Ahora toca sacar algunas fotos rápidas pues el viento no perdona y tiene una fuerza brutal.  Más allá de Cortes se eleva el peñasco sobre el que está el castillo de Chirel controlando el embalse de Cortes. Retrocedo un poco hasta una plataforma con un anemómetro y supongo que otros aparatos que no sé identificar. 

El caso es que allí, protegido por los arbustos y aprovechado las corrientes ascendentes de la muela que desvían un poco el viento, encuentro un lugar tranquilo para el tardío almuerzo. Ese poco de protección contra el viento no es del todo suficiente pues las fuertes rachas que a veces superan los 50Km/h. son un verdadero fastidio, así que almuerzo rápido y me pongo otra vez en marcha para hacer toda la parte de bajada hacia Millares. Deshago este maltrecho camino hasta el camino principal y giro a la izquierda para ir encontrando poco a poco la bajada. La diversión que antes preveía no se hace esperar y asalta mis ruedas para entrar en un torbellino de baches y surfear por las rizadas crestas del camino empedrado. El viento empuja y también me da velocidad. Las suspensiones trabajando al máximo y los brazos aferrados al manillar para controlar la dirección. Esto parece un aparato vibrador de los gimnasios que te revuelven todas las grasas y las carnes blandas… esta toda despegadita del hueso… como unas buenas costillas bien hechas. Una sonrisa de felicidad llena mi cara y sigo bajando a buen ritmo y bailando al son del camino. Llego al cruce y sigo recto, antes he venido por la izquierda. Una suave subidita que me da perspectiva sobre el cruce que dejo atrás y la pinada que allí crece. 

Es el inicio del barranco del Agua, o rambla Seca, o rambla de la Herradura, o de los Tornajos, etc. que va cambiando de nombre según se le van uniendo otros barrancos de menor importancia hasta desembocar en el último brazo por la izquierda en el embalse de Escalona. En cambio todos los barrancos que quedan a mi izquierda irán a desembocar directamente al Júcar, ya sea por Otonel o por el barranco del Nacimiento de Millares, lugar de mi siguiente objetivo. 

Sigo el camino que ya vierte sus vistas hacia el interior de la Muela, y más allá hacia el sur, la recortada silueta del pico Caroche; hacia el sureste el Montdúver y luego el Benicadell. 

Y hacia el este la silueta rayada de la sierra del Caballón y el pico Colaita, con el Pico del Ave aún más cerca. Tras llegar a la parte más alta de esta parte de la ruta otro rápido descenso por un camino más bacheado que el anterior que me acercará hasta la carretera de Millares a Bicorp. En esta giro a la izquierda buscando las antenas que me sirvan de referencia para ir al mirador. 

Encuentro el camino a la izquierda y me acerco hasta las instalaciones para ver que detrás tengo Millares a mis pies. 

El gran cañón que forma el barranco del Nacimiento viene de izquierda a derecha para precipitarse, junto al Castillo de Millares hacia el río. El viento sigue a lo suyo y se hace molesto, por lo que levanto el vuelo antes de lo previsto. Retrocedo hasta el asfalto y giro a la izquierda para llanear un poco hasta las curvas donde comenzaré la trepidante bajada que me espera hasta Millares. Pero al ponerme en marcha el viento racheado me hace tomar un punto de precaución, pues de ser un viento sostenido aún te puedes apoyar en él, pero las rachas van y vienen a su voluntad y tan pronto te pueden tirar como desaparecer el apoyo que creías tener y el tortazo sería de aúpa, así que con tranquilidad bajo disfrutando del paisaje y recreándome mentalmente en lo que pudo haber sido. 

Así llego al pueblo y lo cruzo haciendo una pequeña parando en el lavadero para luego seguir bajando, salir del pueblo y llegar a donde espera por primera vez el Ibiza para devolverme a casa. 

De vuelta a casa con el coche aún un par de paradas ineludibles: una en el puente nuevo sobre el Júcar.

Otra tras pasar Dos Aguas en otro mirador sobre el embalse del Naranjero. 


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6941917

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